Profec¨ªa
En un acto de homenaje al rey Sancho III el Mayor, se?or de los vascos, celebrado hace unos d¨ªas, el lehendakari Ibarretxe afirm¨®, entre otras cosas: "No sabemos c¨®mo ser¨¢n dentro de 1.000 a?os Espa?a, Francia, Europa, el mundo. Eso s¨ª, igual que hace 1.000 a?os, aqu¨ª seguir¨¢ Euskal Herria".
Si no hablaba por hablar, y un lehendakari nunca hace tal cosa, la invocaci¨®n encierra un grave peligro porque es sabido que a menudo los dioses, cuando quieren castigarnos, nos conceden nuestros deseos m¨¢s fervientes.
En la letra peque?a de la mitolog¨ªa griega aparece un personaje de nombre Tit¨®n. Era hermano de Pr¨ªamo, el c¨¦lebre rey de Troya que hoy triunfa en nuestras pantallas. Eos, diosa de la aurora, la de rosados dedos, se enamor¨® de Tit¨®n y por temor a perderlo pidi¨® a Zeus que le concediera la inmortalidad. Pero se olvid¨® de pedir tambi¨¦n la eterna juventud para su amado, de modo que el pobre Tit¨®n no se muri¨®, pero fue envejeciendo m¨¢s y m¨¢s hasta convertirse en un verdadero pingajo: se pasaba todo el tiempo en una cuna, lelo y parloteando sin cesar; y su amada Eos, eternamente joven, le daba de comer en la boquita.
No deseo que esto le pase a Espa?a, ni a Europa, ni al mundo, ni tampoco a Euskal Herria, por m¨¢s que lo desee Ibarretxe. La imagen del r¨ªo que fluye irremisiblemente no es s¨®lo hermosa, sino tranquilizadora. En el fondo, haber cambiado quiere decir haber vivido. Y lo otro s¨®lo es permanecer.
Claro que, en definitiva, da igual, porque predecir el futuro no es una competencia que se pueda transferir a los gobiernos aut¨®nomos ni a nadie. Lo malo es que a veces alguien piensa que la cosa va en serio y est¨¢ dispuesto a llevarse por delante a quien haga falta para que se cumpla la palabra del profeta. Qu¨¦ le vamos a hacer. Aqu¨ª hay libertad de expresi¨®n y cada cual es libre de hacer los augurios que se le antojen. Y dentro de la ret¨®rica pl¨²mbea y vac¨ªa del discurso y la arenga, una profec¨ªa siempre queda bien, despabila a la audiencia y personalmente no compromete a nada, porque no hace falta ser profeta para saber d¨®nde estar¨¢n de aqu¨ª a 1.000 a?os Ibarretxe y todos sus oyentes, con la salvedad de Tit¨®n, quien para entonces, si la profec¨ªa se ha cumplido, es posible que haya sido elegido lehendakari.
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