Una escuela a pie de barrio
El centro Europa de Villaverde lleva 17 a?os conviviendo codo con codo con los vecinos de su zona
Jes¨²s Montero recuerda, como si fuera ayer, lo que cobraban ¨¦l y el resto de los cooperativistas cuando empezaron con el colegio que ahora dirige: 50.000 pesetas netas al mes. Y as¨ª estuvieron durante los dos o tres primeros a?os, limpiando las aulas, comprando material, cuidando del comedor escolar, y de que la aventura en la que se hab¨ªan embarcado no se fuera al traste. Deb¨ªan muchos millones al banco, una deuda que alivi¨® la primera Administraci¨®n socialista, cuando Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall era ministro de Educaci¨®n. Los cooperativistas respiraron.
Se hicieron con la titularidad del colegio donde trabajaban cuando el empresario abandon¨® porque ya no le gustaban las condiciones de la nueva ley. Y compraron aquella f¨¢brica de recambios de autom¨®viles para convertirla en colegio. As¨ª nacieron muchas cooperativas escolares.
Un total de 17 a?os despu¨¦s, los antiguos alumnos del colegio Europa acompa?an cada ma?ana a sus hijos al mismo sitio donde ellos estudiaron. Y lo mismo hacen los profesores que trabajan all¨ª. Lo dice con orgullo el director, y no es para menos; decir eso es decir mucho de un colegio. El centro, donde estudian chicos de 3 a 16 a?os, tiene una apariencia modesta, a pesar de que lo acaban de pintar. En la cocina huele que alimenta a pur¨¦ de verdura y filetes. Los platos de duralex ya est¨¢n en las mesas. Los profesores vigilar¨¢n que la comida transcurra en paz. Y tres empleados velar¨¢n personalmente por la correcta alimentaci¨®n de los peque?os.
Este colegio de Villaverde, un barrio obrero de Madrid, recibe cada ma?ana a 640 ni?os, uniformados desde este curso. Las aulas est¨¢n saturadas porque a la alta demanda de la zona se suma, ya empezado el curso, el goteo incesante de alumnos extranjeros. La comisi¨®n de escolarizaci¨®n permanente de la zona no se salta este centro cuando reparte a los reci¨¦n llegados.
Tan es as¨ª que cuando se visitan las instalaciones, en pleno horario escolar, se tiene la sensaci¨®n de estar paseando por un centro p¨²blico, aunque en ¨¦ste no hay cruces ni v¨ªrgenes de Murillo que todav¨ªa se ven en muchos de los gestionados por la Administraci¨®n. Pero s¨ª tienen uniforme: "Lo hemos puesto porque entendemos que los chicos deben tener un decoro cuando van a la escuela, y no siempre ocurre as¨ª". Hay vestimentas que distraen la atenci¨®n de la pizarra. "Un colegio no es una discoteca", dice el jefe de estudios, Miguel ?ngel Molinera. "Y esto nos lo aplicamos tambi¨¦n los profesores".
Tanto ¨¦l como el director tienen a?os de experiencia docente y entre todos se encargan de ayudar con consejos a los m¨¢s j¨®venes que se incorporan. La primera m¨¢xima del centro es que hay que prevenir antes de curar. Cuando los alumnos de secundaria salen al recreo cuatro profesores vigilan las cuatro esquinas. "Y uno la puerta del cuarto de ba?o". Y no bajan la guardia ni un segundo. Es mejor ver venir la pelea que encontrarse con ella.
En el Europa hay los mismos problemas cotidianos que en cualquier instituto p¨²blico. El director dice que el di¨¢logo es lo m¨¢s importante siempre, pero que cuando hay que castigar a un alumno no caben m¨¢s consideraciones. "Ellos saben cu¨¢ndo han hecho algo mal, y esperan el castigo; si no lo haces, los est¨¢s defraudando. Hay que distinguir muy bien hasta d¨®nde llega el colega y cu¨¢ndo empieza el profesor".
?Y c¨®mo se les castiga? Depende de la falta, pero suelen obligarles a pasar la tarde del viernes en el centro estudiando. "A los chicos se les debe re?ir en privado, nunca delante de los dem¨¢s, porque son edades muy dif¨ªciles", a?ade Montero. "En los conflictos tambi¨¦n es importante que los profesores sepan que van a recibir el apoyo de la direcci¨®n".
Cuando la bronca ha sido grave se manda llamar a la familia inmediatamente y se re¨²ne la comisi¨®n de disciplina, con el director, el jefe de estudios y el alumno implicado. Y ah¨ª se echa mano otra vez del di¨¢logo. Y de la paciencia.
El contacto con las familias es directo y cercano. Siempre que se puede. Procuran reunirse con los padres varias veces en el curso y, desde luego, "del centro no sale un chico a deshoras sin que vengan a buscarle, sea para ir al m¨¦dico o para lo que sea".
Tampoco hay horario fijo para la direcci¨®n. Adaptan su jornada, a veces intensa, a la de las familias. El centro abre sus puertas a las siete de la ma?ana y las cierra 12 horas despu¨¦s por el mismo motivo.
El equipo directivo est¨¢ orgulloso de la plantilla de profesores del centro, 32 docentes, 20 de ellos cooperativistas. Casi todos llevan a?os y conocen a los alumnos, a sus hermanos mayores que tambi¨¦n pasaron por all¨ª, a la familia. "Eso es fundamental".
Di¨¢logo y cercan¨ªa. Montero cree que la tendencia a construir grandes institutos donde es imposible que la gente se conozca "no beneficia en nada la educaci¨®n".
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