Ruiz-Gallard¨®n, escaparatista cultural
La autora analiza un a?o de la pol¨ªtica cultural desarrollada por el alcalde de Madrid y critica que, de todo lo que el Partido Popular prometi¨® hacer, no ha hecho nada.
Uno de los rasgos de la pol¨ªtica cultural del PP es que sus decisiones casi siempre se toman a espaldas de los ciudadanos y sin tener en cuenta sus demandas e intereses concretos. Esta forma de actuar, sin embargo, apenas le supone m¨¢s cr¨ªtica que la procedente del sector de profesionales de la cultura y de los grupos de la oposici¨®n. Pr¨¢cticamente nadie suele urgir a los responsables p¨²blicos a actuar y casi nunca reciben reproches sobre lo que se podr¨ªa haber hecho y no se hizo. A esta falta de presi¨®n social hay que unir las enormes posibilidades que la cultura ofrece de generar r¨¦ditos para la imagen del responsable p¨²blico, una propaganda que se beneficia del prestigio que a¨²n tienen las actividades culturales y que, como la p¨®lvora del rey, se paga con dinero ajeno. En suma, para el PP, la cultura ofrece dos tentaciones: la inactividad impune y la pol¨ªtica de puro escaparate. Tentaciones en las que ha ca¨ªdo una y otra vez el alcalde de Madrid en su primer a?o de mandato.
El alcalde ha pretendido que se confunda programaci¨®n de eventos con gesti¨®n
Un a?o de gobierno municipal revela que nada o casi nada ha cambiado en Madrid
Alberto Ruiz- Gallard¨®n lleg¨® a su actual cargo rodeado de una aureola de buen gestor que en el ¨¢mbito de la cultura, como en otros muchos, era absolutamente inmerecida. Tras ocho a?os al frente del Gobierno de la Comunidad de Madrid, esta regi¨®n ocupaba los ¨²ltimos lugares de Espa?a en todos los indicadores en materia de bibliotecas p¨²blicas; no exist¨ªa una pol¨ªtica de cine ni de artes pl¨¢sticas, y a los j¨®venes creadores no se les ofrec¨ªa ning¨²n tipo de ayuda para iniciar su carrera art¨ªstica. Eso s¨ª, el Gobierno regional organizaba grandes y costosas fiestas por el motivo m¨¢s nimio. Se trataba de brillar, y se brillaba aunque la realidad cultural fuera muy oscura.
En la campa?a electoral, el candidato Gallard¨®n se quiso rodear de un aire de modernidad bas¨¢ndose en el contraste con el anterior alcalde. Frente al rancio ?lvarez del Manzano, su compa?ero de partido se presentaba como un adalid de la vanguardia, alguien que, por fin, situar¨ªa a esta ciudad en el siglo XXI. Sin embargo, tras un a?o de gobierno municipal, el balance de sus actuaciones en cultura -hablar de pol¨ªtica cultural ser¨ªa un exceso, pues tal cosa no ha existido- revela que nada o casi nada ha cambiado en Madrid.
Desde luego, no ha cambiado en los dos ¨¢mbitos que mejor reflejan la voluntad descentralizadora de un gobierno municipal: las bibliotecas p¨²blicas y los centros culturales. La lamentable gesti¨®n bibliotecaria del se?or Gallard¨®n cuando fuera presidente auton¨®mico no auguraba nada bueno ante el reto de mejorar las an¨¦micas bibliotecas municipales. Por desgracia, las previsiones se cumplieron y, a d¨ªa de hoy, el prometido plan de choque de bibliotecas o el compromiso electoral del consorcio de bibliotecas p¨²blicas siguen siendo eso: promesas incumplidas. Como si la gesti¨®n de lo heredado le aburriera, el alcalde anuncia proyectos nuevos cuando lo existente languidece.
