Las torturas y las cruzadas
1. Los ej¨¦rcitos estadounidenses e ingleses exportan la democracia con la tortura incorporada. ?ste es el icono con el que algunos militares estadounidenses decidieron adornar su cruzada de liberaci¨®n. Las im¨¢genes han roto la censura patri¨®tica, el cord¨®n de sanidad con que el Gobierno de EE UU se hab¨ªa protegido. Ahora sabemos que el gobernador Bremmer sab¨ªa de las torturas por lo menos desde noviembre. Y no por ello dejaron de practicarse. Demostrada la falsedad de los motivos de la guerra -el terrorismo y las armas de destrucci¨®n masiva-, s¨®lo quedaba un argumento para justificarla: la promesa de la democracia. A ¨¦l apelaban Bush y Blair cuando ya se les hab¨ªan ca¨ªdo todas las m¨¢scaras con las que disfrazaron la operaci¨®n Irak. Los que vinieron a construir la democracia resulta ahora que lo hac¨ªan con la tortura como pr¨¢ctica nada excepcional. Los iraqu¨ªes ven ahora en las televisiones ¨¢rabes im¨¢genes que les recuerdan lo que los supervivientes del terror de Saddam contaban. A la tensi¨®n entre ocupantes y ocupados, a la dif¨ªcil relaci¨®n entre los liberadores y unos ciudadanos que se sienten culturalmente agredidos, se a?ade ahora que donde deb¨ªa decir libertad dice sadismo, vejaciones, tortura, la peor de las humillaciones, el desprecio m¨¢s absoluto al otro, convertido en objeto del odio. A Bush se le van cayendo todos los argumentos. Y s¨®lo le queda una v¨ªa muy estrecha: "Ahora por lo menos la tortura se castiga". Adem¨¢s de decirlo, tendr¨¢ que demostrarlo. El propio Rumsfeld tiene que reconocer que saldr¨¢n a la luz otros casos. Y cada vez hay m¨¢s pruebas de tolerancia de los jefes con los abusos.
Bush ha manchado la historia de la democracia americana que tantas veces salv¨® a Europa en momentos de apuro
2. De hecho, la primera prueba es Guant¨¢namo. ?Alguien se puede sorprender de que las tropas del ej¨¦rcito que tiene secuestrados a varios centenares de prisioneros en una situaci¨®n totalmente ilegal en la base caribe?a practique la tortura? Lo que ocurre en Guant¨¢namo, aparte de ser una manifiesta violaci¨®n de la legalidad, si no es tortura se le parece mucho. Si a miles de kil¨®metros del conflicto hay prisioneros sometidos a tan duras condiciones, ?es extra?o que los soldados en el escenario de la guerra entendieran que ten¨ªan carta blanca para soltar sus bajas pasiones y su sadismo? Guant¨¢namo es en este sentido una invitaci¨®n a la tortura.
Y lo es tambi¨¦n la dimensi¨®n de cruzada con que Bush y Blair revistieron la guerra. La carrera pol¨ªtica de Bush ha ido siempre orientada a preservar los intereses econ¨®micos de un clan. Pocas veces los lazos entre acci¨®n pol¨ªtica y beneficiarios econ¨®micos han sido tan estrechos como en la actual Administraci¨®n estadounidense. Pero sobre esta trama, el converso Bush, el hombre al que Dios le se?al¨® el camino que le permiti¨® dejar el alcohol y llegar a la Casa Blanca, ha construido un discurso ideol¨®gico inspirado en los sectores m¨¢s reaccionarios del cristianismo que juega sistem¨¢ticamente a confundir la verdad con la doctrina y la acci¨®n con la salvaci¨®n. Como todo discurso fundamentalista, desprecia la idea de l¨ªmites. Para el cumplimiento del bien, todo est¨¢ permitido. Y as¨ª ha explicado la misi¨®n estadounidense de salvaci¨®n del mundo. Cuando uno se erige en redentor de la humanidad, es sabido que la cr¨ªtica y la discrepancia desaparecen autom¨¢ticamente. Bush encontr¨® la complicidad de un creyente iluminado, Blair, para lanzar su guerra contra el mal. Cuando el doctrinarismo se convierte en gu¨ªa -sea de buena fe o por puro cinismo, que da lo mismo-, los soldados se convierten en cruzados y no hay barreras. La tortura es una consecuencia natural. En todos los proyectos que hacen de la pol¨ªtica verdad, ha acabado apareciendo inevitablemente como correlato de la ideolog¨ªa. Por eso es imprescindible, para el bien de la humanidad, que los estadounidenses echen a esta camarilla de doctrinarios neoconservadores como los espa?oles echamos a Aznar. Al fin y al cabo, ambos coincid¨ªan en una creencia: que fuera de ellos no hab¨ªa salvaci¨®n.
