Situaci¨®n del Museo de Ciencias Naturales
En la Colina de los Chopos del madrile?o paseo de la Castellana, se alza majestuoso el edificio decimon¨®nico (1887) denominado en su origen Palacio de Exposiciones de las Artes y la Industria. Mucha gente lo identifica con el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y otra con la Escuela T¨¦cnica Superior de Ingenieros Industriales.
El germen de nuestro actual museo es el Gabinete de Historia Natural propuesto por don Antonio de Ulloa en 1752, y establecido definitivamente por Carlos III como Real Gabinete de Historia Natural. Por tanto, hoy estamos, a?o m¨¢s o a?o menos, en el 250? aniversario de una de las instituciones cient¨ªficas y culturales m¨¢s importantes de Espa?a y de las m¨¢s antiguas del mundo. El museo se traslad¨® de la calle de la Magdalena, esquina a Lavapi¨¦s, a lo que hoy es la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la calle de Alcal¨¢. Para darle una ubicaci¨®n definitiva, se encarg¨® la construcci¨®n de un edificio junto al Real Jard¨ªn Bot¨¢nico, que finalmente se destin¨® a lo que hoy d¨ªa es el Museo del Prado. Pas¨® un siglo XIX donde sobrevivi¨® a expolios y miserias, pero durante el cual origin¨® numerosas c¨¢tedras universitarias. A principios del siglo XX el museo qued¨® instalado en su lugar actual y en 1913 pas¨® a llamarse Museo Nacional, condici¨®n que conserva hasta hoy. Gracias a la obra de Ignacio Bol¨ªvar y Urrutia, ya fuera como director o desde la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios e Investigaciones Cient¨ªficas (de la que fue su ¨²ltimo presidente), el MNCN marc¨® el despegue de las Ciencias Naturales en Espa?a. A esta ¨¦poca de relativa gloria y prosperidad sigui¨® la oscuridad casi total a partir de la Guerra Civil, y el museo no experimentar¨ªa pr¨¢cticamente ning¨²n cambio sustancial hasta finales de los a?os ochenta del pasado siglo.
No se puede hablar de ciencia sin cuidar a las instituciones que custodian los materiales
La mayor¨ªa de los animales naturalizados fueron retirados de la vista del p¨²blico
El museo es, ante todo, un centro de investigaci¨®n perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). Dentro del ¨¢rea de Recursos Naturales, el museo es el centro m¨¢s grande, albergando a varios de los m¨¢s prestigiosos equipos de zo¨®logos, ec¨®logos, paleont¨®logos y ge¨®logos del pa¨ªs; cerca de 300 personas trabajan diariamente aqu¨ª. El MNCN posee, adem¨¢s, magn¨ªficas colecciones de animales, minerales y f¨®siles, totalizando m¨¢s de ocho millones de ejemplares, y una biblioteca y un archivo hist¨®rico de incalculable valor. Por ¨²ltimo, el museo desarrolla una activa faceta expositiva de cara a la sociedad.
Sin embargo, existen graves problemas. Como instituci¨®n cient¨ªfica, el MNCN est¨¢ sujeto a todas las deficiencias del sistema espa?ol de I+D. Pero, adem¨¢s, como instituci¨®n muse¨ªstica, padece la circunstancia de ser una rara avis dentro del CSIC. Ning¨²n ministerio dota al museo de un presupuesto espec¨ªfico para las exposiciones, y los r¨ªgidos esquemas de funcionamiento de la Administraci¨®n limitan y dificultan la libertad de movimientos que requerir¨ªa la gesti¨®n ¨¢gil de una instituci¨®n como ¨¦sta (el propio CSIC lucha por conseguir para s¨ª un nuevo estatuto jur¨ªdico con otro modelo de funcionamiento que le otorgue mayor capacidad de gesti¨®n).
Los tesoros del museo, sus colecciones, est¨¢n al borde del colapso y sufren un eterno y desesperante problema de falta de espacio. Un fulgurante cambio en la pol¨ªtica expositiva acaecido a finales de los ochenta llev¨® a que la gran mayor¨ªa de los animales naturalizados que representaron siempre el cuerpo central de las exposiciones fueran retirados de la vista del p¨²blico y almacenados. Aunque la situaci¨®n ha mejorado en los ¨²ltimos a?os gracias a la decidida actuaci¨®n del CSIC, se trata una vez m¨¢s de una soluci¨®n provisional.
