Suspensos de junio
La formidable abstenci¨®n del pasado domingo enfatiza la impotencia de un ideal: la Europa de los ciudadanos. Existe la Europa de los est¨®magos confederados. El euro, s¨ªmbolo de la uni¨®n de los est¨®magos, previene y cauteriza el mal mayor: la repetici¨®n de las guerras que una y otra vez asolaron el viejo continente (esa sola raz¨®n justifica todo el complejo entramado europeo, pero no puede atraer a la ciudadan¨ªa actual de cada Estado: la idea del mal que se evita es demasiado abstracta y est¨¢, adem¨¢s, muy alejada ya, generacionalmente, de los tiempos de las funestas guerras mundiales engendradas por los pleitos europeos). Nuestros est¨®magos est¨¢n confederados, pero nuestras ciudadan¨ªas est¨¢n separadas por las murallas pol¨ªticas, sentimentales e incluso econ¨®micas de cada Estado. La Europa de los ciudadanos unidos no existe (ni tiene, al parecer, futuro alguno: en los papeles que discuten los Estados no aparece ni como remota posibilidad). La burocr¨¢tica Europa que se construye desde Bruselas no consigue seducir al ciudadano. ?C¨®mo puede interesarnos un parlamento que es estrictamente decorativo, sin capacidad verdaderamente decisoria, un parlamento que no controla a ning¨²n gobierno ni tiene, en fin, nada que ver con el poder real? De este parlamento no se desprende el gobierno de Europa. El rumbo de Europa seguir¨¢ dependiendo de los pactos (y los vetos) entre Estados. ?Por qu¨¦ raz¨®n habr¨ªamos de votar algo tan artificioso y alambicado, tan escasamente relevante? Los ciudadanos no comparten un espacio pol¨ªtico real: ?es extra?o que no quieran actuar de figurantes en el espacio decorativo?
Podr¨ªamos lamentar el absentismo electoral europeo si nuestros representantes hubieran propuesto al menos itinerarios para llegar a la ciudadan¨ªa europea. Pero ning¨²n l¨ªder se atreve a proponer ni tan siquiera una hoja de ruta hacia el gran ideal de borrar fronteras y unir ciudadan¨ªas. Todos los l¨ªderes se aferran al "inter¨¦s nacional": sea en la Francia o en la Alemania fundacionales, sea en la te¨®ricamente europe¨ªsta Espa?a, sea en la euroesc¨¦ptica Inglaterra (y claro est¨¢, en la ne¨®fita Polonia; all¨ª todav¨ªa muchos ciudadanos esperan de Europa algo m¨¢s que votaciones; all¨ª pasan hambre, o emigran, o practican el s¨¢lvese quien pueda). Todos los pol¨ªticos europeos se aferran al "inter¨¦s nacional": el objetivo de Rodr¨ªguez Zapatero, dec¨ªa ayer este diario, es "perder el menor peso con respecto a Niza", y su agrio choque parlamentario con Rajoy se produc¨ªa en clave nacionalista: ?c¨®mo va a tirar Zapatero de nuestro carro hacia la ciudadan¨ªa europea si su oponente Rajoy inmediatamente, alzando la rojigualda, levantar¨ªa incluso al Cid de su tumba ancestral?
El miedo a ser considerado traidor a los respectivos intereses patrios atenaza por completo a los europe¨ªstas. La moneda ¨²nica, el euro, no fue el principio de nada, sino el final de un interesante proceso de coordinaci¨®n econ¨®mica y de mercado com¨²n. Es lo que hay. Evita el mal mayor, la guerra interna; pero, tal como ha sido articulada, impide a la vez la consecuci¨®n de nuevos bienes deseables. La Europa pol¨ªticamente unida podr¨ªa defender unos valores sociales y culturales, podr¨ªa terciar efectivamente en los grandes conflictos mundiales, podr¨ªa defender las excepciones culturales en un mundo globalizado, podr¨ªa..., pero no puede. Europa es un quiero y no puedo. Basta volver los ojos hacia atr¨¢s para saber que, a pesar de todo, lo que hay es mucho. Pero si uno mira hacia el futuro, si observa la densa oscuridad que se cierne hoy sobre el mundo, comprende que es muy poco. En esta dif¨ªcil coyuntura, Europa apenas servir¨¢ para nada (y, a pesar de esta impotencia, ser¨ªa fabuloso si, conseguida la integraci¨®n econ¨®mica del Este europeo, apaciguara de una vez por todas, con la zanahoria del euro, el tr¨¢gico embrollo balc¨¢nico).
En una pat¨¦tica demostraci¨®n de impotencia, durante estas elecciones, el catalanismo ha intentado defender en clave interna (es decir, nacional o nacionalista) algunos elementos clave para la supervivencia de la especie catalana: la oficialidad de la lengua y la intervenci¨®n directa en Bruselas. Ya antes de empezar la batalla se sab¨ªa que esta p¨®lvora era falsa. ?Peso en Bruselas con los estrictos votos catalanes? Falsa ret¨®rica. Ret¨®rica de competici¨®n entre los dos nacionalismos que se disputan la hegemon¨ªa interior. Y ret¨®rica asimismo del PSC e ICV (aunque, a esta ¨²ltima coalici¨®n, la ret¨®rica le es extraordinarimente fruct¨ªfera, pues cultiva un espacio preciso y menor: la ret¨®rica s¨®lo es problema cuando hay que pasar de las palabras a los hechos). El PSC todav¨ªa no ha descrito exactamente su posici¨®n: incapaz de sacarse de encima los complejos; atenazado por su virtuoso, aunque finalmente paralizante, sentido del equilibrio; incapaz, a pesar de su fuerza electoral, de proponer una alternativa en toda la regla a la declinante visi¨®n pujoliana. ?Existe un diagn¨®stico no ret¨®rico sobre la realidad catalana? ?Qu¨¦ es importante y qu¨¦ es accesorio: la econom¨ªa, el irredentismo nacional, la cultura singular? ?No era ¨¦ste el momento, precisamente, de explicar a fondo la idea de Eurorregi¨®n? Construir la Eurorregi¨®n permitir¨ªa defender el peso econ¨®mico de Catalu?a en Europa, sin perjuicio de los posibles socios regionales. Servir¨ªa para construir puentes irreversibles entre ciudadanos de Estados y regiones distintas. Puentes, que no nuevas fronteras; puentes de relaci¨®n econ¨®mica, social y cultural que ayudar¨ªan a borrar las fronteras existentes. ?Ahora que el pujolismo pasa por horas bajas (en ejemplar coincidencia con el expediente de quiebra del diario Avui), seguiremos asociando -indiferentes los no-nacionalistas, exasperados los nacionalistas- la suerte de la lengua catalana al patriotismo catal¨¢n? ?Ahora que, con el F¨®rum tambaleante y desconcertado, una cierta manera de ser progre en Catalu?a muestra imp¨²dicamente sus l¨ªmites, seguiremos abanderando el buenismo como ¨²nica alternativa al nacionalismo? Estas y otras preguntas esperan respuesta, no salvas ret¨®ricas. Todos los partidos catalanes han suspendido este junio, incluso los que creen haber obtenido un sobresaliente. Algo se agota en Catalu?a, y no es s¨®lo Converg¨¨ncia. A Barcelona volem canviar el m¨®n: ?Puede alguien creerse este eslogan tur¨ªstico mientras d¨ªa a d¨ªa se cierne sobre el mundo la oscuridad m¨¢s inquietante?
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