De nuevo, la Pol¨ªtica
La autora sostiene que el Partido Popular ten¨ªa una factura pendiente y la hubiera pagado tarde o temprano, pero
Hace tiempo que existe un cierto consenso entre los cient¨ªficos sociales sobre el escaso efecto que las campa?as electorales tienen sobre la orientaci¨®n final del voto. Pero a juzgar por los esfuerzos dedicados al dise?o y puesta en escena de sus campa?as, no parece que ni los partidos ni sus maquinarias electorales otorguen mucho cr¨¦dito a tales argumentos. De la pasada campa?a se ha dicho que era una campa?a de perfil bajo; o, al menos, esa parec¨ªa ser la intenci¨®n de los estrategas del PP. El que dicha campa?a se viera abruptamente interrumpida el d¨ªa 11 de marzo por los atentados de Madrid podr¨ªa llevarnos a pensar que el resultado electoral se debi¨® exclusivamente a tales desgraciados sucesos, dejando a la campa?a electoral fuera del escenario o, como mucho, en un papel meramente secundario. Sin embargo, las elecciones generales celebradas en nuestro pa¨ªs hace ahora poco m¨¢s de un mes suponen un magn¨ªfico ejemplo de elecciones de cambio, en las que se han producido procesos de gran inter¨¦s desde el punto de vista del estudio de la opini¨®n p¨²blica que no pueden ser entendidos dejando al margen lo que ocurri¨® en aquellos "tres d¨ªas de marzo", pero tampoco obviando lo que hab¨ªa ocurrido con anterioridad. Aquellos tres d¨ªas llovi¨®, y mucho, pero lo hizo sobre mojado.
Aquellos tres d¨ªas tras el atentado llovi¨®, y mucho, pero lo hizo sobre mojado
Lo que sucedi¨® el d¨ªa de reflexi¨®n dio mayor sensaci¨®n de irrealidad a lo que acontec¨ªa
Aunque a medida que avanzaba la campa?a los sondeos iban mostrando una modulaci¨®n de las tendencias de voto, nada parec¨ªa anticipar el resultado que finalmente arrojar¨ªan las urnas el 14-M. Esta falta de anticipaci¨®n de los resultados, unida al car¨¢cter excepcional del clima pol¨ªtico en que se desenvolvieron los comicios, ha alimentado si cabe con mayor fuerza el ya cl¨¢sico debate pos-electoral sobre los errores de los pron¨®sticos electorales. Pero a tenor de lo le¨ªdo y o¨ªdo en diversos medios nacionales e internacionales, el principal problema esta vez no habr¨ªa estado en la incapacidad predictiva de las encuestas, sino en la falta de firmeza de una ciudadan¨ªa que, v¨ªctima de un estado de shock colectivo provocado por los atentados, habr¨ªa sucumbido a ciertas manipulaciones informativas interesadas, cediendo, a la postre, al chantaje del terrorismo (internacional).
No son sin duda novedosas las voces que claman en pos de la incapacidad del pueblo para tomar decisiones por s¨ª mismo, sin la adecuada gu¨ªa y direcci¨®n. Grandes te¨®ricos de la opini¨®n p¨²blica de ¨¦pocas pasadas y ubicuos peque?os usurpadores de la responsabilidad p¨²blica de todo tiempo han ensayado diversas variantes de este argumento. La peculiaridad viene dada porque, quiz¨¢ por la envergadura del atentado, quiz¨¢ por la sensaci¨®n de vuelco electoral que los resultados del 14-M produjeron, la ligaz¨®n entre el voto y los fines terroristas parece haber estado en esta ocasi¨®n m¨¢s presentes que nunca. Aunque ¨¦ste es sin duda un tema que merece una atenci¨®n aparte, vaya por delante que no parece una buena pr¨¢ctica (ni intelectual ni democr¨¢tica) confundir las viles razones de los verdugos con los motivos leg¨ªtimos de sus v¨ªctimas. Seguramente nada habr¨ªa sido lo mismo si el terrible atentado del 11-M no hubiera ocurrido, pero ¨¦sta parece raz¨®n insuficiente para afirmar, ni siquiera insinuar, que quienes votaron el 14-M a otra opci¨®n distinta de la del entonces partido en el Gobierno fueran colaboradores de facto de los fines terroristas...
La campa?a del PP pretend¨ªa, por una parte, dibujar en positivo las cualidades de Rajoy en tanto que candidato del PP, al tiempo que trataba de trazar un perfil negativo de Zapatero como un l¨ªder carente de las cualidades que se le presupon¨ªan al t¨¢ndem Rajoy-PP: experiencia de gobierno, autoridad, firmeza, claridad de criterio... Los logros, fundamentalmente econ¨®micos, reduc¨ªan el campo de la pol¨ªtica a la lucha contra el terrorismo y la firmeza frente a cualquier posibilidad de cambio en el marco jur¨ªdico-institucional de la Espa?a de las autonom¨ªas. No hab¨ªa lugar aqu¨ª para las propuestas de regeneraci¨®n democr¨¢tica -masivamente incumplidas- que ayudaron en parte a Aznar a llegar a La Moncloa en 1996. Tampoco la hab¨ªa para los que se ven¨ªan mostrando de manera cada vez m¨¢s patente como puntos d¨¦biles de la gesti¨®n del PP (subida espectacular del precio de la vivienda, precarizaci¨®n del empleo, inseguridad ciudadana, d¨¦ficit en la calidad de los servicios p¨²blicos, principalmente la sanidad y la educaci¨®n), cuya percepci¨®n se intentaba no obstante compensar con ofertas electorales dirigidas fundamentalmente a las clases medias.
