Mayor¨ªa parlamentaria es minor¨ªa social
La mayor¨ªa parlamentaria es pr¨¢cticamente siempre minor¨ªa social. Lo es en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos del mundo y lo ha sido en Espa?a desde las elecciones constituyentes de 1977. Es pr¨¢cticamente inimaginable una circunstancia en la que pudiera no ser as¨ª. Eso es lo que la evidencia emp¨ªrica de que disponemos pone de manifiesto de manera inequ¨ªvoca. Por muy absoluta que haya sido la mayor¨ªa parlamentaria, nunca el partido mayoritario en Espa?a ha conseguido contar con m¨¢s apoyo electoral que el obtenido conjuntamente por los dem¨¢s partidos que concurr¨ªan a las elecciones. Ni siquiera en las elecciones de 1982, en las que el PSOE lleg¨® a tener 202 esca?os en el Congreso de los Diputados, superaron los votos obtenidos por los socialistas el 50% de los votos v¨¢lidamente emitidos. Si el n¨²mero de sufragios obtenidos se pone en relaci¨®n con el censo electoral y no con el n¨²mero de sufragios v¨¢lidamente emitidos, el car¨¢cter socialmente minoritario de la mayor¨ªa absoluta parlamentaria se acent¨²a todav¨ªa m¨¢s. Y es que los abstencionistas no cuentan electoralmente, pero s¨ª cuentan socialmente. Tambi¨¦n son ciudadanos, que tienen que ser dirigidos pol¨ªticamente por la mayor¨ªa parlamentaria y su Gobierno.
La mayor¨ªa, para hacerse social, tiene que convencer y no simplemente mandar
Esto es algo que ninguna mayor¨ªa parlamentaria y ning¨²n Gobierno debe perder nunca de vista. El sistema electoral es un mecanismo reductor de la complejidad social para hacer posible la toma de decisiones. La sociedad es tan extraordinariamente compleja que es incapaz de dirigirse a s¨ª misma. Precisamente por eso necesita sintetizarse pol¨ªticamente en el Estado, que, justamente por eso, es una representaci¨®n simplificada de la sociedad. El ¨®rgano m¨¢s plural y m¨¢s complejo del Estado, que es el Parlamento, no es nunca un reflejo sino una s¨ªntesis de la sociedad. Se necesita reducir pol¨ªticamente la complejidad de la sociedad para que ¨¦sta pueda ser gobernada. El sistema electoral es el instrumento a trav¨¦s del cual se produce esa reducci¨®n.
Pero la sociedad no deja de existir en toda su complejidad tras la celebraci¨®n de las elecciones y el recuento de los votos. Y es esa sociedad la que tiene que ser dirigida. La mayor¨ªa parlamentaria y su Gobierno deben tener siempre presente que son socialmente minoritarios y que ¨²nicamente pueden dejar de serlo en cada acci¨®n de Gobierno convenciendo a la opini¨®n p¨²blica de la idoneidad de la decisi¨®n que se toma. La mayor¨ªa parlamentaria no es m¨¢s que un punto de partida que proporciona legitimidad para tomar la iniciativa en la direcci¨®n pol¨ªtica de la sociedad. Pero esa legitimidad de origen tiene que ser complementada con una legitimidad de ejercicio, que tiene que ganarse d¨ªa a d¨ªa. La mayor¨ªa parlamentaria tiene que hacerse mayor¨ªa social d¨ªa a d¨ªa. Y para eso tiene que convencer y no simplemente mandar.
En esta legislatura pasada hemos tenido ejemplos desdichados de esta confusi¨®n entre mayor¨ªa parlamentaria y mayor¨ªa social. Y en el terreno en el que menos deber¨ªa producirse: en el terreno de la educaci¨®n. Posiblemente Pilar del Castillo pasar¨¢ a la historia como la ministra m¨¢s est¨¦ril de toda la democracia espa?ola. La soberbia con la que ha impuesto sus leyes educativas, tramit¨¢ndolas sin audiencia de los afectados, con sometimiento a los dictados de la Iglesia cat¨®lica, a u?a de caballo en las Cortes Generales, sin memoria econ¨®mica que las acompa?ara, con desprecio de las comunidades aut¨®nomas que son las administraciones que las tienen que aplicar, explica en buena medida, aunque no justifique, las reacciones que se han producido estos d¨ªas.
Esperemos que la lecci¨®n haya sido aprendida. De momento, parece haber sido as¨ª.
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