Arist¨®teles en San Jer¨®nimo
Cualquier acontecimiento tr¨¢gico e inesperado provoca especulaciones infinitas sobre sus causas. Cuando ETA asesin¨® a Carrero, L¨®pez Rod¨® especul¨® que pod¨ªa ser la masoner¨ªa y Carrillo culp¨® a la CIA. Evitar que permanezcan leyendas incongruentes es imposible si se olvida la sentencia de Arist¨®teles. Con infrecuente iron¨ªa el fil¨®sofo dictamin¨® que siempre es una aparente muestra de inteligencia tratar de explicar un suceso por causas m¨¢s complicadas que las reales.
Lo que aconteci¨® entre el 11 y el 14-M est¨¢ bien claro. El planteamiento pol¨ªtico predominante era la existencia de un peligro inmediato de disgregaci¨®n de Espa?a por la supuesta confluencia entre nacionalistas y terroristas. Gracias a ello confiaba el PP en superar el mal sabor que hab¨ªa dejado su repetida mala gesti¨®n de las crisis y su consabida prepotencia. Otro consist¨ªa en criticar las deficiencias de la democracia espa?ola, de las que ser¨ªa principal culpable el PP, y reabrir un di¨¢logo con las nacionalidades. La campa?a socialista mejor¨® las expectativas propias, pero estaba a¨²n lejos de asegurar la victoria.
Lo relevante es que cuando se produjo el atentado el Gobierno no vio ni hizo sino lo que sus anteojeras y su trayectoria hac¨ªan previsible. Crey¨® encontrar la prueba irrefutable de que su planteamiento era correcto y la circunstancia pintiparada para una victoria. Adem¨¢s, un muy flojo libro de la periodista ?lvarez de Toledo, perteneciente a la considerable tropa de los ex socialistas socialist¨®fobos, ofrece otro dato crucial. Fue Aznar quien tom¨® todas las decisiones en esos d¨ªas, incluso las informativas. Lo hizo sin la prudencia y paciencia que se suele atribuir y con una perseverancia que se convirti¨® en pertinacia. Todav¨ªa despu¨¦s de la derrota electoral crey¨® que hubiera podido, con m¨¢s tiempo e insistencia, revertir el resultado.
En el citado libro se incluye el supuesto reproche de Rajoy al l¨ªder del PP: habr¨ªa sido "su guerra" la culpable de la derrota. Pero no fue as¨ª. Hubiera bastado que Aznar mostrara capacidad de consenso (apareciendo con el candidato socialista, por ejemplo) para que la reacci¨®n popular resultara distinta. Si los portavoces oficiales hubieran mostrado alguna flexibilidad interpretativa, o se hubieran desdoblado en sus explicaciones, habr¨ªan resultado m¨¢s cre¨ªbles. Los apoyos medi¨¢ticos de la derecha, oficiales y privados, se lanzaron a un lenguaje y una espiral de especulaciones tan abusiva que result¨® contraproducente. Lippmann escribi¨® que el poder pol¨ªtico nada debe temer de los medios informativos, sino tras "equivocaciones enormes y continuas, unidas a una casi infinita falta de tacto". S¨®lo entonces comienza una reacci¨®n desde abajo.
Poco hizo el PSOE para provocarla. Supo desdoblarse entre una posici¨®n m¨¢s "presidencial" por boca de Zapatero y la de sus colaboradores. La movilizaci¨®n fue probablemente espont¨¢nea y pod¨ªa haber tenido efectos contraproducentes. Los medios informativos cr¨ªticos con el Gobierno del PP pudieron cometer errores, pero no hab¨ªan planificado previamente ninguna campa?a ni influyeron de modo tan determinante. Resultaba inevitable -aparte de deseable- que las disparidades entre el camino de la investigaci¨®n policial y la informaci¨®n oficial llegaran a los o¨ªdos del p¨²blico. Sorensen, colaborador de Kennedy, escribi¨® sobre el asesinato de ¨¦ste que caus¨® una impresi¨®n duradera sobre cada ciudadano porque la sinti¨® como "una incalculable p¨¦rdida de futuro". Para muchos espa?oles las horas entre el 11 y el 14-M amenazaron con una irremediable vuelta al pasado y contra ella reaccionaron.
Hoy los resultados de una comisi¨®n parlamentaria parecen improbables. No se puede esperar de los parlamentarios otra cosa que torneos oratorios; ojal¨¢ nos eviten los despellejamientos in¨²tiles y autodestructivos que presenciamos en la Asamblea de Madrid. El PSOE no puede eludir la investigaci¨®n y la dependencia del PP de sus apoyos medi¨¢ticos le impide alejarse de las historietas fabulosas perge?adas a partir de un ejercicio alocado de imaginaci¨®n. Ambos temen las impredecibles iniciativas de los grupos parlamentarios menores. Y el ciudadano hubiera preferido remitir la cuesti¨®n a un comit¨¦ no s¨¦ si de sabios pero s¨ª, al menos, independiente, ni siquiera instalado en la carrera de San Jer¨®nimo.
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