Pero el tema tab¨², aquel para el que no se dejaba resquicio alguno, era el tema de la guerra. Para los estrategas del PP quedaba ya muy atr¨¢s, presumiblemente amortizado con el inesperado resultado que este partido obtuvo en los comicios municipales de mayo de 2003 y, en cualquier caso, adormecido gracias al discurrir del tiempo y de la propaganda oficial, que no s¨®lo daba el conflicto por zanjado, sino que, cuando hac¨ªa aparici¨®n inopinadamente a trav¨¦s de da?os colaterales que afectaban a intereses espa?oles, se transmutaba en una especie de "causa nacional" contra el terrorismo internacional. El protagonismo de Aznar en esta "cruzada" particular invitaba en cualquier caso a pensar que los da?os a la imagen del PP, de producirse, ser¨ªan absorbidos por la figura del presidente saliente.
Dise?ada en estos t¨¦rminos, la campa?a del PP ofrec¨ªa dos puntos flacos: que el l¨ªder de la oposici¨®n encajara mal en la tosca caricatura creada por los estrategas del PP, obligando a su candidato a salir a escena y "retratarse"; y que se diese una situaci¨®n en la que la econom¨ªa quedase en un lugar secundario frente a la pol¨ªtica. Ambas cosas ocurrieron, la primera, antes del 11-M, la segunda, despu¨¦s.
El 11-M hizo que la campa?a se diera por terminada de manera abrupta; s¨®lo quedaba cerrar filas en torno al Gobierno para hacer frente al horror que asolaba el pa¨ªs. El mensaje del Gobierno fue claro y rotundo en aquellos momentos: se trataba de la banda terrorista ETA y quienes lo negaban estaban simplemente intentando intoxicar a la opini¨®n p¨²blica. El pueblo espa?ol, al que ETA hab¨ªa atacado por el hecho mismo de serlo, deb¨ªa permanecer unido en torno a la Constituci¨®n y no ceder al chantaje del terrorismo. El Gobierno de la naci¨®n conced¨ªa as¨ª un contenido pol¨ªtico fuerte al mensaje del horror, la ruptura de la unidad de Espa?a, erigi¨¦ndose en su pretendido ¨²nico defensor.
Pero pronto la autor¨ªa de Al Qaeda comenz¨® a abrirse paso como una posibilidad. Mientras los medios espa?oles se divid¨ªan entre quienes apuntaban esta opci¨®n como hip¨®tesis y quienes denunciaban "una campa?a de intoxicaci¨®n" interesada, los miembros del Gobierno se afanaban en elaborar la hip¨®tesis de ETA (telegrama a las embajadas advirtiendo de la posibilidad de intoxicaciones interesadas, llamadas a los directores de los principales peri¨®dicos...). Mientras, en la calle, la solidaridad con las v¨ªctimas ("en ese tren ¨ªbamos todos") se mezclaba con la indignaci¨®n contra el Gobierno por su confusa pol¨ªtica informativa ("qui¨¦n ha sido"). Los gritos contra la guerra comenzaron a escucharse tambi¨¦n entre aquella multitud consternada. La pol¨ªtica comenzaba a pasar a primer plano.
Lo que sucedi¨® durante la jornada de reflexi¨®n no contribuy¨® sino a dar una mayor sensaci¨®n de irrealidad a todo lo que ven¨ªa aconteciendo. La entrevista del candidato del PP en El Mundo afirmando con rotundidad su "convicci¨®n moral" de que hab¨ªa sido ETA, la sucesi¨®n de comparecencias del ministro del Interior reforzando la misma hip¨®tesis al tiempo que iba dejando conocer nuevos indicios que apuntaban justamente en la direcci¨®n contraria, las concentraciones ante las sedes del PP de ciudadanos que "antes de votar quer¨ªa la verdad"... La comparecencia final de Acebes, ya en la madrugada del d¨ªa 14, informando de la aparici¨®n en una papelera de una cinta de v¨ªdeo en la que se reivindicaba el atentado por un grupo integrista, fue el acto final. Por primera vez no se insisti¨® en que la principal l¨ªnea de investigaci¨®n fuera ETA. S¨®lo quedaba esperar a la votaci¨®n, al d¨ªa siguiente, para saber qu¨¦ iba a ocurrir. Todo era posible.
El PP ten¨ªa una factura pendiente y la hubiera pagado tarde o temprano, pero la crisis provocada por el 11-M y su p¨¦sima gesti¨®n por parte del Gobierno la llevaron a primer plano. Desde el Gobierno se hab¨ªa pedido votar contra el terrorismo y los ciudadanos as¨ª lo hicieron, depositando su confianza en quien aparec¨ªa con mejores cualidades para afrontar la nueva situaci¨®n de incertidumbre. Porque el di¨¢logo, la capacidad de escuchar y ponerse en el lugar de otro, el respeto al que es diferente, a las opiniones de los dem¨¢s, constituyen cualidades pol¨ªticas de primer orden en los tiempos que corren. No es la econom¨ªa, est¨²pido..., ?es la pol¨ªtica! De nuevo, la Pol¨ªtica, y esta vez con may¨²sculas.
Olga Salido Cort¨¦s, doctora en Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa, es profesora de la Universidad Complutense.
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