Armstrong todopoderoso
El estadounidense se inventa el 'sprint' del siglo a lo Merckx, a lo Pantani, para evitar la victoria de Kl?den
De los 16 tipos de inteligencia que, seg¨²n los sabios, existen, la que m¨¢s desarrollada tienen los ciclistas es la introspectiva. Despu¨¦s de a?os y a?os de soledad, de trabajo solitario, de entrenamientos solitarios, de intensa vida interior, el ciclista conoce como nadie las se?ales que le env¨ªa su cuerpo, las asocia a un malestar, a una enfermedad, al bienestar tambi¨¦n, a expresiones como "estar vac¨ªo", "tener las patas duras"... Tambi¨¦n las del alma. Roberto Heras, introspectivo por naturaleza, callado, apagado, casi triste, atendi¨® por fin a los mensajes de su cuerpo ap¨¢tico, de su alma perdida, y abandon¨® el Tour. Ayer. Antes de salir. El Tour en el que el ganador de dos Vueltas lideraba al Liberty tras liberarse del US Postal y el yugo de Armstrong. El Tour m¨¢s invisible de su carrera. Lleg¨® pidiendo que no se hablara de ¨¦l. Se fue sin abrir la boca en dos semanas.
Tour 2004 17? Etapa
B.d'Oisans-Le Grand Bornand, 204 km
ETAPA
1. Lance Armstrong (US Postal) 6h 11.52m
2. Andreas Kl?den (T-Mobile) m. t.
3. Jan Ullrich (T-Mobile) a 1s
8. Carlos Sastre (CSC) a 1.02s
GENERAL
1. Lance Armstrong (US Postal) 74h 4.56m
2. Ivan Basso (CSC) a 4.09m
3. Andreas Kl?den (T-Mobile) a 5.11m
6. F. Mancebo (Illes Balears) a 11.45m
ETAPA DE HOY
Annemasse-Lons le Saunier, 166 Km
"No, no, no soy un can¨ªbal", replic¨® el l¨ªder al compararle con el ex corredor Eddy Merckx
Gilberto Simoni, tambi¨¦n de natural introspectivo, escucha a su cuerpo, perfecto, escucha a su alma, dolida, pero transforma la apat¨ªa en rebeld¨ªa. D¨ªas lleva el ganador de dos Giro anunciando que se retira, que odia el Tour, que no quiere saber nada de Francia, y en vez de hacer mutis por el foro prefiere marcharse de buena ma?ana con Virenque, acompa?ar al franc¨¦s en su recolecta habitual de puntos para la monta?a por altos lugares del ciclismo, por el Glandon y la Madeleine, disput¨¢ndole el premio Desgranges, gan¨¢ndoselo. Lance Armstrong, extraspectivo porque s¨ª, porque es americano y le gusta el espect¨¢culo, ha ganado cinco Tour, va a ganar seis, y une a su hiperdesarrollada inteligencia introspectiva, un conocimiento ¨²nico de la realidad que le rodea. Conoce sus l¨ªmites -se puede creer-, pero conoce mejor los l¨ªmites de sus rivales, como bien podr¨ªa jurar Andreas Kl?den.
Los directores no conf¨ªan en la inteligencia de sus corredores. Los directores deciden y mandan callar, aqu¨ª el que sabe soy yo. Los corredores lloran en sus habitaciones. Los corredores dicen, como dice Walter Godefroot, hoy hace calor, hoy es bueno para Jan Ullrich, hoy Jan Ullrich ataca, pero Jan Ullrich s¨®lo abre la boca para respirar fuerte, Jan Ullrich bajo el calor s¨®lo suda, Jan Ullrich obedece, convierte la Forclaz -aquel puerto en el que Bahamontes se paraba a tomar un helado y donde Geminiani, inteligencia ¨²nica, inventaba una aver¨ªa de Anquetil- en un puerto de manual, en un ataque fallido y desganado: acelera su gregario Ivanov, ¨¦l se pone a rueda, a su rueda Kl?den, as¨ª preparados, como si fuera un desfile militar. Y tal fue la cosa que Ivanov se dej¨® la vida, aceler¨®, aceler¨®, y se qued¨® solo. Ni Ullrich ni Kl?den le siguieron. 34 grados a la sombra. La meta quedaba a¨²n a m¨¢s de 50 kil¨®metros. Tran-tran del tren azul. Los carteros llegan.
Donde no llega la inteligencia de Armstrong -y es a muy pocos sitios- llegan la piernas de Floyd Landis, el gregario del d¨ªa. Landis reduce a Ivanov en la Forclaz -el cuarto del d¨ªa de los seis puertos, de la tortura del 39-, tras los interminables Glandon y Madeleine, los escarpados Tami¨¦, Forclaz y Croix Fry. Landis marca el ritmo o el tempo, que es como lo dice Armstrong - que tambi¨¦n entiende de m¨²sica-, en la Croix Fry. Landis, p¨¢lido, p¨¢lido, tez clar¨ªsima -y no se quema- diezma el pelot¨®n, descrema a los seguidores, arruina a Mancebo y un grupo, suelta a Karpets, el imponente ruso. Su marcha s¨®lo la resisten su Armstrong, los alemanes, Basso y Sastre.
A Armstrong le llamaron en la sala de prensa can¨ªbal, que era Merckx, el m¨¢s grande de todos los tiempos y torci¨® el morro. Con la boca peque?a, por supuesto. "No, no, no soy un can¨ªbal", dijo. Pero a Armstrong le encantar¨ªa ser Merckx, el todopoderoso del ciclismo. Armstrong intent¨® ser Merckx y se qued¨® en Pantani, en el Pantani m¨¢s triste, muerto de soberbia y vanagloria del Giro 99 que no permit¨ªa a nadie ganar todas las etapas de monta?a.
Fue llegando a meta, cuando ya lo ¨²nico que quer¨ªa el CSC -resignado a perder por equipos y casi al podio de Basso- era ganar la etapa y con Sastre lo hab¨ªa intentado, tras un descenso en el que el americano ri?¨® a Ullrich. Se hab¨ªa cortado Basso tras un impulso suicida de Landis y Ullrich quer¨ªa invitar a los dos carteros a que le acompa?asen: Armstrong le dijo que no, que si quer¨ªa algo que tirase ¨¦l. Despu¨¦s, en un repecho, el americano anim¨® a Landis a ganar la etapa. Y arranc¨®, pero Ullrich, potente, le neutraliz¨®. Bajo la llama roja salt¨® Kl?den y a falta de 300 metros ya ten¨ªa la meta a tiro. Pero tambi¨¦n era el d¨ªa de Armstrong. Furia, rabia, fuerza, determinaci¨®n, orgullo, soberbia: midiendo perfectamente la distancia, sus fuerzas, las del exhausto Kl?den, lanz¨® el sprint lejano. Gan¨® sobre la l¨ªnea su cuarta etapa de este Tour. La primera a brazos alzados de amarillo, como en Sestriere 99, en Beille 2002. Luego dijo: "He decidido que no hay regalos. El Tour es muy importante".
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