Pero tal vez el fracaso m¨¢s estrepitoso de la gesti¨®n cultural de este primer a?o de gobierno municipal son los centros culturales de barrio. Despu¨¦s de 12 meses, todo sigue igual, salvo lo que ha empeorado: la oferta es tan pobre como en ¨¦poca del anterior alcalde, los equipamientos siguen estando infrautilizados y la gesti¨®n sigue en manos de terceros a los que no se controla debidamente. El reciente episodio de la supresi¨®n de actividades en varios centros culturales por el impago a los profesores y a la Seguridad Social de la empresa concesionaria es un buen ejemplo del abandono en que el Ayuntamiento de Madrid ha sumido a estos espacios. Dirigidos por personas que nada saben de gesti¨®n cultural, abonados a un programa de actividades rutinario, ajenos a la participaci¨®n ciudadana, los centros culturales del Ayuntamiento de Madrid siguen siendo, despu¨¦s de un a?o de gobierno del se?or Gallard¨®n, tristes contenedores que los j¨®venes s¨®lo visitan para utilizar las atiborradas salas de lectura, y en los que apenas entran inmigrantes. Pese a los enf¨¢ticos discursos oficiales a favor de la multiculturalidad, el gobierno municipal no parece haberse enterado de que la cultura es un poderoso instrumento para la cohesi¨®n social y un magn¨ªfico medio para propiciar la integraci¨®n de ciudadanos procedentes de otros pa¨ªses. La aspiraci¨®n de permitir al ciudadano que se convierta en protagonista del hecho cultural y deje de ser un mero consumidor, se materializa en los centros culturales de los barrios. Pero, y ¨¦sta es la causa de su abandono, la discreta pol¨ªtica de proximidad ofrece muy poco inter¨¦s para quien s¨®lo busca grandes titulares de prensa.
Titulares como los que el alcalde de Madrid consigui¨® a ra¨ªz del nombramiento del nuevo director del Teatro Espa?ol, tal vez el ¨²nico acierto de todo un a?o de gesti¨®n cultural, aunque a¨²n queda mucho que explicar sobre la salida del anterior director, el se?or P¨¦rez Puig, que puede costarle a las arcas municipales m¨¢s de 300.000 euros (50 millones de pesetas). Pero si nada hay que objetar a la persona encargada de dirigir este teatro p¨²blico, cabe preguntarse si para el alcalde y su concejal de cultura toda la pol¨ªtica teatral se limita a un nombramiento. Desde luego, ¨¦sta es la duda que tienen los esforzados impulsores de las salas alternativas de teatro, que son laboratorios de experimentaci¨®n y lugar donde se forman los profesionales, pero que desarrollan su actividad en precario, asfixiadas por la falta de medios. Tampoco en este valioso reducto del ecosistema cultural de la ciudad ha actuado la concejal¨ªa, ni siquiera para tratar de neutralizar el acoso burocr¨¢tico de otros departamentos municipales.
Podr¨ªa continuar refiriendo todo lo que el Partido Popular prometi¨® hacer por la cultura de Madrid y no ha hecho. Podr¨ªa recordar que rodar una pel¨ªcula en esta ciudad sigue siendo una aventura kafkiana, que los locales de m¨²sica en vivo se ven abocados a cierre bajo el acoso municipal, que el futuro de equipamientos fundamentales, como el del Conde Duque, sigue siendo un misterio... Podr¨ªa levantar acta de los incumplimientos del se?or Gallard¨®n. Pero necesitar¨ªa muchas p¨¢ginas para tan s¨®lo esbozar el enorme cap¨ªtulo de posibilidades que, d¨ªa tras d¨ªa, se est¨¢n perdiendo para la cultura en Madrid, la ingente cantidad de propuestas que tienen cabida en otras ciudades del mundo, pero no aqu¨ª.
Dec¨ªa al principio que en su primer a?o en el cargo, el alcalde de Madrid hab¨ªa sucumbido a las dos tentaciones perversas de la pol¨ªtica cultural: la inacci¨®n y la propaganda bajo coartada de la cultura. Durante un a?o ha confundido, o ha pretendido que se confundan, programaci¨®n de eventos con gesti¨®n cultural, entretenimiento con experiencia est¨¦tica, decoraci¨®n con arte.
Despu¨¦s de 12 meses de gobierno de un alcalde que iba a traer la modernidad a Madrid, ni los j¨®venes, ni los inmigrantes, ni los vecinos de los barrios, ni los nuevos creadores, nadie ha notado que el se?or ?lvarez del Manzano ya no dirige el Ayuntamiento. El resto de los ciudadanos nos hemos enterado gracias a las guirnaldas y las esferas plateadas que durante unos d¨ªas colgaron de algunas farolas. Una apoteosis kitsch que sirve de met¨¢fora de la cultura promovida por el se?or Gallard¨®n: algo caro, ef¨ªmero, brillante pero hueco y colocado en un lugar privilegiado de la ciudad.
Rosa Le¨®n es concejal de Cultura del grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Madrid.
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