De mesa camilla
A una distancia prudente del piano se hab¨ªa instalado una mesita con dos sillas. Encima una jarra de agua y un par de vasos. La m¨ªnima escenificaci¨®n era una declaraci¨®n de intenciones de una b¨²squeda de intimidad, como un acto de rebeld¨ªa frente a las convenciones habituales del concierto. Bien es verdad que la mesa no era redonda ni la faldilla de cuadros c¨¢lidos, sino todo m¨¢s bien funcional, a tono con la est¨¦tica del auditorio. Cada pianista utilizaba este espacio adicional como lugar de descanso mientras el otro tocaba en solitario. La atm¨®sfera po¨¦tica no acababa en cualquier caso de cuajar, pero al menos se intentaba una ambientaci¨®n diferente, una cercan¨ªa con la m¨²sica. A media luz, adem¨¢s.
Ciclo de Grandes Int¨¦rpretes
Maria Jo?o Pires y Ricardo Castro (pianistas). Obras de Schumann, Iriarte, Chopin y Schubert. Organizado por la Fundaci¨®n Scherzo, con el patrocinio de EL PA?S. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de mayo.
Entra de lleno en la est¨¦tica de Maria Jo?o Pires este tipo de acciones. A la pianista portuguesa le gusta compartir sus vivencias musicales. Desde el concierto y a trav¨¦s de su vinculaci¨®n, de su militancia m¨¢s bien, con la pedagog¨ªa. La suya es una actitud ¨¦tica. Con el pianista brasile?o Ricardo Castro se identifica en estas y en otras cuestiones. En la manera de tocar, por ejemplo, cuando lo hicieron a cuatro manos. Seis impromptus de Schumann, abordados con delicadeza, un par de arreglos sobre una estampa na?ve y un nocturno del joven compositor Guillermo Alonso Iriarte (C¨¢ceres, 1973) tocados con convicci¨®n y correspondidos con un gran ¨¦xito y, en fin, la Fantas¨ªa en fa menor D940, de Schubert, expuesta por la pareja de pianistas con una sensibilidad arrebatadora.
En solitario saltaron a la luz las notables diferencias entre los dos pianistas, por mucho que conceptualmente vayan en la misma direcci¨®n. Ricardo Castro llev¨® los Estudios sinf¨®nicos, opus 13, de Schumann, con una exquisita correcci¨®n, pero sin el pellizco de apasionamiento rom¨¢ntico. Pires, sin embargo, despleg¨® en Chopin las esencias de su pianismo sensible e intenso a trav¨¦s de una fantas¨ªa, una fantas¨ªa-impromptu y una polonesa fantas¨ªa. Acariciando el piano, contagiando un sentimiento familiar por medio de una privilegiada musicalidad, exhibiendo una t¨¦cnica colosal al servicio de un humanismo inmediato. Seguramente fue lo mejor de una velada relajante y c¨¢lida en el esp¨ªritu de una reuni¨®n de amigos alrededor de una mesa camilla. Al final todos felices.
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