Correlimos en la lengua de arena

Denominadas marismas de Isla Cristina, por pertenecer casi en su totalidad al t¨¦rmino municipal de este pueblo, en realidad su extensi¨®n llega mucho m¨¢s all¨¢, rozando la localidad de Ayamonte, por un lado, y La Redondela, por el otro. La importancia de este ecosistema acu¨¢tico se vio recompensada con su declaraci¨®n como paraje natural el 18 de junio de 1989, que dio protecci¨®n a una superficie de 2.145 hect¨¢reas cobijadas del mar por barras de arena. Una asociaci¨®n de ca?os, brazos, islas y retales de marisma vieja poblados de vegetaci¨®n se mezclan con numerosas l¨¢minas de aguas salinas, para dar forma a un paraje querencioso para infinidad de aves propias de los humedales salobres.

Entre las peculiaridades vegetales que pueblan el entorno se pueden encontrar las t¨ªpicas plantas adaptadas al medio salino, como carrizos, salicornias y espartinas, pero adem¨¢s los complejos dunares que rodean los aguazales se hallan poblados de pinos pi?oneros, sabinas y barrones, que alternan con peque?as bellezas herb¨¢ceas, como el alhel¨ª de mar, el cardo mar¨ªtimo y la linaria.

La escasa profundidad de las aguas que afloran con el movimiento de las mareas y las ingentes cantidades de limos y dep¨®sitos aluviales que aportan los r¨ªos Guadiana y Carreras crean un mundo fangoso particularmente apreciado por aves lim¨ªcolas como zarapitos, ostreros, archibebes y chorlitos. Y metidos de patas en las aguas saladas aparecen dos de las joyas aladas de Isla Cristina, el flamenco y la esp¨¢tula.

Por la v¨ªa verde del litoral

Una de las mejores alternativas para recorrer y admirar la belleza de estas marismas y su fauna consiste en patear el viejo camino f¨¦rreo del tren que un¨ªa Gibrale¨®n con Ayamonte. Este antiguo trazado viario se desmont¨® hace algo m¨¢s de una d¨¦cada y pas¨® a convertirse en una v¨ªa verde, de la que su traza entre La Redondela y Ayamonte transcurre por medio del aguazal marisme?o de Isla Cristina.

El Hombre y la Marisma

Al pie del renovado sendero, a su paso por la localidad de Pozo del Camino, se encuentra el centro de interpretaci¨®n de El Hombre y la Marisma, instalado en un antiguo molino de mareas, rehabilitado como museo etnogr¨¢fico. La antigua plataforma viaria tiene un recorrido total de 49 kil¨®metros de cabo a rabo, aunque el trazado que cruza por las marismas se compone tan s¨®lo de 11. La horizontalidad necesaria para la buena marcha de los trenes, la templanza de su clima primaveral y la belleza de sus paisajes hace que esta vieja senda de hierro sea una ruta magn¨ªfica para iniciarse en el cicloturismo.

A muy poca distancia de Isla Cristina, la acci¨®n de las mareas, los vientos de poniente y la corriente del r¨ªo Piedras se han inventado, en su encuentro con el oc¨¦ano Atl¨¢ntico, un paraje natural en forma de flecha litoral de 12 kil¨®metros de longitud. La playa de la Antilla, en el t¨¦rmino municipal de Lepe, facilita el acceso al camino de entrada a esta fabulosa lengua de arena. Un accidente geogr¨¢fico en continuo crecimiento y remodelaci¨®n que se alarga varios metros cada a?o.

A poca distancia de la aldea de pescadores de El Terr¨®n se halla un centro de interpretaci¨®n y aula marina que muestra a los visitantes los encantos del paraje natural de las Marismas de R¨ªo Piedras y Flecha de El Rompido. Tras este primer contacto hay que acercarse al lugar denominado Nueva Umbr¨ªa, donde se pueden dejar los veh¨ªculos e iniciar el recorrido por la barra de arena. En sus 300 metros de anchura crecen retamas y varios tipos de salicornias, que han fijado las dunas y han aportado las condiciones m¨ªnimas para el asentamiento de la fauna. Las playas que se abren al oc¨¦ano se componen de millones de conchas marinas de todos los tama?os, entre las que buscan su comida varias especies de gaviotas, cormoranes y chorlitejos. Por el contrario, la orilla interior, que da vistas a la desembocadura del Piedras, almacena los limos que aporta la corriente fluvial; zona frecuentada por los correlimos, andarr¨ªos, archibebes y agujas.