La impresi¨®n de un debate
He visto con inter¨¦s el debate televisado de los candidatos del PP y del PSOE al Parlamento europeo. Mi curiosidad se centraba m¨¢s en el debate mismo que en los mensajes que pudieran transmitirme los participantes, aunque tampoco ¨¦stos han estado desprovistos de inter¨¦s. Hac¨ªa muchos a?os que no presenci¨¢bamos un enfrentamiento de estas caracter¨ªsticas y su celebraci¨®n ven¨ªa precedida de una pol¨¦mica sobre su conveniencia o no y sobre los efectos beneficiosos que pod¨ªa tener para la informaci¨®n de los electores y la revitalizaci¨®n democr¨¢tica. De ah¨ª mi inter¨¦s por el hecho en s¨ª.
En cuanto a mis conclusiones inmediatas hay dos que son positivas. La primera tiene que ver con su eventual efecto propagand¨ªstico para las elecciones mismas. La segunda es consecuencia de la anterior. La confrontaci¨®n dial¨¦ctica atrae y congrega, y lo que es m¨¢s importante, predispone a inclinarse por uno u otro de los contrincantes. Si Europa no despierta a¨²n nuestro inter¨¦s, es casi seguro que a partir de hoy esa apat¨ªa habr¨¢ sido suplantada entre los espectadores por un inter¨¦s de parte: al margen de cu¨¢l sea el objetivo, querr¨¢n que gane uno u otro. El esp¨ªritu ag¨®nico ha sido potenciado.
De lo que no estoy tan convencido es de las virtudes informativas del evento. Es muy posible que una entrevista individual de cada uno de los candidatos con un periodista poco complaciente hubiera sido m¨¢s rica en este sentido. Claro que habr¨ªa suscitado mucho menos inter¨¦s. Excesivamente reglamentado y r¨ªgido, el debate s¨®lo pod¨ªa deparar la sorpresa de alguna revelaci¨®n imprevista. No se ha producido y cada candidato se ha atenido a un gui¨®n previo que parec¨ªa estudiado ad nauseam. Eran tan claros los guiones previos, que ambos participantes se han quejado de que el otro no respond¨ªa a sus preguntas. Y ambos ten¨ªan raz¨®n, aunque lo que me sorprende sea su extra?eza, ya que los dos sab¨ªan que una de sus tareas era sortear preguntas inc¨®modas. Quiz¨¢ la victoria en este tipo de debates se decida no en las respuestas, sino en el n¨²mero de preguntas sin respuesta que los candidatos sean capaces de hacer. Ah¨ª lo ha pillado, dir¨¢ el telespectador, y la habilidad del contrincante residir¨¢ en contraatacar con un ah¨ª lo ha pillado m¨¢s contundente en su turno de r¨¦plica, y no en responder con acierto.
Con todo, a pesar de ese tono general de di¨¢logo de sordos, los candidatos han mostrado tener tablas y capacidad para cumplir el papel encomendado. Y se han podido percibir dos posturas claramente diferenciadas. Supongo que la imagen, la personalidad y el carisma de los candidatos habr¨¢n tenido su importancia a la hora de ganarse adeptos. Yo, que soy ya perro viejo, no he descubierto nada nuevo al respecto pues los conozco desde hace tiempo. Nada nuevo en el aire distante, parsimonioso, de gran se?or, de Jaime Mayor Oreja, al que no le hace ning¨²n favor la asimetr¨ªa de sus ojos, ni cuando sonr¨ªe ni cuando est¨¢ serio. Nada nuevo tampoco en el aire m¨¢s fogoso, m¨¢s nervioso de Borrell, al que tampoco le hace ning¨²n favor una dicci¨®n que conjugada con el morrito de sus labios resulta algo impertinente.
Pero se han podido vislumbrar algunas cosas en el debate. Por ejemplo, que Borrell es m¨¢s europe¨ªsta que Mayor. El primero hablaba de Europa como de una unidad pol¨ªtica, y subrayaba la necesidad de su Constituci¨®n en ciernes para dotarla de coherencia, de eficacia y de una finalidad hist¨®rica. Para el segundo, Europa parec¨ªa algo todav¨ªa demasiado externo, un mercadillo de competidores en el que cada cual trata de extraer las mayores ventajas. Es posible que esta segunda visi¨®n se ajuste m¨¢s a la realidad, pero Borrell expresaba un deseo y creo que lo ha hecho con convicci¨®n. Y una objeci¨®n desde estas latitudes a Jaime Mayor. No se puede hablar continuamente del inter¨¦s de los espa?oles -?un¨ªvoco?- y oponerle el de los nacionalistas, como si estos fueran de otra especie. Podr¨¢n estar equivocados, y sin duda lo est¨¢n, pero tan equivocado como ellos se halla quien, pretendiendo lo contrario, no hace sino darles la raz¨®n. ?No los considera espa?oles, se?or Mayor?
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