Memoria del 66
Portugal e Inglaterra se enfrentan hoy bajo el recuerdo inolvidable de lo ocurrido en Wembley hace 38 a?os
Algunos momentos quedan grabados a fuego en la memoria del f¨²tbol. Otros, que se pudieran creer importantes, pasan casi desapercibidos. Espa?a gan¨® su ¨²nico gran t¨ªtulo en 1964, aquella final frente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el Bernab¨¦u, con Franco en el palco. No ha habido celebraciones, ni documentales, ni la sensaci¨®n de que el partido significara algo especial para el f¨²tbol espa?ol. Como mucho se le tiene por un ejemplo de apropiaci¨®n pol¨ªtica. Dos a?os despu¨¦s, Inglaterra y Portugal se enfrentaron en Wembley, como hoy lo har¨¢n en Lisboa. Era la Copa del Mundo y las consecuencias de lo ocurrido -2-1 para Inglaterra- todav¨ªa son evidentes en los dos pa¨ªses.
Los hinchas ingleses pasean por la plaza de Restauradores con la camiseta roja de su selecci¨®n y el nombre de Hurst en la espalda. Hurst, el delantero centro de Inglaterra en el Mundial 66. Es un nombre recurrente por lo que significa de referencia para un pa¨ªs que, en muchos aspectos, permanece obsesionado con la victoria en aquel Mundial. A Inglaterra le cuesta pasar p¨¢gina sobre aquel ¨¦xito. Parecen muchos 40 a?os para sentirlos tan cerca, como si hubiera necesidad de agarrarse al fantasma del ¨¦xito y de los jugadores que lo alcanzaron: Bobby Moore, Bobby Charlton, Gordon Banks y, por supuesto, Hurst, del West Ham, autor de tres goles en la final, h¨¦roe de por vida en Inglaterra.
Si para los ingleses su Mundial es un eje, para Portugal fue una llamada de atenci¨®n al mundo
Quiz¨¢ porque los fracasos han sido demasiado repetidos, los ingleses sienten garantizada su autoridad en el f¨²tbol en el Mundial 66. Muchas veces caen en la parodia. Todos los pa¨ªses se sienten orgullosos del ¨¦xito de sus selecciones en la Copa del Mundo, pero en Brasil, Italia o Alemania no se manifiesta una fijaci¨®n semejante por la nostalgia. S¨®lo Argentina manifiesta una relaci¨®n parecida, pero no con los equipos que ganaron los Mundiales del 78 o 86, sino con Maradona, el mes¨ªas que configura con Evita el gran mito popular.
Inglaterra gan¨® el Mundial 66 con un juego discreto y con el susto en el cuerpo. Se encontr¨® con Portugal en la semifinal, que se disput¨® en Wembley. Si para los ingleses su Mundial es el eje de la memoria futbol¨ªstica, para Portugal fue una llamada de atenci¨®n al mundo. El equipo era sustancialmente una prolongaci¨®n del gran Benfica que acab¨® con la hegemon¨ªa del Madrid en Europa. Ten¨ªa otra caracter¨ªstica muy interesante: la selecci¨®n estaba integrada por jugadores nativos y otros nacidos en las colonias africanas. Uno era el capit¨¢n Coluna, caudillo en el campo. Otro, Eusebio. Con ellos, Portugal comenz¨® a definir el f¨²tbol mestizo que cobrar¨ªa carta de naturaleza en Francia durante la d¨¦cada de los 70 y que ahora es habitual en el f¨²tbol europeo.
Era un equipo inolvidable, literalmente inolvidable. Portugal le recuerda con veneraci¨®n. La delantera del Benfica -Jos¨¦ Augusto, Coluna, Torres, Eusebio y Simoes- despleg¨® todo su talento en Inglaterra, donde protagonizaron los mejores partidos del campeonato. Derrot¨® a Brasil en un encuentro abrupto del que sali¨® lesionado Pel¨¦. Remont¨® el 0-3 que consigui¨® Corea del Norte en el primera tiempo para imponerse por 5-3, con Eusebio como un vendaval. Portugal se sinti¨® con derecho a pensar que ten¨ªa al mejor jugador del mundo. Era verdad: nadie pod¨ªa compararse con Eusebio, entonces en la cumbre de su carrera. Ten¨ªa 25 a?os y reun¨ªa como ning¨²n otro la potencia, la velocidad, la energ¨ªa, el olfato goleador, el poder¨ªo en el remate y una habilidad quiz¨¢ no po¨¦tica, pero eficaz. Si Eusebio hubiera sido ingl¨¦s, no habr¨ªa mito comparable, no desde luego Best, ni Charlton, ni Moore. Era portugu¨¦s, en una Portugal bajo la dictadura de Salazar, un pa¨ªs definitivamente orillado. Pero Eusebio era patrimonio del pueblo. Cuando Inglaterra derrot¨® a los portugueses en la semifinal, Eusebio se retir¨® llorando del campo. Le designaron mejor jugador del torneo, del mundo, aunque su equipo no gan¨® el torneo. Portugal se sinti¨® felizmente identificada con ¨¦l y con un equipo que jam¨¢s ha sido superado en el coraz¨®n de la gente. Los reportajes, los documentales, los homenajes se suceden. Nadie olvida 1966 en Portugal. Tampoco en Inglaterra. Hoy saldr¨¢n del t¨²nel del tiempo para enfrentarse con la realidad. Un partido les espera en Lisboa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.