Una alianza mundial
La epidemia del sida es, evidentemente, una gran tragedia, pero cabr¨ªa preguntarse si es una fatalidad inevitable. No parece que as¨ª sea. Hace ya 25 a?os que la epidemia del sida se sigue propagando por todo el mundo. Hasta la fecha ha causado m¨¢s de veinte millones de muertos. Tan s¨®lo en 2003 esta enfermedad acab¨® con la vida de tres millones de seres humanos y contamin¨® a otros cinco m¨¢s, infectando a una persona cada seis segundos. Hoy en d¨ªa, entre 34 y 46 millones de habitantes de nuestro planeta son portadores del virus, y 26 millones de ellos viven en ?frica. Un adulto africano de cada 12 est¨¢ contaminado y una quinta parte de las personas infectadas viven en Asia. La Federaci¨®n de Rusia y China se ven cada vez m¨¢s afectadas por la epidemia.
El tratamiento debe ir a la par con la prevenci¨®n, la educaci¨®n y la informaci¨®n
Actualmente no existe ninguna vacuna -preventiva o terap¨¦utica- que sea eficaz contra la enfermedad y s¨®lo se dispone de tratamientos que permiten a las personas infectadas vivir de manera casi normal. Sin embargo, la mayor¨ªa de los enfermos viven en los pa¨ªses del Sur, mientras que los tratamientos se dispensan sobre todo en las naciones del Norte. En los pa¨ªses m¨¢s afectados, el sida merma incluso las posibilidades de luchar contra ¨¦l. En efecto, al diezmar a las poblaciones y las ¨¦lites de los pa¨ªses, destruye las fuerzas vivas pol¨ªticas, econ¨®micas, educativas y sociales que podr¨ªan encabezar la lucha contra este flagelo.
?Tenemos que darnos por vencidos ante este drama? Desde luego que no. Es cierto que hemos perdido muchas batallas contra el sida por falta de visi¨®n prospectiva y voluntad pol¨ªtica, y tambi¨¦n por negligencia o ego¨ªsmo. Sin embargo, no hemos perdido la guerra contra este mal y todos unidos podremos contenerlo. La prioridad m¨¢xima es el acceso universal al tratamiento. El Comit¨¦ de Organizaciones Copatrocinadoras del Programa Onusida -que me corresponde presidir este a?o- y el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo no s¨®lo han reiterado recientemente que ese acceso es de primordial urgencia a escala mundial, sino que adem¨¢s han adoptado con sus asociados la iniciativa llamada 3x5, que se ha fijado el objetivo de suministrar tratamientos a tres millones de enfermos de los pa¨ªses del Sur de aqu¨ª a finales del a?o 2005. Esta iniciativa hay que apoyarla. A tal efecto, hago un llamamiento para constituir una alianza mundial contra el sida formada por Gobiernos y organizaciones no gubernamentales, as¨ª como por la sociedad civil y el sector empresarial privado, especialmente el farmac¨¦utico. En efecto, la lucha contra el sida no puede basarse exclusivamente en la relaci¨®n personal entre el m¨¦dico y el paciente, exige concertar un verdadero pacto mundial.
Es preciso que cobremos conciencia de la situaci¨®n actual. En uno de los coloquios del Siglo XXI recientemente organizado por la Unesco, el profesor Luc Montagnier, codescubridor del VIH, puso de relieve que apenas el 1% de los africanos contaminados saben que son portadores de la enfermedad. A esta ignorancia se debe el hecho de que una mayor¨ªa de las personas contaminadas en el mundo no se traten y sigan transmitiendo el virus. Por eso, si se pretende que todas las personas se sometan a pruebas de detecci¨®n, debemos estar en condiciones de ofrecer a los contaminados un tratamiento desde el inicio mismo de su infecci¨®n.
Es menester universalizar el tratamiento del sida. Esto no s¨®lo supone un vasto esfuerzo de solidaridad para extender el uso de las triterapias, sino tambi¨¦n la b¨²squeda y elaboraci¨®n de nuevos tratamientos. De ah¨ª que la segunda prioridad sea el fomento de la investigaci¨®n. No s¨®lo hay que tratar la infecci¨®n, sino tambi¨¦n su "nido", es decir, la inmunodepresi¨®n. La OMS ha preparado ya esquemas terap¨¦uticos simplificados y se han obtenido algunos resultados.