El Museo Nacional de Ciencias Naturales est¨¢ en el centro de Madrid, como otros grandes museos, en el "eje cultural" de la Castellana, y debe ocupar un espacio digno, disponiendo de todo el edificio para no verse comprimido y separado en dos alas distintas, cual es la situaci¨®n actual, con toda la incomodidad y disfunci¨®n que ello supone tanto para el personal del museo como para el p¨²blico visitante.
Que se d¨¦ una soluci¨®n definitiva es una posibilidad que se ha vislumbrado por distintos gobiernos, tanto nacionales como regionales, pero ello supone una decisi¨®n pol¨ªtica de enorme calado y gran magnitud econ¨®mica, que involucra a muchas esferas de poder, aunque bastar¨ªa con que hubiera inter¨¦s pol¨ªtico firme para que se hiciera. Que el museo dispusiera de todo el edificio supondr¨ªa un cambio de dimensi¨®n de tal calibre que podemos afirmar que no existe ning¨²n Museo de Historia Natural en el mundo con la capacidad de expansi¨®n y potencialidad que tiene el nuestro. Desde el MNCN se ha visto con cierta perplejidad el florecimiento de nuevos museos de ciencias por toda Espa?a. Edificios modernos, audaces, de presupuestos que dan v¨¦rtigo, construidos para ser motores econ¨®micos locales, atraer turismo y dar empaque a sus ciudades. De forma casi invariable, el MNCN ha colaborado con estas instituciones prest¨¢ndoles material con el que complementar tan flamantes continentes. Estos museos, sin investigaci¨®n, sin colecciones y sin historia, han hecho al MNCN a¨²n m¨¢s inconspicuo e invisible. Y entonces, ?qu¨¦ es realmente el Museo Nacional de Ciencias Naturales? La gente no lo sabe. Y mucho menos sabe nadie que, con un poco de esfuerzo, podr¨ªa ser uno de los mejores museos del mundo.
Es dif¨ªcil igualar en grandeza a museos como los de Londres o Par¨ªs, que, en su larga historia, se beneficiaron del inter¨¦s por las ciencias de las sociedades que los albergaban; pero en Espa?a, la ciencia nunca se ha considerado cultura ni ha sido una prioridad oficial. Mientras una persona sea considerada inculta si no conoce el autor de un cuadro o de una sinfon¨ªa, pero pueda ignorar ol¨ªmpicamente la causa de las estaciones del a?o o las diferencias b¨¢sicas entre una ballena y un pez, se comprender¨¢ que en la Castellana sigan creciendo y proliferando las grandes pinacotecas y el MNCN siga padeciendo estrecheces, miserias y olvido. El a?o pasado, el Estado se gast¨® en un solo cuadro de Vel¨¢zquez una cifra tan impresionante que seguramente habr¨ªa sido suficiente para remodelar todo el edificio que el MNCN necesita. El ejemplo del cuadro no es menos sangrante que el de infinidad de proyectos que florecen aqu¨ª y all¨¢, y cuyos presupuestos convierten en mera calderilla lo que se necesitar¨ªa para dar a Madrid el museo de historia natural que Espa?a se merece.
Nos gustar¨ªa que el se?or Ruiz-Gallard¨®n, la se?ora Aguirre y la se?ora San Segundo visitaran el Museo Nacional de Ciencias Naturales para que conocieran su realidad, y para que despu¨¦s comparasen con otros museos espa?oles y con lo que hay en otros pa¨ªses de nuestro entorno. Creemos que no se puede hablar de ciencia, medio ambiente y biodiversidad sin cuidar a las instituciones que custodian los materiales y generan los datos; aprovechemos el tir¨®n medi¨¢tico y la creciente conciencia social que hay sobre la necesidad de aumentar nuestra inversi¨®n en investigaci¨®n; aprovechemos tambi¨¦n los planes en marcha para enriquecer culturalmente a nuestra ciudad, tales como el proyecto del eje Prado-Recoletos o la candidatura de Madrid 2012; acuerden con el CSIC y con cuantos organismos sea necesario un modelo de participaci¨®n de las distintas instituciones para devolver al Museo Nacional de Ciencias Naturales la grandeza ef¨ªmera que una vez tuvo. Con todo esto, nadie tiene absolutamente nada que perder.
Ignacio de la Riva de la Vi?a fue vicedirector de Investigaci¨®n del Museo Nacional de Ciencias Naturales, y Alfonso Navas es su actual director.
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