Vinogrado
No todas las noticias, afortunadamente, son de trenes que vuelan por los aires, petroleros quebrados en la mar y torres abolidas por el rayo. Tampoco de discretos ciudadanos hidr¨®fobos que muerden a sus perros durante su paseo dominical. De vez en cuando es posible leer buenas noticias en la prensa. Noticias positivas y felices como la que informaba esta semana del premio que le acaban de otorgar a Luis de Pablo.
El Premio de M¨²sica de la Fundaci¨®n Guerrero es el m¨¢s importante de su g¨¦nero concedido en Espa?a. Al margen de su dotaci¨®n econ¨®mica, que no es precisamente una futesa, el prestigio de este galard¨®n, convocado bianualmente, es p¨²blico y notorio. M¨²sicos como Cristobal Halffter o Alicia de Larrocha lo atesoran en sus curr¨ªculos y en sus vitrinas. Esta vez le ha tocado a Luis de Pablo por su "aportaci¨®n relevante y significativa al enriquecimiento del patrimonio cultural espa?ol". Una buena noticia para el compositor y una buena noticia para su ciudad, Bilbao, que tambi¨¦n es la nuestra. Otra cosa es que en Bilbao el nombre del compositor nos diga poco o mucho. Porque en Bilbao los nombres de los compositores, de los pintores o de los escritores nunca han contado mucho. "Uno que escribe o pinta", dec¨ªa Estanislao Mar¨ªa de Aguirre en el Bilbao de los a?os veinte del pasado siglo, "es lo m¨¢s parecido a un marciano". Es una historia antigua que hace tiempo record¨¦ en un librito que me encargaron con motivo del 700 cumplea?os de la villa. All¨ª top¨¦ con toda la poetambre que fatig¨® sin ¨¦xito sus calles, entre el desprecio de sus conciudadanos y la desconfianza, cuando no lo directa hostilidad de sus rectores.
Todos abandonaron la ciudad: Unamuno, Larrea, Blas de Otero. Nadie pudo aguantar aqu¨ª dentro, respirar este aire mentido, letal y metal¨²rgico. La palabra que m¨¢s se repite junto a la de Bilbao en la obra de Blas de Otero es "hipocres¨ªa". La tuvo que sufrir en carne propia. Pero, a pesar de todo, Bilbao es Blas de Otero; Bilbao es Unamuno; Bilbao es Juan Larrea, Gabriel Aresti y Luis de Castresana y Ramiro Pinilla y otros tantos y tantas que ahora mismo componen, cantan, cuentan, filman o pintan. Bilbao, por m¨¢s que los pol¨ªticos no alcancen a entenderlo, no es la ciudad del Guggenheim, sino la villa despiadada y beata de Blas de Otero, el estercolero del Gabriel Aresti, da?ado hasta la muerte. Tampoco Nueva York es la ciudad de las torres gemelas, sino la de Woody Allen. ?Qui¨¦n derriba las historias memorables de Allen? ?Con qu¨¦ avi¨®n terrorista se echa abajo un soneto de Blas de Otero? A los pol¨ªticos les interesan m¨¢s los edificios que las personas f¨ªsicas, con nombres y apellidos y dolores de muelas e hipotecas. La ciudad, sin embargo, por mucho que se llene de edificios emblem¨¢ticos igual que un Monopoly, est¨¢ hecha de personas. Algunas de ellas pintan, hacen cosas, escriben. Luis de Pablo compone. Bilbao es su ciudad.
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