La riera de Merl¨¨s
Hace tres a?os, nos embarg¨® el coraz¨®n la noticia de la muerte de los dos ni?os del colegio Badalon¨¨s mientras practicaban una actividad l¨²dico-deportiva en la riera de Merl¨¨s. Como madres y padres, somos muy proclives a compartir los sentimientos de dolor e impotencia que este hecho debi¨® generar en sus familias. Ahora, contemplamos con desconcierto y preocupaci¨®n la sentencia que condena como responsable de homicidio por imprudencia al profesor de educaci¨®n f¨ªsica del centro. Con la distancia que nos permite la no implicaci¨®n personal en estos hechos, el accidente y la actual condena nos invitan a un conjunto de reflexiones.
En primer lugar, creemos que es imprescindible exigir en la organizaci¨®n de este tipo de actividades la profesionalizaci¨®n y formaci¨®n necesarias por parte de empresas y monitores. Asimismo, la seguridad en las instalaciones y la idoneidad de las actividades que en ellas se realizan deben cumplir la reglamentaci¨®n vigente, y revisarla en caso necesario. Todo esto, no nos enga?emos, cuesta dinero. El coste debe ser el ¨®ptimo, ni m¨¢s, ni menos. De esta forma se consigue minimizar el riesgo, pero nunca se anula.
En segundo lugar, hablemos del riesgo. ?Por qu¨¦ no nos replanteamos como educadores esta cultura de la inmediatez, del hacer m¨¢s que del pensar y el sentir? Para que se diviertan, no es imprescindible dirigir a nuestros hijos a realizar actividades intr¨¦pidas en las que el riesgo es el valor por excelencia.
En tercer lugar, creemos que la sentencia es injusta, porque el profesor, como individuo, no tiene una responsabilidad directa en el accidente. Hasta tal punto i era ajeno al riesgo que su propia hija colgaba de la misma cuerda. ?C¨®mo es que queda solo ante lo sucedido? ?C¨®mo es que la escuela queda al margen de la sentencia? Si era una actividad del colegio o de la AMPA, deb¨ªa haber sido aprobada en el consejo escolar. Y nos tememos que nuestro consejo escolar tambi¨¦n la habr¨ªa aprobado.
Nuestro acompa?amiento en el duelo que seguro invade a¨²n a las familias de Alba y Christian, y nuestro apoyo sincero a Joaquim Segura, profesor de educaci¨®n f¨ªsica, en cierta manera otra v¨ªctima de este desgraciado accidente.
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