3. Desgraciadamente, estos hechos dar¨¢n alas al antiamericanismo, que es una de las enfermedades permanentes y mejor repartidas a derecha e izquierda. El antiamericanismo reinante no discrimina. En su l¨®gica reactiva, argumenta que cualquier presidente en el lugar de Bush habr¨ªa tenido un comportamiento parecido. Me parece un argumento que tiene una sola virtud: la de ser simple. Y ya se sabe que hoy todo lo simple tiene ¨¦xito. Gracias a ello uno cree estar instalado en el territorio de la verdad y del bien con el solo esfuerzo de haber decidido cu¨¢l es el enemigo. Bush ha manchado la historia de la democracia americana que tantas veces salv¨® a Europa en momentos de apuro. Es verdad que los espa?oles no gozamos del privilegio de ser liberados por los estadounidenses. Es justo reprocharles la decisi¨®n de pararse en los Pirineos. Y es comprensible que sus cabalgatas liberalizadoras nos impresionen menos que a otros pa¨ªses porque nosotros no tuvimos derecho a ellas. Pero Estados Unidos ha llegado m¨¢s de una vez a donde los europeos no alcanzaban y gracias a ellos se super¨® el tr¨¢gico momento en que, con casi toda Europa ocupada por el III Reich, las democracias se contaban con los dedos de una sola mano.
Pero Bush se ha cargado esta historia. Y ha manchado con la tortura la tradici¨®n democr¨¢tica de un pa¨ªs, como en otro momento terrible otras administraciones estadounidenses la mancharon con sangre de dictaduras latinoamericanas. Bush, como demuestran diversos libros aparecidos estos d¨ªas con firmas solventes, como las de Bob Woodward y Robert Clark, quiso utilizar el 11-S para construir una hegemon¨ªa de EE UU sobre el planeta conforme a unos valores que s¨®lo representan a una minor¨ªa, por numerosa que sea, de cristianos radicales. Este modelo y no la democracia liberal es lo que ha tratado de exportar a Irak, sin reparar en el respeto a la legalidad y en el consenso m¨ªnimo necesario para la gobernabilidad del mundo. Una potencia en crisis, desorientada por tener enfrente a un enemigo invisible, el terrorismo de Al Qaeda, se lanz¨® a buscar un rival y una guerra con la que reafirmar su supuesta superioridad. Lo que ha conseguido es constatar su propia debilidad. Ahora la potencia se encuentra atrapada en la peor de las situaciones. Si se va, pone de manifiesto su incapacidad para completar la tarea iniciada y abre el camino a la guerra civil y a la limpieza ¨¦tnica en un Irak condenado a dividirse en tres. Si se queda, la conversi¨®n en caos del paseo triunfal que Bush hab¨ªa anunciado hace un a?o deja abiertas todas las dudas sobre la capacidad de la superpotencia. Bush est¨¢ atrapado en una trampa que ¨¦l mismo construy¨®: abandon¨® la guerra contra el terrorismo para derrotar a Sadam. El terrorismo est¨¢ en alza y no hay modo de gobernar Irak.
4. Hay que reconocer que Zapatero es un hombre con suerte. Su decisi¨®n de abandonar Irak sin esperar a una nueva resoluci¨®n de la ONU pod¨ªa acarrearle dificultades en pol¨ªtica internacional y tensiones en el debate interior. La divulgaci¨®n de las torturas estadounidenses e inglesas en Irak ha cerrado cualquier discrepancia de golpe. Ning¨²n argumento de Zapatero para abandonar Irak pod¨ªa tener m¨¢s fuerza que estas im¨¢genes que no hacen sino confirmar que en esta guerra nada ten¨ªamos que hacer. La democracia no se defiende con torturas. Y bien que lo sabe, por el precio que le cost¨® a su partido, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.
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