Adem¨¢s, teniendo en cuenta que la b¨²squeda de una vacuna preventiva ha sido un fracaso hasta la fecha, es evidente que la investigaci¨®n tendr¨ªa que orientarse ante todo hacia la elaboraci¨®n de una vacuna terap¨¦utica que pudiese completar los tratamientos actuales. Seg¨²n los investigadores m¨¢s calificados, esa vacuna podr¨ªa elaborarse en un lapso de tiempo razonable. Tambi¨¦n debemos considerar c¨®mo es posible frenar la propagaci¨®n de una enfermedad que contamina a cinco millones de personas por a?o. Este inmenso reto que se plantea a toda la humanidad s¨®lo se puede afrontar acelerando la prevenci¨®n. Es evidente que la prevenci¨®n no s¨®lo es la soluci¨®n m¨¢s perentoria y econ¨®mica, sino tambi¨¦n la m¨¢s eficaz a falta de una vacuna contra el virus. Sin embargo, la prevenci¨®n por s¨ª sola suele ser impotente, sobre todo cuando las mujeres carecen realmente de libertad para escoger las modalidades de sus relaciones y los medios para protegerse. A este respecto, Montagnier ha se?alado que la mera prevenci¨®n tropieza con obst¨¢culos econ¨®micos como la pobreza, o pol¨ªticos como las situaciones de caos y guerra civil.
Se ha cometido a menudo el error de concebir la prevenci¨®n y el tratamiento de la enfermedad como dos estrategias independientes y rivales entre s¨ª. En realidad, el tratamiento debe ir a la par con la prevenci¨®n, la educaci¨®n y la informaci¨®n, a fin de que la inmensa mayor¨ªa pueda tener acceso a los medicamentos y los conocimientos a la vez. Para luchar con eficacia contra el sida, contenerlo y -por qu¨¦ no- lograr derrotarlo alg¨²n d¨ªa, es necesario adoptar pol¨ªticas adecuadas y tener la voluntad de aplicarlas. Algunos pa¨ªses como Brasil, Tailandia, Senegal, Uganda o la Rep¨²blica Dominicana han demostrado patentemente que existen medidas pol¨ªticas para lograr la disminuci¨®n de los ¨ªndices de contaminaci¨®n. Adem¨¢s, las comunidades locales deben luchar no s¨®lo contra aquellos de sus prejuicios y usos que tienen repercusiones dram¨¢ticas en el plano sanitario, sino tambi¨¦n contra las discriminaciones de que son v¨ªctimas los enfermos y las mujeres, a los que a menudo se trata como verdaderos parias.
Por otra parte, la multiplicidad de situaciones que se dan ante el sida no debe interpretarse de manera exclusivamente negativa. En efecto, esa pluralidad no s¨®lo es un exponente de las desigualdades de ingresos econ¨®micos y desarrollo, o de las diferencias de costumbres y condiciones clim¨¢ticas, sino que tambi¨¦n es una muestra de la diversidad de las pol¨ªticas. No se puede decir que s¨®lo son los pa¨ªses ricos los que han logrado frenar la epidemia. Hay muchos pa¨ªses en los que la incidencia de la enfermedad entre la poblaci¨®n adulta es inferior al 1%, y el n¨²mero de enfermos a escala mundial apenas supera este porcentaje. La diversidad de situaciones permite, en definitiva, albergar esperanzas, porque significa que all¨ª donde hay voluntad pol¨ªtica para luchar contra el sida no tardan en cosecharse buenos resultados. Hoy en d¨ªa, podemos percibir que esa voluntad est¨¢ empezando a surgir en el mundo entero, incluso dentro del grupo G-8. El sida no es el destino fatal de la humanidad, sino un espejo de sus carencias. Si nos unimos todos, lograremos hacerlo retroceder.
Koichiro Matsuura es director general de la Unesco
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