Los retos pendientes
El desarrollo urban¨ªstico de Valencia en la ¨²ltima d¨¦cada ha sido espectacular. El PGOU de 1988 ofreci¨®, por primera vez desde 1966 (fecha del anterior plan) un modelo que representaba las aspiraciones de la ciudad, al recibir el respaldo de todos los grupos pol¨ªticos. La conjunci¨®n de este Plan y la agilidad que la nueva Ley Reguladora de la Actividad Urban¨ªstica ofrec¨ªa, constituyen, junto al buen momento econ¨®mico, la explicaci¨®n de este r¨¢pido desarrollo que ha permitido que pr¨¢cticamente todos los nuevos suelos de expansi¨®n que el PGOU preve¨ªa alrededor de la ciudad para acabarla, y crear un limpio l¨ªmite con la huerta, se hayan ejecutado o planificado. Hasta las voces m¨¢s cr¨ªticas con este desarrollo tienen que admitir el hecho de que nunca los barrios de Valencia han tenido avenidas de la amplitud y generosidad de espacio de las reci¨¦n creadas, o parques y jardines como los realizados a costa de los promotores del suelo y sin ninguna inversi¨®n municipal. El Plan de 1988 dimension¨® generosamente los espacios, tratando de superar el raquitismo y provincianismo de la anterior planificaci¨®n y haciendo que la ciudad recuperase esa visi¨®n ambiciosa que, en las postrimer¨ªas del XIX y principios del XX, produjeron espacios tan notables como las Grandes V¨ªas y el conjunto del Ensanche, dise?ados con ambici¨®n de gran ciudad y sin complejos de inferioridad.
Aqu¨ª estamos hablando de imagen de ciudad en su sentido m¨¢s directo y de una oportunidad hist¨®rica
Ahora bien, todo ese gran desarrollo tiene dos lagunas sin completar, ni siquiera a nivel de planificaci¨®n, que son la gran operaci¨®n del Parque Central y la de la conexi¨®n del Viejo Cauce del Turia con la d¨¢rsena del Puerto, con la configuraci¨®n definitiva del Proyecto del Balc¨®n Al Mar. Son dos proyectos de gran trascendencia, porque en ellos nos jugamos mucho m¨¢s que recomponer huecos urbanos que necesitan ser transformados y tampoco se trata de cl¨¢sicas operaciones de expansi¨®n urbana. Aqu¨ª estamos hablando de imagen de ciudad en su sentido m¨¢s directo y de oportunidad hist¨®rica. Por una vez, este sufrido adjetivo no me parece gratuito. Veamos por qu¨¦.
Los nuevos barrios perif¨¦ricos tienen su l¨®gica propia. Sus detractores les han acusado de muchos supuestos defectos, pero es un hecho objetivo que su densidad es menor y sus espacios p¨²blicos y calidad de urbanizaci¨®n, mejores que los de los barrios de los a?os 60 y 70 que, por desgracia y junto a ellos, a¨²n perduran. En cambio, el enlace de la Alameda y el Viejo Cauce con la D¨¢rsena interior y la operaci¨®n del Parque Central representan dos espacios clave interiores a la ciudad y de fuerte visibilidad que propician la creaci¨®n de nuevas ¨¢reas de centralidad urbana. Integrar el frente mar¨ªtimo en la ciudad, con el enlace de ese corredor verde que es el Viejo Cauce con la D¨¢rsena transformada en ¨¢rea de ocio y con el paseo mar¨ªtimo, creando un gran eje peatonal y verde de m¨¢s de 12 km desde el Parque de Cabecera hasta la Acequia de Vera, representa la clave de b¨®veda del definitivo reencuentro con el mar de la ciudad.
En cuanto al Parque Central, unir en superficie las Grandes V¨ªas y los Ensanches, ahora separados por el ferrocarril, representa un hito en s¨ª mismo y un desplazamiento deseable hacia el sur del centro de gravedad de la ciudad. Significa tambi¨¦n configurar un nuevo centro urbano con enormes posibilidades por su situaci¨®n, accesibilidad de transporte p¨²blico y ubicaci¨®n.
Si estas dos piezas le salen bien a Valencia, se habr¨¢ culminado con ¨¦xito una transformaci¨®n urbana que sacar¨¢ a nuestra ciudad del amplio y en parte desconocido conjunto de ciudades medias europeas para situarnos en los puestos de cabeza en calidad e imagen urbana.
La Copa del Am¨¦rica, como acicate natural del urbanismo, puede hacer mucho a favor del buen enfoque de estos proyectos: la apuesta por la calidad. Vamos a estar en el punto de mira del mundo entero y, cuando eso ocurre, es inevitable mirar con otros ojos nuestra ciudad. Esa visi¨®n cotidiana toma otras luces, deja entrever otras visiones y suscita la inevitable pregunta: ?c¨®mo nos ven los dem¨¢s? Y el corolario consiguiente: ?qu¨¦ podemos hacer para mejorar esa imagen? A partir de la Copa del Am¨¦rica nada ser¨¢ igual. Vamos a estar en el plano del mundo en el mismo sitio pero, por primera vez, con una imagen asociada. Dejaremos de ser ese "oscuro y h¨²medo puerto del Mediterr¨¢neo del que nadie ha o¨ªdo hablar", como Kenneth Tynan escrib¨ªa en el c¨¦lebre ensayo de los 70 sobre Valencia, para ser una ciudad que todo el mundo sabr¨¢ d¨®nde est¨¢ y qu¨¦ representa. Esto crea obligaciones y, la primera, ser m¨¢s ambiciosos respecto de nosotros mismos. Perder el (poco) complejo de inferioridad que nos queda y apostar por soluciones ambiciosas y de calidad.
Que nadie espere milagros. Para la Copa del Am¨¦rica no hay tiempo de hacer otra cosa en estos dos grandes espacios, que realizar los proyectos y, entre tanto, hacer una limpieza del terreno y, con suerte, alguna apertura parcial de las nuevas avenidas previstas. Pero la filosof¨ªa y contenido de los proyectos nos puede permitir presentar no s¨®lo el presente sino el futuro de la ciudad, que tan importante es demostrar lo que hemos sido capaces de hacer como lo que nos proponemos hacer y en este sentido esos dos grandes proyectos son piezas clave de nuestro futuro como ciudad de vanguardia. No los frustremos. Porque son los ¨²ltimos.
Alejandro Escribano es arquitecto y fue el director del Plan General de 1988.
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