La calle es suya
Antes que nada, libros: eso es lo que quiero que me lleven a la c¨¢rcel. Cosas sencillas y que me entretengan, desde luego, y nada que sea sombr¨ªo o deprimente, porque supongo que all¨ª, en la oscuridad del calabozo donde van a encerrarme, mi moral va a estar un punto por debajo de la de Kafka y dos por debajo de la de Cioran, ya saben, aquel tipo que dijo que la vida era "una anomal¨ªa" o que "la Creaci¨®n fue el primer acto de sabotaje", y cuyos libros se titulan Silogismos de la amargura, En las cimas de la desesperaci¨®n, Del inconveniente de haber nacido o Ese maldito yo. Y tambi¨¦n pueden llevarme a mi prisi¨®n algunos DVD para ver pel¨ªculas en el ordenador; porque supongo que a los reclusos se les deja tener un port¨¢til en la celda, ?no? ?Y un tel¨¦fono m¨®vil? Tendr¨¦ que llamar a Al¨ª Lmrabet y a Ra¨²l Rivero para pregunt¨¢rselo.
Yo es que voy a ir a una prisi¨®n porque estaba all¨ª. Lo confieso: estuve en la calle de G¨¦nova de Madrid, el d¨ªa 13 de marzo, delante de la sede del PP, con un letrero que pon¨ªa "Paz" en letras rojas -un letrero malintencionado y tendencioso, sin duda, porque si lees "Paz" al rev¨¦s, sale el principio de Zapatero...-, cantando eso de "antes de votar / queremos la verdad", y otra serie de consignas desleales y m¨¢s antipatri¨®ticas que una bandera de cuatro rayas. O sea, que soy un delincuente, uno de esos miles que ha mandado buscar, en su ¨²ltimo Cara al sol, el fiscal-general-Cardenal del Estado. Tengo mucho miedo, porque hay quien dice que piensan torturarnos, y yo no tengo mucho aguante para esas cosas, soy como aquel personaje de Woody Allen que dec¨ªa que a ¨¦l, en cuanto le quitasen la tarjeta de American Express, lo contaba todo. De hecho, he llamado varias veces al fiscal-general-Cardenal para ofrecerme, a cambio de mi libertad y un billete Madrid-R¨ªo de Janeiro, a delatar a otros conocidos escritores que estaban conmigo en la manifestaci¨®n: al fin y al cabo, a Cela le sali¨® de miedo la cosa y termin¨® ganando el Nobel y el Cervantes. Pero el fiscal-general-Cardenal no se pone.
?Y qu¨¦ va a decir mi abogado? ?C¨®mo intentar¨¢ conseguirme un indulto o una rebaja de la pena? Hay que reconocer que los manifestantes del d¨ªa 13 le robamos la calle al PP, y hace ya mucho tiempo que se sabe que la calle es suya, como dijo el fundador Manuel Fraga en los tiempos en que era ministro de Franco: "La calle es m¨ªa". Menos mal que los militantes y simpatizantes del PP volvieron a tomar G¨¦nova dos d¨ªas m¨¢s tarde, esta vez en una manifestaci¨®n como la otra pero l¨®gica y en absoluto il¨ªcita, que cont¨® con el saludo del candidato Rajoy, el mismo que dos d¨ªas antes nos "exig¨ªa" a los d¨ªscolos que despej¨¢semos la v¨ªa p¨²blica. O sea, que a los suyos les saludan y a nosotros -que somos esos espa?oles de segunda a los que Aznar se refiere despectivamente como "otros" o "algunos"- nos acusan desde su partido de antidem¨®cratas por manifestarnos y por votar, como ha venido a decir la ministra de Cultura: "Hombre, es que si los abstencionistas no se abstienen, pues no hay manera". S¨®lo le ha faltado decir lo que dijo en una emisora un tertuliano org¨¢nico con motivo de los comicios municipales y auton¨®micos: "?Est¨¢n politizando las elecciones!". O sea, que no tenemos perd¨®n: tomamos su calle y politizamos las elecciones. Y luego nos atrevemos a votar. El fiscal-general-Cardenal caer¨¢ sobre nosotros como una plaga. Tal cual. Nosotros seremos Egipto y ¨¦l, las langostas. Caso cerrado.
Y lo peor no es el fiscal-general-Cardenal, sino lo que se adivina o se teme que haya tras ¨¦l, lo que revela la existencia de l¨ªderes pol¨ªticos que a¨²n conf¨ªan en que haya dos Espa?as: la que tiene derecho a manifestarse y la que no; la de los que pueden ganar y la de los que no. Y f¨ªjense en qu¨¦ momento nos ponen a tantos en b¨²squeda y captura, mientras las velas rojas a¨²n arden en Atocha y poco despu¨¦s de que la hermosa ciudad de Madrid haya dado una lecci¨®n de generosidad al mundo. No voy a poder seguir. Mientras escribo estas l¨ªneas, estoy viendo el funeral de Estado celebrado en honor de las v¨ªctimas de la canallada del Once de Marzo en la catedral de la Almudena. Veo a la gente humilde que besa la mano de la Reina, que le hace una caricia al Pr¨ªncipe o derrama unas l¨¢grimas en el hombro del Rey. Lo siento, pero los sospechosos, los "otros" y los "algunos" de este pa¨ªs, tampoco podemos dejar de llorar. Le pido perd¨®n al fiscal-general-Cardenal por mis l¨¢grimas y por mi ira. Proceda usted.
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