"Nunca he escrito tan en caliente"
Pregunta. Todas sus novelas est¨¢n ligadas a la historia reciente, pero Amigos absolutos lo est¨¢ de un modo especial, pues comienza un mes despu¨¦s de finalizada la segunda guerra de Irak.
Respuesta. Nunca he tenido la impresi¨®n de escribir tan en caliente. Normalmente, una novela es la s¨ªntesis de una experiencia: una serie de elementos que se ensamblan en un clima de relativa tranquilidad. Pero Amigos absolutos ha sido dictada por la ira. Me daba la impresi¨®n de estar viendo un remake de una pel¨ªcula demasiado conocida, con Estados Unidos, una vez m¨¢s, de protagonista. Pero la ira no basta. Es necesario al menos que funcione la intriga. Y sab¨ªa que en este caso funcionaba porque conozco muy bien a Ted Mundy, el personaje central. Me es muy cercano. De hecho, cuando comienzo un libro, invento siempre a alguien que comparte conmigo un secreto. Cuando era joven, invent¨¦ un sustituto de la figura paterna, George Smiley. Ello me permiti¨® alcanzar una suerte de estabilidad, de respetabilidad. Y como yo no comprend¨ªa a las mujeres..., pues ?no le permit¨ª poseer realmente a ninguna!
"El libro contiene tambi¨¦n la idea de que es posible destruir a trav¨¦s de la mentira"
"Con este libro simplemente deseo que los lectores compartan mi c¨®lera"
P. La guerra de Irak, a la que usted se opuso, ?fue el desencadenante del libro?
R. Antes incluso del 11 se septiembre ya estaba interesado en esa radicalizaci¨®n ligada a la mundializaci¨®n. Tras Seattle y las manifestaciones de G¨¦nova contra la cumbre del G-8 me pregunt¨¦, inocentemente, si no se estar¨ªan poniendo de manifesto nuevas formas de acci¨®n directa contra la mundializaci¨®n y Estados Unidos. Me parec¨ªa que estaba surgiendo una situaci¨®n parecida a la de 1967-1968. Sin el enemigo comunista, el imperialismo americano se convert¨ªa en una obsesi¨®n. Evidentemente, a partir del 11-S todo cambi¨®. Busqu¨¦ desesperadamente el modo de representar ese acontecimiento. En mi opini¨®n, muchos autores se plantearon esa cuesti¨®n y se sintieron viejos, acabados. Hasta entonces, hab¨ªa jugado con ambig¨¹edades. De repente nos encontr¨¢bamos ante el mal absoluto. La historia nos acusaba: nuestra manera de utilizar a los muyahidin contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica, nuestras relaciones con Arabia Saud¨ª...
A pesar de ello, pod¨ªa entender e incluso aprobar la invasi¨®n de Afganist¨¢n. Pero m¨¢s tarde, cuando vi los preparativos de la guerra de Irak, me pareci¨® que en Estados Unidos estaba pasando algo aut¨¦nticamente nefasto. Comprend¨ª que no hab¨ªa duda de que en la primavera de 2002 Blair hab¨ªa prometido a Bush que le acompa?ar¨ªa en la guerra. Blair pens¨® que pod¨ªa entregar a Europa, a las Naciones Unidas. Se enga?¨® o le enga?aron acerca de las informaciones que justificaban la invasi¨®n de Irak. Algo muy desagradable se insinu¨® en el orden mundial, algo guiado por una locura puramente ideol¨®gica.
P. El libro habla de la imposibilidad de enunciar la verdad...
R. Cuando, en la primavera de 2002, Blair se implic¨® sin decirlo, sent¨ª que ese silencio se hab¨ªa convertido en una gran mentira. Y que ya nada pod¨ªa detener ese proceso. El libro contiene tambi¨¦n la idea de que es posible destruir a trav¨¦s de la mentira, de esa capacidad de enga?arse a s¨ª mismo. Y que la sinraz¨®n puede triunfar incluso en personas muy inteligentes. Ahora sabemos que los neoconservadores hab¨ªan decidido la guerra de Irak mucho antes del 11 de septiembre de 2001 y que se sirvieron de Osama Bin Laden para luchar contra Sadam Husein. En cierto sentido, Bush y Osama est¨¢n hechos el uno para el otro: ninguno acepta los t¨¦rminos medios.
P. Est¨¢ usted muy impresionado por la pol¨ªtica estadounidense.
R. Si no me equivoco, el presupuesto americano de defensa de los siete ¨²ltimos a?os ha alcanzado la suma de 3,5 billones de d¨®lares. Aunque de un modo instintivo, creo que muchas de las cuestiones que exigen hoy ser respondidas son mucho m¨¢s simples de lo que los profesionales de la pol¨ªtica quieren hacernos creer. Tras el 11 de septiembre deb¨ªa haber prevalecido el sentido com¨²n. La reconstrucci¨®n de Afganist¨¢n deber¨ªa haber sido una prioridad absoluta; la pobreza en ?frica, tambi¨¦n. Los expertos han calculado que lograr que todo el mundo tenga acceso al agua potable costar¨ªa una media de 25 millones de d¨®lares por pa¨ªs africano. Hay cosas que se pueden hacer y que, en mi opini¨®n, constituyen un aut¨¦ntico inicio de respuesta a una guerra contra el terror. Mientras se ponga el acento en el mercado libre, en el poder de las firmas comerciales..., se reforzar¨¢ la miseria y se matar¨¢.
