El inc¨®modo retratista de Pinochet
El caricaturista Juan Carter, apodado 'El Gato', tuvo que huir de Chile por sus dibujos sat¨ªricos
Juan Carter, m¨¢s conocido por su apodo de El Gato, lleg¨® a Barcelona en 1988 con una carta del entonces secretario general del Partido Comunista de Chile, Patricio Hales, que deb¨ªa entregar a Jordi Sol¨¦ Tura si se encontraba con alguna dificultad. "Entonces desconoc¨ªa qui¨¦n era Sol¨¦ Tura. Ahora s¨¦ lo que ha significado para este pa¨ªs y le agradezco que me ayudara a sobrevivir en aquel momento", explica Carter, quien decidi¨® subirse a un avi¨®n que part¨ªa hacia Espa?a cuando le encomendaron su primer trabajo de arquitectura. "Supe que era el momento de irse. El director de la revista en la que trabajaba me encarg¨® que hiciera un plano de una casa en la que hab¨ªan muerto ocho personas", relata. Oficialmente, eran "terroristas". Carter, que ayer particip¨® en el Speaker's Corner del recinto F¨®rum, est¨¢ convencido de que eran opositores al r¨¦gimen.
Este episodio fue el punto y aparte de un activismo que Carter hab¨ªa desempe?ado desde varias publicaciones chilenas a partir de los 16 a?os. Lo practicaba a trav¨¦s de su vocaci¨®n: el dibujo. A los seis a?os ya hizo su primera obra mordaz al caricaturizar a la reina Isabel II, que hizo una visita oficial a Santiago de Chile. "No pod¨ªa ver a una mujer que ocupaba un puesto de honor sin merecerlo", se justifica. Se nutri¨® con la perspectiva cr¨ªtica de la pol¨ªtica y la sociedad que le brind¨® una escuela repleta de republicanos espa?oles. Cuando lleg¨® a la Facultad de Arquitectura, El Gato ya era popular por todo el pa¨ªs, pese a que casi nadie conoc¨ªa el rostro que se escond¨ªa tras la firma.
Carter muestra con orgullo las caricaturas de Pinochet que conserva. "Empec¨¦ a hacer dibujos en las p¨¢ginas interiores de una publicaci¨®n chilena, pero fue en Cauce donde la s¨¢tira ocupaba portadas. Sus propietarios eran abogados y estaban dispuestos a enfrentarse a querellas y pleitos, aunque nunca estuvimos a salvo de confiscaciones o secuestros de las revistas cuando ya estaban en los quioscos", asegura Carter. En especial, est¨¢ orgulloso de los trabajos en los que aparece la esposa de Pinochet, Luc¨ªa Hiriart, a quien considera que fue "la mano derecha del dictador".
En ocasiones, Carter lograba burlar la censura vistiendo a Pinochet ora de campesino, ora de cocinero. Pero siempre ten¨ªa su carpeta con originales cerca de la ventana para arrojarla bien lejos si llegaban los siniestros guardias del Gobierno chileno. Nunca ces¨® de cargar acidez a sus producciones, y El Gato empez¨® a ser un individuo molesto para las autoridades a la par que resultaba imposible seguir manteniendo el anonimato. "Entend¨ª que iban a por m¨ª un d¨ªa en el que apareci¨® en el ba?o de la facultad una caricatura de un gato destrozado. Por la noche, empec¨¦ a recibir llamadas que s¨®lo emit¨ªan una carcajada y colgaban".
Tras ese d¨ªa, procur¨® abandonar sus costumbres, no repetir los locales que frecuentaba y dormir en un domicilio distinto cada noche. Finalmente decidi¨® irse, lo que no consigui¨® amordazarle y olvidar, puesto que a¨²n hoy contin¨²a con sus dibujos. "Me arriesgu¨¦ y dibuj¨¦ a Pinochet sin tapujos y como lo que es: un dictador y un torturador. En cierto modo fue una catarsis de los chilenos, que ve¨ªan retratada a la persona que hab¨ªa arruinado sus vidas. Hasta me asesor¨® un psic¨®logo, Carlos Andreu, quien me dijo que le dibujara con el rictus bien marcado para reflejar su cara de asesino", afirma Carter.
El humorista pol¨ªtico reconoce que tuvo suerte. "Me escap¨¦ por los pelos", asegura, "pero El Gato tiene siete vidas y a¨²n no las ha gastado todas". Ahora aguarda a que en Chile "se haga justicia". "Es duro ver c¨®mo el mayor torturador permanece tranquilo y c¨®mo a¨²n le limpian el trasero con algodones", lamenta. Pero observa que en Espa?a a¨²n se est¨¢n investigando muchos de los cr¨ªmenes cometidos en la Guerra Civil, lo que considera un referente mundial para la verdadera reconciliaci¨®n nacional.
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