H¨¦roes por ocho minutos
Cuatro guardias de seguridad de la estaci¨®n de Atocha relatan c¨®mo ayudaron a decenas de heridos en los 'trenes de la muerte'
Son las 7.37. Miles de pasajeros se apretujan en las 10 plataformas de la estaci¨®n de Atocha donde los trenes de cercan¨ªas van parando, atestados de viajeros. Por los andenes 1 y 2, donde se transborda a los convoyes que contin¨²an viaje por el coraz¨®n de Madrid, pasan 44.000 personas durante la hora punta matinal, entre las seis y las nueve. La aglomeraci¨®n es tal que a las puertas de cada vag¨®n hay vigilantes para controlar el flujo de los que se apean y los que pretenden subir. Sin ellos, los trenes no podr¨ªan partir hacia Chamart¨ªn.
La estaci¨®n de Atocha est¨¢ vigilada por 125 guardias de seguridad. A cualquier hora del d¨ªa o de la noche hay agentes de la empresa Segur Iberia ayudando a los pasajeros, asistiendo a los ancianos que se caen en las escaleras mec¨¢nicas o reteniendo a carteristas. Quien m¨¢s quien menos ha visto alguna vez arrollamientos, mujeres dando a luz en pleno and¨¦n y manifestaciones por los pasillos de Atocha.
Los 39 vigilantes se dividieron en tres equipos, conforme a los protocolos y simulacros
Un guardia result¨® herido por metralla y 18 est¨¢n recibiendo ayuda psicol¨®gica
Son las 7.37. Un minuto, un segundo despu¨¦s, comienzan las explosiones en cadena. Las dos primeras, casi simult¨¢neas, en los vagones 6 y 4 del tren parado en la v¨ªa 2, que todav¨ªa no ha abierto las puertas. La segunda, en el coche 5 de este tren que queda semidestru¨ªdo. En pocos segundos, estalla el convoy que espera v¨ªa libre a la altura de la calle T¨¦llez.
Ignacio Pa?os y su compa?ero Juan Jos¨¦ Par¨ªs, est¨¢n en su puesto del Centro de Control y Seguridad de la estaci¨®n y lo ven todo en directo, estupefactos. Nada de lo que ocurre en ese momento se escapa al campo de visi¨®n de las 210 c¨¢maras del circuito cerrado que domina todo el complejo ferroviario de Atocha. Ignacio y Juan Jos¨¦ disponen de 22 pantallas en su consola. Son las primeras personas que toman conciencia de la magnitud de la tragedia.
Ignacio y Juan Jos¨¦ ponen en marcha el v¨ªdeo, llaman al 112 (emergencias) y comienzan a organizar el caos y el trabajo de los vigilantes. Tienen a 13 compa?eros en los andenes 1 y 2: "todos est¨¢n bien, aunque tras la explosi¨®n del quinto coche, Jos¨¦ Rodr¨ªguez cae herido por la metralla", explica Ignacio. Los agentes que salieron del turno de noche a las 7.00, otros 13 guardias, se vuelven a poner el uniforme y echan a correr hacia el tren de T¨¦llez. Luis Mor¨¢n encabeza el equipo de vigilantes que trabajan en movimiento por la estaci¨®n. Se tiran a los andenes atacados para asistir a los heridos. Son los equipos de primera intervenci¨®n. Toda su actuaci¨®n sigue los protocolos previstos.
El grupo de Luis llega al lugar a duras penas. "Iba en contra de una aut¨¦ntica riada humana. Gente gritando que me tiraba de la ropa y mutilados que sal¨ªan por su propio pie", relata Mor¨¢n. Abajo todo era humo, respiraban tap¨¢ndose la boca con las corbatas. A ciegas llegan hasta el final del tren, donde sus compa?eros del and¨¦n ya est¨¢n socorriendo a los heridos.
Un tren acababa de partir por la v¨ªa 1 antes de las explosiones y los vigilantes no hab¨ªan tenido tiempo de cruzar los pocos metros que les separaban del tren que entraba cargado de bombas a punto de estallar. Cientos de personas les separaban del convoy, un parapeto humano que recibi¨® los tornillos y clavos de la metralla. La onda expansiva arroj¨® a los vigilantes a la v¨ªa 1. Cuando se levantaron vieron a ras de and¨¦n los da?os: "Gente tirada, con heridas horribles. ?Salgan de aqu¨ª!, gritamos a los supervivientes", cuenta Jos¨¦.