P. ?Era esta guerra la consecuencia de una serie de cosas que hac¨ªa ya tiempo que le indignaban?
R. S¨ª. Por ejemplo, el hecho de que tras la guerra fr¨ªa no se haya intentado redibujar el mundo de un modo constructivo. Creo que hay un momento, entre 1989 y 1991, en el que, con imaginaci¨®n y valent¨ªa, hubi¨¦ramos podido hacer mucho, y no estoy siendo especialmente sentimental o rom¨¢ntico. Pero nadie nos gui¨®. Todo lo que pas¨® fue que el libre comercio se export¨® a todo el mundo. De repente, los pa¨ªses del ex bloque del Este abrazaron el capitalismo con el mismo fervor con el que algunos se hab¨ªan adherido al comunismo. Lo que posteriormente ha surgido es consecuencia de ese fracaso: del fracaso de la imaginaci¨®n y del altruismo, de la carencia de visi¨®n, de sabidur¨ªa, de sentido com¨²n.
P. ?C¨®mo trabaja usted?
R. Al comienzo, sin descanso. Vuelvo una y otra vez sobre la primera p¨¢gina, el primer cap¨ªtulo. Pero no tengo ning¨²n plan. Intento entrar en la historia lo m¨¢s tarde posible y luego doy marcha atr¨¢s para explicar c¨®mo se lleg¨® a ello. Hago una serie de investigaciones sin las cuales la novela no ir¨ªa muy lejos, pues cada detalle hace avanzar la acci¨®n. Pero no se trata de una investigaci¨®n fr¨ªa; tambi¨¦n hago entrevistas, planteo preguntas y escucho las respuestas; hago que la gente se sienta en confianza conmigo, como en el periodismo. En El jardinero fiel, que trataba de la industria farmac¨¦utica, tuve que ir a Basilea y buscar a un cuadro medio de la industria farmac¨¦utica dispuesto a hablar de su vida. Pasar bastante tiempo con ¨¦l, prometerle que no iba a revelar las fuentes y ense?arle el resultado.
P. ?Tiene la impresi¨®n de ayudar al lector a ahondar en la complejidad del mundo?
R. Me sent¨ª orgulloso cuando la organizaci¨®n Oxfam me escribi¨® para darme las gracias tras la publicaci¨®n de El jardinero fiel, pero en el caso de Amigos absolutos simplemente deseo que los lectores compartan mi c¨®lera y sientan que hay que inventar formas nuevas de protesta y de expresi¨®n popular. Una de las ventajas del caos actual podr¨ªa ser la reconciliaci¨®n de la voluntad popular y el poder pol¨ªtico. El impacto de la televisi¨®n, la incesante repetici¨®n de clich¨¦s, han logrado hacernos ap¨¢ticos y est¨²pidos. Peor a¨²n, a que tengamos la impresi¨®n de que la pol¨ªtica es virtual. Lo mismo que la guerra, los muertos, e incluso la victoria. El hecho de que los civiles sean ahora un blanco quiz¨¢ provoque una protesta popular m¨¢s eficaz.
Hecho para ser esp¨ªa
Pregunta. En su libro evoca el Berl¨ªn de los a?os setenta, el de la extrema izquierda. ?Qu¨¦ pensaba usted entonces?
Respuesta. Ten¨ªa la impresi¨®n de estar viendo un teatro humano. En esa ¨¦poca yo era rico, ya hab¨ªa escrito El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo y miraba todo con los ojos del que acaba de acceder a la propiedad. Me sent¨ªa un poco culpable. Pero no estaba comprometido, ?no como ahora! En aquel entonces era funcionario y, por tanto, estaba institucionalizado. Hab¨ªa dado clases en Eton, la cuna de la respetabilidad, entrado en el Ministerio de Defensa y despu¨¦s en el Foreign Office. Hab¨ªa sido diplom¨¢tico en Bonn, c¨®nsul en Hamburgo. Era educado hasta el extremo. Escrib¨ªa al alba, de cuatro a siete de la ma?ana, ten¨ªa una doble vida y unas inhibiciones muy ancladas.
P. ?Le ha liberado la ficci¨®n?
R. S¨ª, pero me llev¨® tiempo. Una de las causas de mi inhibici¨®n fue mi infancia. Mi padre era un tipo muy especial, un empresario fracasado. Mi madre muri¨® cuando yo era muy peque?o. Mi hermano y yo vivimos fuera de todo control parental, bajo un tipo de control institucional: fundamentalmente el de los pensionados, a partir de los cinco a?os. Eso hizo que desde mi m¨¢s tierna infancia fuera un peque?o esp¨ªa. Mi hermano y yo aprendimos a hablar la lengua de la clase media, a reflexionar y funcionar como la clase media, pero sin formar parte de ella. Pens¨¢bamos que ¨¦se era el papel que hab¨ªa que desempe?ar en la vida. Ve¨ªa el mundo como un lugar muy peligroso, en el que hab¨ªa que disimular constantemente para evitar el desastre. Esa impresi¨®n de surgir de la nada explica tambi¨¦n mis relaciones con la gente: generalmente me siento mucho m¨¢s a gusto con el personal de servicio de los hoteles que con los clientes.
P. Estaba hecho para el mundo de los agentes secretos...
R. S¨ª, es un mundo en el que siempre hay que disimular, ser lo que los dem¨¢s quieren que uno sea. Para un escritor es una escuela formidable. El mundo secreto se convierte en un santuario. De hecho, mucha gente se refugia en ¨¦l por miedo al mundo real.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.