'?galibert¨¦'
La igualdad est¨¢ en el origen de la sociedad moderna: libertad, igualdad, fraternidad. Esto es as¨ª merced a una aparente paradoja. La cuesti¨®n de la igualdad nace cuando el hombre moderno se descubre a s¨ª mismo como individuo, es decir, como ¨²nico, diferente del resto de sus semejantes. De ah¨ª que, continuando con la paradoja, podamos estar de acuerdo con la visi¨®n del liberal Dahrendorf cuando sostiene que "el fin de la igualdad es la desigualdad; el fin de los derechos universales reside en las diferenciadas vidas individuales". Con otras palabras, debemos ser iguales para poder ser igualmente libres de ser diversos. ?De qu¨¦ igualdad hablamos? Se expresa, primero y fundamentalmente, cuando decimos que "todos somos iguales". Nada hay de descriptivo en esta afirmaci¨®n. Al contrario, el sentido com¨²n nos muestra lo enormemente desiguales que somos los seres humanos. Sin embargo, la herencia ¨¦tica de la Ilustraci¨®n consiste en pensar a los seres humanos como si fueran iguales. Lo que queremos decir es que ninguna de las diferencias existentes entre los seres humanos es suficiente para distinguirlos radicalmente entre s¨ª, que dichas diferencias son consideradas irrelevantes desde el punto de vista moral.
Desde su origen, la concepci¨®n moderna de igualdad ha estado ligada a la idea de libertad. Su relaci¨®n ha sido generalmente conflictiva. Aunque todos los pensadores han planteado una relaci¨®n sin¨¦rgica entre ambos valores, la mayor¨ªa, y desde luego todos los ligados al campo liberal, han defendido que, a la larga, entre igualdad y libertad acaba produci¨¦ndose una situaci¨®n de conflicto. Este conflicto de valores tiene mucho que ver con la distinci¨®n liberal entre dos conceptos de libertad. La libertad negativa, concebida como ausencia de interferencia, se da cuando un sujeto tiene la posibilidad de obrar o de no obrar, sin ser obligado a ello o sin que se vea impedido de hacerlo por otros sujetos. Por su parte la libertad positiva se da cuando un sujeto tiene la posibilidad de orientar su voluntad hacia un objetivo, de tomar decisiones, sin verse determinado por la voluntad de otros. De ah¨ª que pueda denominarse, m¨¢s exactamente, como autonom¨ªa.
Ambos tipos de libertad pueden relacionarse con las dos grandes generaciones de derechos fundamentales: los derechos civiles y pol¨ªticos (libertad negativa), por un lado, y los derechos econ¨®micos, sociales y culturales (libertad positiva), por otro. Esta distinci¨®n resulta especialmente relevante desde la perspectiva de la acci¨®n pol¨ªtica. Para que la libertad negativa sea satisfecha puede bastar con que los poderes p¨²blicos se abstengan de actuar (para que la libertad de conciencia sea respetada basta con que el poder p¨²blico se abstenga de reglamentar las creencias de los ciudadanos). En cambio, los derechos sociales y econ¨®micos presuponen un Estado intervencionista, un Estado redistributivo-asistencial que asume la responsabilidad de garantizar a todos sus ciudadanos un m¨ªnimo de bienestar.
La libertad de, la libertad como simple ausencia de prohibiciones, es necesaria pero no suficiente para garantizar la construcci¨®n de una sociedad decente. La libertad tiene que ver con elegir aut¨®nomamente y poder realizar los propios proyectos vitales, y ello requiere disponer de recursos y asegurar oportunidades.
As¨ª pues, no hay contradicci¨®n entre igualdad y libertad. No tiene por qu¨¦ haberla. Las pol¨ªticas de igualdad tienen como objetivo la defensa de nuestra condici¨®n de ser agentes, es decir, de nuestra autonom¨ªa. La igualdad es condici¨®n necesaria para la libertad. Como argumenta acertadamente Etiene Balibar al desarrollar su idea de ¨¦galibert¨¦, "no hay ejemplos de restricciones o supresi¨®n de las libertades sin desigualdades sociales, ni de desigualdades sin restricci¨®n o supresi¨®n de las libertades". Conviene recordarlo precisamente ahora, cuando la bandera de la igualdad empieza a ondear all¨¢ donde, hasta ahora, tan s¨®lo se alzaban las ense?as de la libertad (negativa) y la seguridad (armada).
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