En el para¨ªso del canto
La Schubertiade austriaca puede pulverizar este a?o todos sus records. Fundada en 1976 por Hermann Prey y con sede en el palacio de Hohenems, traslad¨® su cuartel general a Feldkirch a partir de 1991, con la incorporaci¨®n desde de 1994 de conciertos adicionales en el castillo de Achberg, la abad¨ªa de St. Gerold, la isla de Lindau y el paisaje prealpino de Schwarzenberg. Este ¨²ltimo pueblecito de 1.700 habitantes a 700 metros de altura, en el coraz¨®n de Bregenzerwald y enclavado en la regi¨®n austriaca del Vorarlberg, se ha convertido a partir de 2001 en la sede central del para¨ªso del canto, especialmente del lied. No hay cantante que se precie en el repertorio centroeuropeo que no pase por aqu¨ª. La Schubertiade se autofinancia ¨ªntegramente por los ingresos en taquilla. Su sala principal, de nombre Angelika Kauffmann, tiene una ac¨²stica perfecta para la voz pero alberga ¨²nicamente a 602 espectadores. Este a?o se sobrepasa por primera vez la cifra de 90 conciertos, a lo que hay que a?adir las clases magistrales, con lo que el n¨²mero de espectadores estar¨¢ probablemente por encima de 40.200, cota m¨¢xima hasta el momento. El origen de los asistentes hasta ahora es mayoritariamente centroeuropeo, con un 45% de alemanes, un 25% de austriacos y un 12% de suizos, pero los brit¨¢nicos llegan ya al 7% y los americanos al 5%. Es de destacar asimismo la cada d¨ªa mayor presencia de espa?oles.
El pasado jueves comenz¨®, con un recital de Cecilia Bartoli, el primer periodo central (hasta el d¨ªa 27) de la presente edici¨®n. El segundo ser¨¢ desde el 27 de agosto al 12 de septiembre. Incluso ha tenido lugar un calentamiento previo entre finales de abril y primeros de mayo, con el tenor ingl¨¦s Ian Bostridge y sus amigos, que no son otros que Thomas Quasthoff, Dorotea R¨®schmann, Angelika Kirchslager o Fabio Biondi, entre otros. En septiembre vuelve a las tablas el mism¨ªsimo Dietrich Fisher-Dieskau como narrador de una serie de melodramas de Schumann, Liszt y V¨ªctor Ullmann. En fin.
De lo que va de este a?o ha sido especialmente excitante la jornada de anteayer s¨¢bado, 12 de junio. Por la ma?ana Brigitte Fassbaender abri¨® boca con la lectura de una selecci¨®n de fragmentos del encantador librillo Mozart, camino de Praga (en espa?ol, en libros de bolsillo de Alianza Editorial, n¨²mero 998), de Eduard M?rike, autor del que se conmemora este a?o el segundo centenario de su nacimiento, por lo que la Schubertiade le dedica un homenaje especial. Por la tarde, un doblete, con dos de los mejores cantantes de la actualidad: la italiana Cecilia Bartoli y el ingl¨¦s Ian Bostridge.
Lo curioso es que el duelo de los dos cantantes se produjo con las limitaciones que llevaba consigo un doble enfriamiento de ambos. No cancelaron, desde luego, pero contemplar c¨®mo se dejaban la piel para superar sus coyunturales limitaciones f¨ªsicas, ante uno de los p¨²blicos m¨¢s entendidos del mundo, result¨® un espect¨¢culo dif¨ªcil de igualar. Entr¨® primero en escena Cecilia Bartoli, con un programa del XVII y XVIII italiano, centrado fundamentalmente en Vivaldi y Monteverdi, y con el acompa?amiento del grupo Le Musiche Nove. La mezzosoprano romana tard¨® su tiempo en centrarse, pero cuando alcanz¨® su punto justo de expresi¨®n pas¨® como un vendaval de vitalidad, con una incontenible y contagiosa energ¨ªa que puso la sala patas arriba en un prodigio de coraz¨®n y de canto hecho pasi¨®n. Arrebatadora. Dudo que haya actualmente un cantante con m¨¢s capacidad de comunicaci¨®n emocional que Cecilia Bartoli. El contraste con el tenor culto y refinado Ian Bostridge era por ello apasionante. El ingl¨¦s, pa?uelo en mano (por el resfriado, no por est¨¦tica a lo Pavarotti) se centr¨® en 14 canciones de Schubert, todas ellas con textos de Goethe, para culminar con Britten, a partir de textos en alem¨¢n de Goethe y H?lderlin. Su Schubert estuvo construido desde la precisi¨®n en la palabra y un fraseo lleno de poes¨ªa, nitidez y misterio. Su Britten fue sencillamente escalofriante. Y al piano Julius Drake: impecable. Ya lo anticip¨® Alfredo Kraus, con el inter¨¦s que mostr¨® en sus momentos finales por este tenor singular.
M¨¢s momentos de encanto en estos primeros compases de la Schubertiade. Rober Holl hizo un monogr¨¢fico Schubert alrededor del tema de la muerte con una sobriedad, rigor y profundidad admirables, aunque con un punto de monoton¨ªa. En el apartado camer¨ªstico, el cuarteto Artemis volvi¨® a mostrar su br¨ªo y energ¨ªa juveniles en piezas de Jan¨¢cek -admirables Cartas ¨ªntimas-, Piazzolla y un irresistible cuarteto La muerte y la doncella, de Schubert.
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