Por el futuro de la sanidad
Tras las declaraciones de la consejera de Salud de la Generalitat de Catalu?a, Marina Geli, sobre la intenci¨®n de su departamento de estudiar la viabilidad de establecer un copago, se ha reabierto un debate social y pol¨ªtico que subyace latente desde hace a?os.
Quiero insistir que el debate no es nuevo. Debemos recordar que el famoso Informe Abril Martorell, realizado por un grupo de expertos que el Parlamento espa?ol cre¨® en la ¨¦poca del Gobierno presidido por Felipe Gonz¨¢lez, ya plante¨® de forma clara y expl¨ªcita la necesidad de aplicar medidas que incentivaran la corresponsabilizaci¨®n del ciudadano sobre el coste y el uso de los servicios sanitarios. A pesar del rigor y la calidad con que fue elaborado, el famoso informe pas¨® a peor vida. Los grupos parlamentarios rechazaron buscar un consenso como consecuencia, probablemente, de la impopularidad de algunas de las medidas propuestas.
La medida que debatimos ahora, el copago, debe situarse en un contexto amplio
Ya entonces, el Colegio de M¨¦dicos de Barcelona, despu¨¦s de analizar dicho informe en profundidad, se manifest¨® abiertamente a favor de la aplicaci¨®n de esas propuestas, que inclu¨ªan la introducci¨®n del copago en algunas prestaciones con las debidas cautelas.
Todo ello debe contextualizarse en el problema fundamental de nuestro sistema sanitario: su financiaci¨®n. Y en este sentido debe ponerse una vez m¨¢s sobre la mesa la necesidad de reorientar los recursos que el Estado dedica a la sanidad. Estamos a la cola, muy lejos a¨²n de la mayor¨ªa de los pa¨ªses de nuestro entorno, con un porcentaje del PIB muy por debajo de la media europea. ?sa debe ser la primera asignatura a aprobar. En el caso de Catalu?a existe, adem¨¢s, otra cuesti¨®n tambi¨¦n a resolver, como es el modelo de financiaci¨®n en general y la repercusi¨®n que debe tener en su sistema sanitario.
Nuestro sistema sanitario es de gran calidad, como as¨ª se reconoce en foros internacionales, pero est¨¢ muy tensionado, con una fuerte presi¨®n asistencial y con grandes contradicciones en la gesti¨®n. Pero esa calidad reside fundamentalmente en el compromiso ¨¦tico y profesional de los profesionales sanitarios, que, dicho sea de paso, son los peor remunerados del conjunto de pa¨ªses de la Uni¨®n.
Desde nuestra perspectiva, el debate es complejo y no admite simplificaciones. La cuesti¨®n central es, por tanto, c¨®mo conseguir m¨¢s dinero para la sanidad. Y en ese sentido deben contemplarse otras muchas medidas, como, por ejemplo, el aumento de la presi¨®n fiscal sobre el tabaco, el alcohol y el juego, que son actividades que pueden repercutir sobre la salud de las personas y que afectan directamente a la comunidad.
La medida, que debatimos ahora, el copago, debe situarse en un contexto amplio. No s¨®lo con la finalidad de buscar nuevos recursos directos, sino para conseguir tambi¨¦n un uso m¨¢s racional y adecuado de los servicios por parte de los ciudadanos y poder rebajar, as¨ª, presi¨®n sobre el sistema sanitario. Sin dejar de reconocer los derechos, ahora es el momento de reivindicar los deberes que nuestra sociedad tiene en relaci¨®n a la sanidad. Contrariamente a lo que muchos defienden, mantener nuestro sistema sanitario tan al l¨ªmite perjudica a los sectores econ¨®micos m¨¢s desfavorecidos por cuanto no pueden optar por alternativas en la sanidad privada.
Es en ese sentido que tambi¨¦n debiera tenerse en cuenta a ese grupo de poblaci¨®n -25 %- que, a pesar de estar contribuyendo con sus impuestos a la sostenibilidad del sistema p¨²blico, utilizan el sistema privado a trav¨¦s de mutuas y aseguradoras. Si liberan de presi¨®n a la sanidad p¨²blica es justo pensar que deber¨ªan gozar de alg¨²n beneficio fiscal.
Por otro lado, es importante remarcar que no todo el problema de nuestro sistema sanitario radica en el ¨¢rea de los ingresos. Tambi¨¦n deben plantearse sin temores nuevos modelos de gesti¨®n que sean liderados por los propios profesionales sanitarios. Algunas experiencias realizadas en nuestro pa¨ªs -la autogesti¨®n en atenci¨®n primaria en Catalu?a- se han mostrado eficaces en todos los objetivos propuestos: satisfacci¨®n de los pacientes, motivaci¨®n profesional y resultados en gesti¨®n cl¨ªnica y econ¨®mica adecuados.
Este conjunto de medidas que he apuntado son factibles. Todas las fuerzas pol¨ªticas con experiencia de gobierno tienen en sus manos, y desde hace mucho tiempo, el diagn¨®stico de la situaci¨®n. Pero, bienvenida sea la nueva comisi¨®n de expertos que acertadamente la consejera Geli ha decidido crear para que de nuevo sea posible conocer la situaci¨®n actual de nuestra sanidad y examinar qu¨¦ medidas pueden ser contempladas para asegurar su viabilidad. Elaborado su informe final, ser¨¢ el momento de encontrar un espacio sereno para el debate y la reflexi¨®n, sin apriorismos ni prejuicios. Y con ese espacio deber¨ªa llegar el consenso entre todas las opciones pol¨ªticas, agentes sociales y econ¨®micos y corporaciones profesionales sanitarias.
Ser¨¢ el momento, sin duda, de volver a plantear propuestas como el copago, y exigir todas las garant¨ªas necesarias para que en su aplicaci¨®n se asegure la equidad y la accesibilidad del sistema. Pa¨ªses de referencia en la defensa de modelos de sanidad p¨²blica -como el caso siempre referenciado de Suecia- llevan aplicando desde hace tiempo esta medida con eficacia y sin controversia.
Si de verdad queremos la supervivencia de nuestra sanidad, debemos actuar con coraje y rehuir el uso partidista como elemento de confrontaci¨®n y rendimiento electoral. Los que trabajamos y defendemos la sanidad p¨²blica reivindicamos que, al igual que se hizo con los pactos de Toledo para asegurar la viabilidad del sistema de pensiones, se haga ahora de nuevo un esfuerzo a nivel de Estado para acordar aquellas medidas que nos garanticen la perdurabilidad y mejora de la calidad, si cabe, de nuestro sistema sanitario. Los m¨¦dicos estamos dispuestos, una vez m¨¢s, a asumir la cuota de responsabilidad que nos corresponda para que ello sea posible.
Jaume Padr¨®s Selma es secretario del Colegio de M¨¦dicos de Barcelona.
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