La vida detr¨¢s de los escombros
Esta peque?a aventura cinematogr¨¢fica iraqu¨ª es m¨¢s que una rareza, m¨¢s que un brote de brisa en el desierto. Zam¨¢n, el hombre de los juncos tiene entidad propia, es cine vivo. En la tr¨¢gica encerrona de Irak no puede haber un sistema de producci¨®n cinematogr¨¢fica propio. Pero hay cine. Y est¨¢ aqu¨ª.
Respira El hombre de los juncos un poderoso aliento documental, tiene ambici¨®n de trazar y decir cosas que se mueven escondidas detr¨¢s de la imagen de aplastamiento que hoy identifica su tierra. Y nos hace entrar en el territorio humano que hay dentro de la devastaci¨®n que degrada all¨ª la imagen de la vida. Es un filme noble y equilibrado, en el que lo que se encuentra est¨¢ a la altura de lo que se busca. Y tiene algo de pel¨ªcula inacabada, y no porque ofrezca imprecisiones o flecos, sino porque es un relato abierto a esquinas no dobladas del escenario por donde discurre ese m¨ªnimo relato.
ZAM?N, EL HOMBRE DE LOS JUNCOS
Direcci¨®n y gui¨®n: Amer Alwan. Fotograf¨ªa: Thomas Chichawa. Int¨¦rpretes: Sami Katan, Shadha Salim, Hussein Imad, F¨¢timah Salah, Saadiya al Zaydy. Irak, 2003. G¨¦nero: drama. Duraci¨®n: 77 minutos.
Lo que el director de Zam¨¢n, el hombre de los juncos, Amer Alwan, nos pone con transparencia, eficacia y buen oficio ante los ojos es una delicada aventura individual construida de manera que poco a poco adquiera l¨®gica de documento l¨ªrico, de poema verista: el estudio interior de un alma o, si se quiere, la indagaci¨®n de un estado de esp¨ªritu. En esa tierra, hoy identificable como borde del infierno de este mundo, siguen siendo visibles los signos primordiales del orgullo humano y de su alegr¨ªa de vivir.
Y los rostros de sus gentes, el dibujo de sus comportamientos, el drama de su supervivencia, se hacen cuestiones arrancadas de una cultura frondosa, rica y compleja, sobre la que peregrina el personaje Zam¨¢n -y con ¨¦l nosotros- por itinerarios de la verdadera vida iraqu¨ª, que no es la que hoy recogen los noticiarios de los d¨ªas de la bestia; no es la cr¨®nica de la devastaci¨®n y la muerte, sino otra, ¨¦sta.
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