Jos¨¦ Rodr¨ªguez es uno de los guardias que estaban en los andenes. Hab¨ªa enviado un chiste a su mujer, Ana, por el m¨®vil, poco antes de que todo ocurriera, "para empezar el d¨ªa con humor". Desde la quinta planta del hospital Cl¨ªnico relata su peripecia: "Cuando se oy¨® la primera bomba, salt¨¦ al quinto vag¨®n para comprobar que estaba desalojado, y cuando bajaba, sent¨ª un golpe que me tir¨® al suelo. Intent¨¦ incorporarme pero no pod¨ªa. Ten¨ªa el pie izquierdo vuelto del rev¨¦s; me estaba viendo la suela del zapato". Jos¨¦ supo que hab¨ªa sido una bomba: "Ese temblor del suelo, los cristalitos cay¨¦ndome encima, el humo y el olor a quemado". Un "europeo del este se me acerc¨®, se quit¨® su bufanda y me hizo un torniquete". Jos¨¦ fue el ¨²nico herido de los vigilantes de Atocha.
El guardia Jos¨¦ Manuel Mayorga, estaba en la cabeza del tren, alejado de los primeros estallidos. Cuando la estampida de gente que hu¨ªa ces¨®, "y s¨®lo quedaban los muertos y heridos que no pod¨ªan moverse", Mayorga recuerda "el silencio que se hizo. Era horrible, como si el silencio fuera un sonido". Igual que el resto de sus compa?eros, intent¨® tranquilizar a los heridos m¨¢s graves y comenz¨® a sacar gente de los trenes. Dentro de los vagones quedaban heridos y viajeros conmocionados, desorientados. Luis Mor¨¢n reprime el llanto. Parece que est¨¢ viendo todav¨ªa al chaval que sac¨® del tren. "No estaba herido. Dec¨ªa que no quer¨ªa bajar, que su tren no hab¨ªa llegado. Cuando le agarr¨¦ con fuerza, me dijo que le ayudara a despertar a su novia; cuando mir¨¦ a su lado...".
Ning¨²n vigilante puede precisar el n¨²mero de personas a las que logr¨® evacuar o los heridos que asisti¨® cortando hemorragias. "Muchos", dicen ellos. "Cada segundo se perd¨ªa una vida, nuestra obsesi¨®n era sacar a todos los que pudi¨¦ramos", afirma el guardia Mor¨¢n, "porque pod¨ªa haber m¨¢s". As¨ª era. En el primer vag¨®n, frente al que estaba Jos¨¦ Manuel antes de la cat¨¢strofe, hab¨ªa una mochila que desactiv¨® m¨¢s tarde el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. "Nadie pens¨® en retirarse, y sab¨ªan que se estaban jugando la vida", asegura Ignacio.
Desde su puesto de control, los vigilantes Pa?os y Par¨ªs comprueban que la estaci¨®n est¨¢ pr¨¢cticamente vac¨ªa "a los ocho minutos de las explosiones". Es entonces cuando llega la polic¨ªa y los servicios sanitarios, que toman el mando en Atocha. Los 39 hombres y mujeres de Segur Ib¨¦rica hab¨ªan conseguido desalojar todo el complejo ferroviario, andenes y trenes "al 98%, con las entradas selladas". En el vest¨ªbulo, los guardias continuaban asistiendo a los heridos gracias a los cursos de primeros auxilios que muchos han seguido. M¨¢s guardias de la empresa acuden al lugar desde sus casas hasta que les mandan volver porque ya no eran necesarios.
Mientras, en la calle T¨¦llez, el socorro de los vigilantes de Atocha es fundamental. "Los primeros uniformes que vieron all¨ª las v¨ªctimas fueron los nuestros". M¨¢s tarde, guiaron a los m¨¦dicos hasta el tren, de acceso complicado, por las v¨ªas de servicio de Renfe.
Los vigilantes desean que todo esto pase cuanto antes, que Atocha recupere el ambiente agradable de trabajo. Que se vuelva a tomar el tren sin ver los homenajes que les recuerdan la tragedia que han vivido. "Ir a trabajar con las 2.000 velas al lado se nos hace muy cuesta arriba". Ignacio afirma que Atocha es hoy "una estaci¨®n triste que tiene que recuperar cuanto antes su car¨¢cter alegre".
Jos¨¦ Rodr¨ªguez dice desde su cama de hospital que quiere volver a tomar el tren de Alcal¨¢ hasta Atocha. "Ser¨¢ lo primero que haga cuando salga; por todos esos que no pudieron llegar". 18 guardias de seguridad de Atocha est¨¢n recibiendo asistencia psicol¨®gica. Sufren los efectos secundarios del hero¨ªsmo.
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