Las torpezas del 'caso Rowley'
Los servicios de inteligencia ignoraron 70 investigaciones de amenazas terroristas en 2001
En el verano de 2001, las oficinas locales del FBI repartidas por EE UU recibieron una circular en la que se ped¨ªa extremar la alerta y compartir la informaci¨®n sobre posibles movimientos de individuos vinculados a Al Qaeda. En ese mismo periodo, una agente de Minneapolis llamada Colleen Rowley trataba de conseguir que alguien le escuchara en la sede central del FBI: hab¨ªa detectado que un individuo vinculado a Al Qaeda, Zacar¨ªas Mossaoui, estaba empe?ado en aprender a pilotar un avi¨®n pero no ten¨ªa inter¨¦s por dominar la maniobra de aterrizaje. La justicia todav¨ªa trata de determinar si Mossaoui pudo haber sido un "piloto suplente" en la trama del 11-S, pero, lo sea o no, Rowley nunca recibi¨® la circular de sus superiores ni sus superiores recibieron la suya.
El caso de Rowley es quiz¨¢ el ejemplo m¨¢s claro de la falta de descoordinaci¨®n en la que se escudan la agencia de investigaci¨®n y el Gobierno de EE UU para explicar c¨®mo es posible que hubiera 70 investigaciones abiertas en el verano de 2001 y que ninguna de ellas diera con la trama del 11-S. En ese mismo periodo, la Administraci¨®n Federal de Aviaci¨®n distribuy¨® al menos cinco circulares con alertas espec¨ªficas sobre posibles secuestros de aviones.
El FBI justifica sus propios errores en la falta de coordinaci¨®n, el exceso de burocracia y, por encima de todo, las constricciones legales que ahora el Gobierno de Bush pr¨¢cticamente ha eliminado. Tal y como se ha descrito en las comparecencias ante la comisi¨®n del 11-S, el FBI era una especie de laberinto ministerial lleno de funcionarios preocupados por llegar pronto a casa. Aunque seg¨²n el informe que recibi¨® Bush el 6 de agosto hab¨ªa "70 investigaciones en marcha", nadie ha facilitado los detalles exactos. Seg¨²n Slate Gordon, miembro republicano de la comisi¨®n, "nadie sabe d¨®nde est¨¢n esas supuestas 70 investigaciones, nadie sabe qu¨¦ es lo que realmente se estaba haciendo". Parece que las investigaciones se reduc¨ªan en muchos casos a una hoja con el relato de alguna actividad sospechosa.
La Embajada en los Emiratos ?rabes Unidos hab¨ªa recibido una llamada que alertaba sobre "un grupo de seguidores de Bin Laden que planean ataques en EE UU". Un agente en Phoenix, Kenneth Williams, hab¨ªa alertado a sus superiores porque sospechaba que extremistas isl¨¢micos estaban aprendiendo a pilotar en academias estadounidenses; lleg¨® a pedir una investigaci¨®n en todo el pa¨ªs, pero nadie le escuch¨®. En Minneapolis, la detenci¨®n de Mossaoui se produjo por problemas de inmigraci¨®n, sin que se investigara su deseo de aprender a pilotar aviones comerciales. En otras sedes locales del FBI se detectaron desde planes de reorganizaci¨®n de Al Qaeda en EE UU hasta labores de inspecci¨®n de edificios en Nueva York por individuos sospechosos. Y la investigaci¨®n del atentado contra el Cole en Yemen pr¨¢cticamente conduc¨ªa hacia dos de los 19 secuestradores del 11-S, a los que la CIA y el FBI hab¨ªan detectado y localizado dentro de EE UU.
Ese verano, un agente del FBI que investigaba posibles tramas de Al Qaeda en Nueva York envi¨® a sus superiores un correo electr¨®nico para mostrar su frustraci¨®n: "Alg¨²n d¨ªa alguien morir¨¢ y la gente no entender¨¢ por qu¨¦ no fuimos capaces de poner m¨¢s recursos en determinados problemas".
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