Un alma sensible
Rui Costa asume su papel secundarioen el conjunto luso porque dice haber hallado "una fuerza interior que desconoc¨ªa"
Rui Costa es un alma sensible que frecuenta los teatros de Lisboa con su esposa, Rute, y da largos paseos en solitario junto al oc¨¦ano Atl¨¢ntico para compensar la saudade que siente cuando regresa al Milan, su equipo de los tres ¨²ltimos a?os. Ama el f¨²tbol sobre todas las cosas y se resiste her¨®icamente a ser apartado por los j¨®venes talentos tanto en el club italiano (Kak¨¢) como en la selecci¨®n portuguesa (Deco). No es f¨¢cil para ¨¦l, que ha sido, junto a Figo, el s¨ªmbolo luso durante los ¨²ltimos 12 a?os, comenzar ahora los partidos desde el banquillo que dirige ese hombret¨®n rudo y desmesurado que es Luiz Felipe Scolari. Nada f¨¢cil, aunque parece haberlo superado, habida cuenta de su fabulosa media hora ante Inglaterra en los cuartos de final. "He descubierto una fuerza interior que desconoc¨ªa", dice. Y dej¨® constancia de ello en el derechazo que astill¨® el palo de la porter¨ªa de James, uno de los goles del campeonato.
"Nadie podr¨¢ herirme tanto como para pensar que no sirvo para esto. Amo el f¨²tbol"
"Si tuviera que definir el cielo, imaginar¨ªa el mar. Voy solo a ver las olas. Me ayudan a pensar"
"S¨ª, soy sensible. Ciertas cosas las noto m¨¢s que los otros", confiesa el 10 lusitano, subido en la monta?a rusa durante todo el torneo. Vapuleado tras una mala primera parte ante Grecia, que le conden¨® a la suplencia. Renacido ante Rusia con un tanto a ¨²ltima hora. Exaltado tras su golazo a Inglaterra. Hundido una vez m¨¢s tras enviar un penalti a las nubes... ?sa ha sido la Eurocopa de Rui Costa. ?sa ha sido su carrera: "Nadie podr¨¢ herirme tanto como para pensar que no sirvo para esto. Amo el f¨²tbol y quiero vivir todav¨ªa dentro de este universo maravilloso".
Lo ama desde que romp¨ªa a balonazos los cristales de la humilde casa familiar en Bamaia, un suburbio de Lisboa. O estaba con el bal¨®n en los pies o pegando tiros disfrazado de vaquero. Su padre, Vitor, y su madre, Manuela, discut¨ªan sobre su futuro. El f¨²tbol eligi¨®. Fue recogepelotas del Benfica, del que era y sigue siendo un fan¨¢tico. Se quedaba en el estadio a que sus jugadores le firmaran aut¨®grafos. Su preferido era Carlos Manuel, un volante de los a?os 60 y 70, su gran ¨ªdolo junto al franc¨¦s Platini. Y le dol¨ªa cuando alguno le negaba la firma. De ah¨ª que prometiera que ¨¦l nunca rechazar¨ªa concederla. Lo ha cumplido. Benfiquista hasta la m¨¦dula, su regreso al club m¨¢s popular de Portugal se anuncia cada a?o. Ser¨ªa cerrar el c¨ªrculo. All¨ª empez¨® a jugar en 1991, cuando gan¨® el Mundial juvenil. Iba de suplente hasta que el titular, Paulo Peilar, se rompi¨® una pierna. Y apareci¨® ¨¦l en todo su esplendor.
Marc¨® 13 goles en 78 partidos en el Benfica antes de emprender la aventura italiana en el Fiorentina, en el que no gan¨® t¨ªtulos, pero s¨ª dinero y amigos, sobre todo Batistuta, con quien tuvo una alquimia perfecta: su poes¨ªa en el toque se combin¨® muy bien con el esp¨ªritu depredador del argentino hasta que el club se desintegr¨®. Huyeron las figuras y Rui Costa acab¨® en el Milan, en el que ha dado 44 pases de gol desde su llegada, en 2001, y ha contribuido a ganar la Copa de Europa en 2003 y la Liga en 2004.
"No soy culpable", proclam¨® tras la derrota ante Grecia del mismo modo que se quej¨® de que le responsabilizaran del fracaso en la Copa del Mundo de 2002. Siempre ha llevado mal las cr¨ªticas. Le afectan mucho. Aunque ahora, a sus 32 a?os, parece sobrellevarlas. "Hay algo que me persigue", apunta en alusi¨®n al penalti fallado ante Inglaterra; "quiz¨¢ sea un desgraciado, pero ahora me r¨ªo de eso y ya no me condiciona. De haber justicia, el partido se habr¨ªa acabado con mi gol. Habr¨ªa sido el ep¨ªlogo perfecto. En cambio, si Ricardo no hubiera parado el penalti, habr¨ªa sido una tragedia. Mi vida es as¨ª".
Su vida est¨¢ marcada por un apego muy intenso a su familia. Tiene dos hijos, Filipe y Hugo, a los que aconseja que no dejen de estudiar: "?se fue mi gran error". Le preocupa el futuro de los j¨®venes. Financia el torneo de juveniles de Postinha, el m¨¢s importante de su pa¨ªs, que lleva su nombre. Su mujer sufri¨® un aborto al quinto mes de embarazo. Sus padres siguen viviendo en una modesta casa de Bamaia, aunque los invita de vez en cuando a Italia. El 10 siente saudade por ellos y por el mar: "Si tuviera que definir el cielo, imaginar¨ªa el mar. En Lisboa, voy solo a ver las olas. Me ayudan a pensar en mi vida y a relajarme".
Aseguran quienes le conocen que la fama no le ha cambiado. "Mucha gente me confunde con Figo o Paulo Sousa. No s¨¦ por qu¨¦. No nos parecemos en nada", bromea. Sigue siendo sencillo y comunicativo y comparte con Rute la pasi¨®n por los puzzles: "Lo confieso, soy un adicto al f¨²tbol. Fuera de eso, s¨®lo tengo tiempo para mi familia". Dice que su principal defecto es ser demasiado susceptible. No necesitaba serlo para darse cuenta de que la nacionalizaci¨®n del brasile?o Deco le enviar¨ªa al banquillo. As¨ª fue tras el fiasco inicial pese a las presiones de Figo. Rui Costa ha aceptado su papel de especialista para las segundas partes. De actor secundario. "Si juega Deco y yo no, no pasa nada. No quiero pol¨¦micas. Tras este torneo, ser¨¦ m¨¢s fuerte mentalmente", sentencia. Y tal vez menos sensible.
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