Aventuras en la sierra de Guara

Al calor de un nuevo verano, la sierra de Guara vuelve a llenarse de excursionistas enfundados en trajes de neopreno para soltar adrenalina haciendo rafting, hidrospeed, pirag¨¹ismo de aguas bravas o descenso de ca?ones y barrancos. La abundancia de nieve ca¨ªda durante el pasado invierno garantiza un buen ca?o de aguas bravas e incontables toboganes para disfrutar sin tregua de tan estresante actividad. Uno de sus reconocidos promotores, Alfonso Puicerc¨²s, gu¨ªa de monta?a y responsable de la empresa de deportes de aventura Avalancha, ejerce tambi¨¦n de hostelero tras la puesta en marcha de un hotel en la entrada misma a Alqu¨¦zar, pueblo del que arrancan los principales accesos a esta sierra. Lejos de cualquier t¨®pico, Santa Mar¨ªa de Alqu¨¦zar ofrece un acomodo funcional y de naturaleza m¨¢s bien modesta, sin pretensiones de ning¨²n encanto. S¨®lo para quitarse la fatiga entre s¨¢banas. El entorno monumental de la villa oscense obliga a detenerse lo m¨ªnimo, descargar las maletas y subir el coche hasta el aparcamiento p¨²blico habilitado en las afueras. Al abandonar el hotel toca repetir la maniobra en sentido inverso.

De puertas adentro se percibe cierto inter¨¦s en Puicerc¨²s por los detalles ornamentales antes que por el perfume ambiental y las maneras del servicio, reflejo de lo que antecede en la fachada, de vago recuerdo mud¨¦jar, compartida con la sede de la empresa Avalancha. El esp¨ªritu deportivo justifica que el lugar permanezca cerrado a cal y canto toda la noche. Quien se descuelgue m¨¢s tarde de la medianoche corre el riesgo de dormir bajo otras estrellas.

Por tal raz¨®n sorprende la limitaci¨®n impuesta en los horarios de desayuno: entre las ocho y las diez de la ma?ana. O su manifiesta frugalidad, con una boller¨ªa estuchada como ¨²nico delicatessen.

Azules, amarillos, magentas y verdes suavizan la gravedad estructural del edificio con un criterio no experto que se extiende al mobiliario y las tapicer¨ªas, a los detalles r¨²sticos y al predecible decorado de piedra vista que entrona el sal¨®n de estar. Tres amplios ventanales arcados lo iluminan con luz natural, mientras el danz¨®n de la chimenea hace frente a las inclemencias serranas y el televisor emite sin desmayo su zumbido parlante. Los dormitorios se ofrecen muy justitos de espacio a lo alto de cuatro plantas ciertamente apretadas; algunos desconchones van apareciendo con el tiempo en las paredes. Entre todos (17 dobles, 2 triples y 1 de uso individual) merecen ser destacados los que asoman sus balcones al conjunto monumental de Alqu¨¦zar, presidido por la colegiata rom¨¢nica de Santa Mar¨ªa.