Esto va mejor
Las palabras finales del discurso de investidura del presidente Zapatero pudieron parecer en exceso l¨ªricas o vaporosas. Con esa vertiginosa carrera que ha emprendido hacia la dial¨¦ctica de los a?os treinta, Jim¨¦nez Losantos las describi¨® como "mas¨®nicas". Mucho m¨¢s acertada parece una frase debida a Churchill: "Cu¨¢n infinita es la deuda debida a las met¨¢foras imaginadas por pol¨ªticos que quieren hablar con fuerza aunque no est¨¦n seguros de lo que van a decir".
El hecho es que esas palabras han creado un clima tan inesperado como ansiado por quien se sienta centrista. El di¨¢logo existe y, tambi¨¦n, la promesa, en principio cre¨ªble, de que durar¨¢. Da la impresi¨®n de que muchas reformas a emprender lo ser¨¢n sin intentar partir de cero o dar la vuelta a lo que ha sido la gesti¨®n precedente. Aparece el pluralismo cuando se trata de formar comisiones para enfrentarse a aparentes problemas insolubles como el de RTVE. Se ponen en marcha con decisi¨®n propuestas que en otro tiempo parec¨ªan herej¨ªas intolerables (el papel de las lenguas cooficiales en Europa). Incluso el CIS act¨²a como debe. Y, sobre todo, el Gobierno acepta una funci¨®n modesta y poco grata pero a veces imprescindible. Un Su¨¢rez, ya demacrado y acosado, recordaba a fines de los setenta que el Ejecutivo en Espa?a deb¨ªa de convertirse a menudo en un colch¨®n amortiguador de tensiones y no en un front¨®n para responder a las engendradas por otros.
Aun as¨ª el Ejecutivo vive un momento dulce. No tiene mucho que ver con el socialismo como partido sino con la capacidad de una persona (o un equipo) para percibir un momento hist¨®rico, identificarse con ¨¦l y personificarlo. De momento la puntuaci¨®n de Zapatero en la encuesta del CIS roza la del Su¨¢rez o el Gonz¨¢lez de sus mejores ¨¦pocas. Pero importa que ¨¦l y los suyos no se lo tomen muy en serio, como si fuera s¨®lo m¨¦rito propio y no, en parte, dem¨¦rito de otros. En Catalu?a, el tripartito funciona peor y s¨®lo puede pensarse que sea por el protagonismo de alguno de sus componentes. Las botaratadas y el sectarismo de una porci¨®n de la derecha espa?ola siempre tienen un correlato, como m¨ªnimo semejante, en las de una parte de la izquierda.
No dejemos de mostrar satisfacci¨®n ante una situaci¨®n como la presente aunque s¨®lo sea por gratitud ante el infortunio evitado. En el mundo pol¨ªtico (pero tambi¨¦n en la controversia intelectual) hace tan solo semanas la situaci¨®n era mala, casi angustiosa. El di¨¢logo parec¨ªa una est¨²pida obsesi¨®n de equidistantes. Lo ¨²nico importante era el terrorismo de ETA y la supuesta amenaza de inminente disgregaci¨®n del Estado. Quienes presentaban en estos t¨¦rminos el panorama simplemente se equivocaban. Pero con ellos no debe practicarse este perverso deporte hisp¨¢nico que consiste en el ajuste con el pasado. Es una p¨¦rdida de tiempo y siembra de impedimentos para hacer lo importante. Cuenta Miguel Maura que Alcal¨¢ Zamora, con su caracter¨ªstico acento andaluz, le dijo en una ocasi¨®n: "Migu¨¦, yo no zoy rencorozo pero quien me la jase me la paga". No merece la pena que nadie lo pague.
Al margen del debate intelectual, una raz¨®n importante deriva de la posible reconducci¨®n de la oposici¨®n. El PP ha empezado a transgredir el catecismo de Aznar, recientemente publicado en forma de libro azul, en dos puntos importantes. Ya no se niega al cambio de la Constituci¨®n, en concreto en materias relativas a la composici¨®n y el papel del Senado. El pacto antiterrorista parece haberse librado de su componente antinacionalista con cuyo aditamento en la pr¨¢ctica Aznar serv¨ªa prop¨®sitos tan partidistas como min¨²sculos. Ya en el Parlamento parece m¨¢s frecuente la sonrisa, aunque pertrechada de dagas florentinas, que el guante de boxeo. Existe todav¨ªa un largo camino por recorrer hasta que el PP se desembarace de la carga de Irak que, lejos de aligerarse con el tiempo, se agrava por motivos previsibles aunque ignorados por los estrategas oficiales. Nada bueno ser¨ªa que una derecha golpeada por el choque con la realidad degenerara en una erupci¨®n de baron¨ªas. Pero bien har¨ªan sus compa?eros, a los que hay que imaginar abrumados por el hedor, en llamarle la atenci¨®n al sr. Acebes sobre su condici¨®n de cad¨¢ver pol¨ªtico.
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