Nota al pie
Para J. M.
SIEMPRE HE opinado que el franc¨¦s es la mejor lengua del mundo. Es ¨¦sa una impresi¨®n m¨ªa, personal, y por ende irrefutable, por m¨¢s que cualquier estudiante de primer a?o de ling¨¹¨ªstica podr¨ªa denunciarla como disparate sin paliativos. Pero en ning¨²n modo se trata en mi caso de un deslumbramiento emotivo como el que encandilaba al gran Leo Spitzer, en la Viena "alegre y tranquila, esc¨¦ptica y sentimental, cat¨®lica y pagana" de principios del Novecientos, cuando se alzaba el tel¨®n de una compa?¨ªa francesa y un mayordomo de frac anunciaba pomposamente: "Madame est servie".
Una lengua no es un sistema abstracto de signos, como pensaba el viejo estructuralismo, ni tampoco una visi¨®n del mundo, seg¨²n las entelequias rom¨¢nticas y nacionalistas, pero va inevitablemente acompa?ada de una "enciclopedia", es decir, de un repertorio de nociones y saberes sobre las cosas y de un juego de evocaciones internas en virtud del cual ciertas palabras y expresiones remiten a s¨ª mismas en otros contextos. Pues bien, no tengo noticia de ninguna lengua cuya "enciclopedia" est¨¦ construida sobre la literatura m¨¢s s¨®lida y ricamente que el franc¨¦s.
En italiano, ingl¨¦s o alem¨¢n asoman a menudo, a veces hasta atosigar, las citas de Dante, Shakespeare o Goethe. No es el caso del franc¨¦s, porque el franc¨¦s, nadie lo ignora, no tiene un cl¨¢sico por excelencia, un autor de talla indiscutiblemente superior. En franc¨¦s, no ha sido tal o cual gigante, sino toda la tradici¨®n literaria la que ha ido permeando la lengua y encauz¨¢ndola seg¨²n buenos modelos. Tanto, que escribir en franc¨¦s puede ser escribir sosa o trivialmente, pero a duras penas escribir mal. Tanto, que el escritor ha de tener mucho talento para que no sea la lengua la que escriba por ¨¦l.
Es explicable que ocurra as¨ª. Al fin y al cabo, la literatura en lengua vern¨¢cula es una invenci¨®n francesa. Todos los g¨¦neros que han se?oreado la cultura europea durante el pasado milenio nacen o se consagran en la Francia medieval: la l¨ªrica de los trovadores (no necesariamente en provenzal), la ¨¦pica de la Canci¨®n de Rold¨¢n, la narrativa de imaginaci¨®n...
Con cimas y declives en calidad, seg¨²n las ¨¦pocas, el franc¨¦s ha mantenido en cualquier caso el poderoso impulso literario de los or¨ªgenes. No sabr¨ªa decir cu¨¢nto envidio la feliz alliance fran?aise de escritores excelentes y excelentes maestros de escuela.
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