Humor y dolor en la retaguardia
Corredores de renombre como Aitor Gonz¨¢lez, Nozal o Galdeano hicieron la etapa en el 'autob¨²s' de los ¨²ltimos
"?Ataque del T-Mobile!". Se suben las primeras rampas de La Madeleine, una pared de 20 kil¨®metros, cuando la voz urgente del locutor de Radio Tour sobresalta la emisora del coche. Ullrich y los suyos parecen decididos a desencadenar una ¨²ltima y desesperada ofensiva. La alarma dura un par de minutos. Un corredor del equipo de Ullrich se ha adelantado para orinar, corrige el locutor. "Tienen tantas ganas de contar algo que se precipitan", suspira al volante de uno de los dos coches del equipo Illes Balears-Santander su segundo director, Jos¨¦ Luis Jaimerena.
El gran marat¨®n alpino, un viaje de m¨¢s de 200 kil¨®metros por una sucesi¨®n de escaladas ag¨®nicas y descensos kamikazes, de traves¨ªas por aldeas de tejados puntiagudos donde se saluda el paso del Tour con un estr¨¦pito de cencerros, tampoco sirvi¨® para que alguien se atreviese a subvertir la dictadura tejana. Pero muchos minutos por detr¨¢s de los primeros puestos, lejos de las c¨¢maras, obligados a sortear al p¨²blico que, tras el paso de las estrellas del pelot¨®n, rompen las filas de las cunetas y ocupan el centro de la calzada, decenas de corredores libraron otra batalla. Y entre ellos hab¨ªa corredores de renombre, gente como Aitor Gonz¨¢lez, Isidro Nozal, Igor Gonz¨¢lez de Galdeano o el maillot verde, Robbie Mc Ewen.
Los rezagados sortean a un p¨²blico que rompe las filas de las cunetas y ocupa la calzada
En las rampas iniciales del Glandon, a 15 kil¨®metros de la salida, ya aparecen los primeros rezagados. Son sprinters sin aptitudes para la escalada, gente que tuvo su gloria ef¨ªmera en las etapas llanas como el noruego Hushovd o el franc¨¦s Nazon. La bajada del Glandon empalma con el ascenso a La Madeleine, y para entonces ya se ha ido formando el autob¨²s, un grupo de 25 corredores. Jaimerena acelera para buscar a un ciclista suyo, rezagado m¨¢s adelante. Es Txente Garc¨ªa Acosta, quien recibe de inmediato el suministro de bidones con aguas y sales.
-?C¨®mo vas, Txente?
-Jodido. ?Qui¨¦n viene por detr¨¢s?
-El grupito de Mc Ewen.
-?Joder, mira que soy malo!
Txente intenta apurar el ritmo y por delante aparecen otros ciclistas que vivieron d¨ªas mejores. Jaimerena hace de samaritano con todos, sean o no de su equipo. Marcos Serrano, del Liberty Seguros, se confiesa "muerto". El alem¨¢n Daniel Becke, del Balears, se ha ca¨ªdo bajando La Madeleine. El autom¨®vil del equipo lo encuentra en el descenso, de nuevo sobre la bici. "Cambio roto", explica el corredor en su espa?ol macarr¨®nico. Le dan otra bicicleta, mientras se queja de la espalda. Una inflamaci¨®n en ciernes se adivina en su rodilla izquierda.
Becke ya no es capaz de seguir el ritmo de los ¨²ltimos. Se empe?a en que le quiten sangre de la rodilla. "Seringa, dame seringa para pinchar", insiste. Como no tiene derrame, la m¨¦dico de la ambulancia de carrera lo intenta con un analg¨¦sico y un aerosol. Becke se tambalea sobre la bici. Est¨¢ a punto de caer de nuevo; ya no es capaz ni de doblar la rodilla y echa pie a tierra.
Con un nuevo pasajero a bordo, abatido y sin musitar palabra, el veh¨ªculo sigue avanzando posiciones y socorriendo n¨¢ufragos. Por all¨ª anda Aitor Gonz¨¢lez, ex ganador de la Vuelta, incapaz de seguir siquiera el ritmo de los velocistas. Otro corredor espa?ol brama contra la marcha impuesta en cabeza por los "cabrones del US Postal". En un autob¨²s m¨¢s adelantado, aparece Igor Galdeano, antiguo maillot amarillo del Tour, con el gesto contra¨ªdo. Pide agua con desesperaci¨®n
-?Quieres algo m¨¢s, Igor?
-?Pues un empujoncito, oye!
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