Los toros
Mi padre era torero profesional. De peque?a, antes de las corridas, le ve¨ªa entrar al cuarto de ba?o vestido de padre normal y salir convertido en un dios refulgente, embutido en su traje de mil brillos (una transmutaci¨®n que puede dar origen a muchas horas de div¨¢n psicoanal¨ªtico). He asistido a m¨²ltiples corridas desde mi infancia, pero hace mucho que he dejado de ir. No me gustan. Me parecen de una violencia insoportable, y no s¨®lo para los toros, lo cual es evidente, sino tambi¨¦n para los lidiadores. Conozco bien a los toreros y s¨¦ que no son unos brutos carniceros. Si entrevistas a un futbolista, la mayor parte de las veces comprobar¨¢s que es, con perd¨®n, un marmolillo; pero si entrevistas al torero m¨¢s inculto, por lo general poseer¨¢ algo propio que decir, porque ha tenido que pensarse la vida (y la muerte). Mi amor por los animales, que es enorme, lo hered¨¦ de mi padre, que adoraba a todos los bichos vivientes. As¨ª somos de complejos y contradictorios los humanos.
La lidia taurina es un ritual antiqu¨ªsimo, una liturgia de muerte primordial y primitiva, de ah¨ª su atractivo y su potencia cat¨¢rtica. Pero tambi¨¦n las ejecuciones p¨²blicas o el circo romano deb¨ªan de ser profundamente emocionantes, y, sin embargo, la sociedad ha crecido por encima de esas brutalidades. En su art¨ªculo a favor de los toros, mi admirado Vargas Llosa olvida un argumento fundamental: puede que los animales que nos comemos sean peor tratados en los mataderos, pero no hacemos de su sufrimiento un espect¨¢culo. Y esa diferencia es esencial. Cuando se impuso el peto a los caballos durante la dictadura de Primo de Rivera (hasta entonces los toros destripaban a tres o cuatro caballos cada tarde; les met¨ªan los intestinos a pu?ados, les cos¨ªan en vivo y volv¨ªan a sacarles), el gran Ortega y Gasset escribi¨® indignado que el peto acababa con la fiesta. Ortega pertenec¨ªa a su ¨¦poca, un tiempo violento y sanguinario que desemboc¨® en la carnicer¨ªa de la Guerra Civil. Hoy nadie soportar¨ªa el atroz tormento de los caballos, porque hemos ganado en civilidad, porque somos mejores y m¨¢s humanos. Y llegar¨¢ el momento en que nadie soportar¨¢ la crueldad de la lidia. Den un paso mental atr¨¢s, s¨¢lganse de esta ¨¦poca y contemplen la fiesta taurina: ver¨¢n que es tremenda.
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