Excepciones malague?as
En mi fuga malague?a, con mi mochila cargada de optimismo primaveral, me encontr¨¦ encantado pensando en mi propia lista de las cosas que hacen que la vida merezca la pena. No pido mucho, como cantaba el l¨²cido sarc¨¢stico de Kiko Veneno; poder hablar sin bajar la voz, caminar sin muletas, hacer el amor sin que haya que pedir permiso, o bien, si parece demasiado, todo lo contrario. Tambi¨¦n creo en la excepci¨®n. En las personas excepcionales, en las historias excepcionales. En M¨¢laga, entre pel¨ªcula y pel¨ªcula, entre la comedia dram¨¢tica de Felipe Vega con tantos reconocibles des¨®rdenes amorosos y la comedia menos seria, pero no menos v¨¢lida, en el mejor estilo de Manuel G¨®mez Pereira, con un inmejorable Eduard Fern¨¢ndez y una recuperada Ana Bel¨¦n que vuelve por donde sol¨ªa, consiguieron insuflarme ese optimismo un poco ciego que tienen los inicios de las historias de amor. Antes de que lleguen las soledades.
Excepcional malague?o es Adolfo S¨¢nchez V¨¢zquez, recuperado por su ciudad -?uno es de donde ha hecho el bachiller!, como con acierto dijo Max Aub-, que, despu¨¦s de tantos olvidos, de tanta desmemoria, se encuentra feliz en la ciudad que al fin le reconoce, le publica, le recupera y, adem¨¢s, le necesita. Creo que ser¨ªa el momento de su desexilio, con M¨¦xico en el coraz¨®n, pero regresando a sus or¨ªgenes. A otra M¨¢laga que no olvide lo que pas¨® en tiempos de carniceros franquistas, de criminales de guerra en los d¨ªas de aquel terrible camino de huida hacia Almer¨ªa. M¨¢s de 100.000 perdedores de aquella guerra ilegal e injusta. La memoria de nuestra historia se salvar¨¢ con recuperaciones como la de S¨¢nchez V¨¢zquez, de Cayetano Bol¨ªvar o ese santo laico llamado Norman Bethune.
No s¨®lo del ejemplar Museo Picasso debe vivir la cultura malague?a de ahora. El museo, casi barrio, picassiano dirigido con la sagacidad y modernidad de la tangerina cosmopolita Carmen Jim¨¦nez, ya es en seis meses un punto de referencia inevitable para nuestra mejor cultura universal. Un museo que da ministerios. Una joya cultural en periodo de expansi¨®n. ?Ser¨¢ Carmen Jim¨¦nez la que gu¨ªe su futuro? En esta semana de todos los rumores le pregunt¨¦ directamente a la directora por su futuro; sin dudar un momento me empez¨® a hablar de Pepe Carleton, de Emilio Sanz de Soto y de otros tangerinos de los tiempos en que T¨¢nger era la ciudad m¨¢s abierta y confiada del Mediterr¨¢neo. O sea, que hay nubes de verano sobre su continuidad. Al menos, as¨ª interpret¨¦ yo su larga cambiada.
M¨¢s all¨¢ del Museo Picasso, y de su futuro, otra de las visitas, de los descubrimientos que me hicieron sentir que hay cosas que merecen la pena, es la memoria recuperada de otro hombre de excepci¨®n. Se llama Norman Bethune, retazos de lo mejor de su historia se pueden ver en una exposici¨®n de la Diputaci¨®n malague?a. Un hombre que hab¨ªa triunfado como m¨¦dico cirujano en Canad¨¢, su lugar de origen, que ten¨ªa ¨¦xito social y econ¨®mico, un hospital propio en Montreal y todo a su favor para ser cada vez m¨¢s rico y famoso. Todo lo dej¨® para venir a nuestra Guerra Civil. Cre¨®, con ayuda de mulas y una ambulancia, la primera unidad m¨®vil de transfusiones de la historia. Coordin¨® la ayuda m¨¦dica canadiense a favor de la Rep¨²blica y marcha a M¨¢laga cuando se entera que la ciudad es asaltada por los fascistas, que decenas de miles de malague?os tienen que huir entre bombardeos por la carretera de Almer¨ªa. Bethune, que ten¨ªa muy presente haber venido a Espa?a para dar sangre, no para derramarla, que no quer¨ªa vivir sin rebelarse contra un mundo que engendraba crimen y corrupci¨®n, fue el salvador, el h¨¦roe civil y casi desconocido de aquella carretera de la muerte. Bethune muri¨® en China en el 39, ayudando a los heridos en el momento de la invasi¨®n japonesa. Entreg¨® su vida para salvar otras muchas. Sus textos, sus fotos, su vida son una verdadera excepci¨®n humana.
Tambi¨¦n en M¨¢laga est¨¢ la exposici¨®n que revisa nuestra creaci¨®n, nuestra est¨¦tica en la Espa?a de los a?os cincuenta. Tiempo de renovadas vanguardias en las artes, en el cine, en la arquitectura y en el dise?o. Maestro de dise?adores, al lado de Giralt Miracle, fue Manuel Prieto, uno de los grandes, excepcional cartelista, renovador de las est¨¦ticas de nuestra publicidad. Nacido en El Puerto de Santa Mar¨ªa, como su amigo Alberti, y autor del famoso toro de Osborne. Ese toro indultado de la muerte publicitaria de nuestras carreteras, convertido en uno de nuestros iconos m¨¢s reconocidos y reconocibles. Toro que vuelve de esos lugares de Irak en los que nada se le hab¨ªa perdido, que tampoco creo que est¨¦ c¨®modo en banderas usadas desde partidismos que nada tienen que ver con Manolo Prieto.
De M¨¢laga a Santander, para presentar una musical novela, Preludio, escuchando los Preludios de Chopin, reconoci¨¦ndome en mis contradicciones, disfrutando del recuerdo de la lectura de la novela de Ruiz Mantilla, un escritor que siempre parece estar en allegro molto, y una persona que hace que la vida parezca algo vivace. Ya llueve menos. Se despejan dudas. Incluso algunas tan enigm¨¢ticas como esa pregunta que result¨® ser la ¨²ltima duda del padre de Joaqu¨ªn Sabina. El ex polic¨ªa de ?beda, taurino y afable, se estaba muriendo; su familia le rodeaba en los ¨²ltimos momentos. Se despert¨®, parec¨ªa querer decir algo importante, eran sus ¨²ltimos deseos, sus ¨²ltimas palabras. Emocionados todos los suyos le escuchaban con atenci¨®n. El hombre, que estaba a punto de morir, se despert¨® y dijo: "?De d¨®nde sacar¨¢n tanto dinero las diputaciones?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.