El serm¨®n de El Tunecino
El cabecilla del 11-M dirigi¨® el rezo "dos o tres veces" en una mezquita de Madrid
Abdul es un argelino simp¨¢tico, fil¨®logo ¨¢rabe jubilado, que arrastra una cojera cuando va ense?ando las habitaciones de la casa, de unos 100 metros cuadrados. Desde la entrada se accede a una sala con una mesa baja repleta de revistas escritas en ¨¢rabe y a la sala de oraci¨®n. Al final de un pasillo est¨¢ el ba?o, dispuesto para facilitar el wuhdu, las abluciones previas al rezo. Los grifos, bajos, desaguan en un pil¨®n de modo que los fieles puedan lavarse los pies.
Las cinco oraciones (salats) preceptivas a diario en el islam son actos sencillos que no han de ser dirigidos obligatoriamente por un imam, o gu¨ªa espiritual. De hecho, en esta mezquita no hay uno fijo. Cualquier creyente puede dirigir el rezo para que le sigan en sus plegarias y movimientos. S¨®lo se exigen dos condiciones: el conocimiento de la Revelaci¨®n contenida en el Cor¨¢n, y el manifiesto abandono a Al¨¢ del que preside la oraci¨®n.
El Tunecino conoc¨ªa el Cor¨¢n, eso s¨ª, pero aunque su devoci¨®n fuera, cuando menos, desviada, el caso es que en "dos o tres" ocasiones dirigi¨® el rezo en esta mezquita. "Le deb¨ªa de venir bien por su trabajo pasar por aqu¨ª para la oraci¨®n, pero fue s¨®lo durante un tiempo, porque dej¨® pronto de asistir", dicen los que le trataron, sin poder precisar cu¨¢ndo estuvo Sarhane en el local. Dicen no recordar nada que les llamara la atenci¨®n en su conducta. "Llegaba a las tres menos cinco, rezaba, y a las tres y veinte ya se iba. Era el primero en partir y no hablaba mucho". Aseguran que Sarhane no parec¨ªa radical en las jutbas (serm¨®n del viernes, d¨ªa sagrado en el islam, en el que se glosan las aleyas o ense?anzas del Cor¨¢n) que ofreci¨® entonces a sus correligionarios.
En la sala de oraci¨®n, varias alfombras desva¨ªdas protegen del fr¨ªo los pies descalzos de los fieles. La decoraci¨®n de la estancia es austera: nada se?ala en la pared que mira a Levante que ¨¦sa es la quibla, la direcci¨®n de La Meca, hacia donde los fieles se postran.
Hasta que se abri¨® la mezquita que construyeron los saud¨ªes en 1992 junto a la M-30, la m¨¢s concurrida de Madrid desde entonces, los pocos musulmanes que viv¨ªan en la capital dispon¨ªan de este piso, abierto a la oraci¨®n "hace unos 30 a?os", para reunirse y rezar. En la historia moderna de Madrid s¨®lo hab¨ªa habido otro oratorio isl¨¢mico, el del cuartel de la guardia mora de Franco en El Pardo. ?ste fue clausurado en 1956, cuando las tropas volvieron al Marruecos ya independiente.
Pasados los a?os de su exclusividad, a la mezquita de Chamber¨ª acude ahora poca gente. "Entre semana no viene nadie, y los viernes, cinco o seis personas". Abdul reconoce que hay temporadas en las que no aparece ni una persona.
El pasado viernes eran cuatro fieles los que se dispon¨ªan a rezar la oraci¨®n de dhuhr, a las tres de la tarde, mediod¨ªa seg¨²n el horario solar. En esto llega Mohamed, otro argelino. Por su aspecto parece diferente de los dem¨¢s que se preparan para la plegaria. Es un hombre en sus treinta, barba larga, con un gorro de hilo blanco impoluto sobre la cabeza. Hablando de religi¨®n, Mohamed llega pronto a la pol¨ªtica, para disgusto de los otros. Dice que los profetas nunca fueron escuchados en su tiempo, "tampoco Jes¨²s", pareciendo aludir a otro barbudo amigo de los talibanes: Osama Bin Laden. Tambi¨¦n cree que la ley del tali¨®n es leg¨ªtima: "Si tu mujer hace sexo con otro, ?t¨² no la matar¨ªas?; y si fuera al rev¨¦s, ?no te matar¨ªa ella?; ?y si matan a tu familia?, ?t¨² qu¨¦ har¨ªas?".
Los dem¨¢s replican que el islam es una religi¨®n de paz, que se debe poner la otra mejilla, que la violencia no tiene justificaci¨®n. "Amin", que as¨ª sea.
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