La primera piedra del sexto
Mayo, Ullrich, Heras y Hamilton dejan sus esperanzas en La Mongie, donde s¨®lo Basso resiste el ataque de Armstrong
Paco Mancebo tiene un pijama rojo chill¨®n con el que se le puede ver por el hotel o en la habitaci¨®n, jugando con la game boy, la ngage, viendo v¨ªdeos de Fuente atacando a Merckx en el Giro del 74 o leyendo el tercer tomo de "El se?or de los anillos". Cuando le preguntan por qu¨¦ lleva una ropa de dormir tan llamativa, responde: "cosas de Luisa". Luisa es su mujer, la chica con la que se cas¨® en noviembre. "Cuando se lo compr¨¦ me dijo que era horroroso, que no pensaba pon¨¦rselo", cuenta Luisa, que espera a su Paco en la curva del ¨²ltimo kil¨®metro de la Mongie. "Pero cuando est¨¢ por llamar la atenci¨®n, cuando se siente a gusto consigo mismo, se viste chill¨®n, le gusta, adem¨¢s". A Mancebo le habr¨ªa encantado correr ayer con la ropa m¨¢s chillona posible, con la enorme bandera de Espa?a en el pecho, el recuerdo de su campeonato, del d¨ªa que empez¨® a sentirse campe¨®n, pero pertenece a un equipo que le paga por hacer publicidad de su imagen corporativa, de las playas baleares, de los ahorros a buen recaudo.
Tour 2004 12? Etapa
Castelsarrasin-La Mongie, de 199 Km
ETAPA
1. Ivan Basso (CSC) 5h 3.58m
2. Lance Armstrong (US Postal) m. t.
3. Andreas Kl?den a 20s
4. Francisco Mancebo (Illes Balears) a 24s
GENERAL
1. Thomas Voeckler (La Boulan) 51h 51.07m
2. Lance Armstrong (US Postal) a 5.24m
3. Sandy Casar (Fedejeux) a 5.50m
7. Francisco Mancebo (IBB) a 6.43m
ETAPA DE HOY
Lannemezan-Plateau de Beille, 217 km
El estadounidense pens¨® que ser¨ªa hermoso que Basso, con su madre enferma, ganara la etapa
A Mancebo le habr¨ªa encantado que se le distinguiera bien, desde bien lejos, cuando sub¨ªa la Mongie -tres cuartas partes del Tourmalet por el lado duro-, cuando un ataque suyo bajo la pancarta del cuarto kil¨®metro hubiera hecho la pen¨²ltima selecci¨®n, ocho m¨¢s Armstrong, Armstrong sin Azevedo, su ¨²ltimo gran ayudante, y Sastre por delante. Le habr¨ªa encantado que la gente que ve¨ªa la etapa por la tele hubiera tenido que cerrar los ojos deslumbrada, cegada, por los colores, sus colores plenos, llenando la pantalla cuando a falta de tres kil¨®metros, contra cualquier criterio precavido, frente a cualquier miedo, volvi¨® a atacar, la ¨²ltima selecci¨®n, su ¨²ltimo grito.
A Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, inquieto ante la tele, le habr¨ªa encantado que a la meta llegaran de la mano Ivan Basso, un ciclista al que tanto quiere, y su querido Mancebo, un ciclista por el que tanto ha trabajado, y que Armstrong, un ciclista que puede ganar seis Tours, se hubiera quedado detr¨¢s. A Mancebo le sac¨® de la cantera castellana hace muchos a?os -del mismo sitio del que sac¨® a Sastre, otro encanto de corredor que tambi¨¦n le emocion¨® ayer- y con ¨¦l emprendi¨® la paciente tarea de convertirlo en hombre Tour, el ¨²nico sentido del ciclismo. Y con ¨¦l persisti¨® -¨¦ste es su sexto Tour-, pese a los insistentes consejos en contra de quienes no ve¨ªan en Mancebo m¨¢s un chaval sufrido y torcido. De Basso se enamor¨® hace unos cuantos a?os, cuando el italiano sensible y t¨ªmido se hizo campe¨®n del mundo amateur, cuando en 2001, en la primeras etapas de su primer Tour, Basso, enrolado en el equipo del bruto de Ferretti, uno de los que piensan que la sensibilidad est¨¢ re?ida con la hombr¨ªa, le empez¨® a pedir consejo, le pidi¨® que le presentara a Jalabert, que quer¨ªa que le firmara un maillot, y le dijo que estaba emocionado, que ten¨ªa los pelos erizados. Y Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, cuando Ferretti decidi¨® que no le interesaba un corredor con el que lo ¨²nico que pod¨ªa aspirar era a un puesto en la general del Tour, intent¨® ficharlo y lucirse en el Tour con sus dos chicos, pero el patrocinio balear le lleg¨® tarde.
La realidad, o sea, Armstrong, sin embargo, no quiso entender de fantas¨ªas, de sue?os. La realidad, o sea, los dos primeros puertos-puertos del Tour, el Aspin, subido a velocidad r¨¦cord tras el impulso loco, alocado, de los chicos de Virenque, que lo tomaron como una carrera al sprint, y el Tourmalet tama?o tres cuartos, no quiso saber tampoco nada de las aspiraciones de pretendientes m¨¢s serios. Las nubes negras que se concentraban sobre los Pirineos convert¨ªan la monta?a en una presencia ominosa seg¨²n se acercaban por la llanura; la lluvia que cay¨® torrencial y con fuerza, rebotando en el asfalto, repiqueteando en los cascos, les desnud¨®, f¨ªsica y aparentemente. Mayo perdi¨® 1.03m, Simoni, 1.32m, Sevilla, 2.30m, Heras, 2.57m, Hamilton, 3.27m, Haimar Zubeldia, 18.33m. Todos sucumbieron al trabajo de Armstrong, al tren de Landis, Rubiera, Hincapie y Azevedo, a los ataques de Sastre, de Mancebo. A Armstrong.
Sastre llevaba en el bolsillo un chupete azul, el de su hijo Yeray, nacido hace menos de un mes. Lo llevaba y pensaba que se lo pondr¨ªa cruzando ganador la meta cuando, bajo la pancarta del quinto kil¨®metro atac¨® por segunda vez cumpliendo a rajatabla la t¨¢ctica del equipo. "Ataca, Carlos", le grita Riis, su director, "ataca, que trabaje Armstrong y Basso, tu compa?ero, tu amigo, le acompa?e e intente rematarlo". Atac¨® Sastre y un kil¨®metro despu¨¦s su amigo Mancebo, del pueblo de al lado, compa?ero desde juveniles, atac¨® por dos veces. Atac¨® valiente y sucumbi¨®. Tambi¨¦n sucumbi¨® Sastre. Tambi¨¦n cedi¨® Kl?den, el amigo de Ullrich, el campe¨®n de Alemania, que ocup¨® el lugar de su l¨ªder. Sucumbieron porque Armstrong quiso poner la primera piedra del sexto Tour y atac¨® con su molinillo, con su fuerza, con su fe de siempre. Y pese a todo le aguant¨® Basso, le dio relevos, pedale¨® a su lado sin abrir la boca. Y Armstrong, por una vez en su vida, hizo un c¨¢lculo generoso. Pens¨® que ser¨ªa hermoso que Basso, que tiene a su madre muy enferma, ganara la etapa. Y no le disput¨® el triunfo.
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