Israel-Palestina: de las espadas, arados
La sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya (TIJ), ¨®rgano de Naciones Unidas, ha sido inmediatamente seguida de la resoluci¨®n de la Asamblea General. Ambas sobre el muro que Israel est¨¢ levantando entre ¨¦l y los palestinos y que considera "de seguridad, para defenderse del terrorismo". No parece que la comunidad internacional en su conjunto sea del mismo parecer, al menos no por la forma y por d¨®nde lo est¨¢ erigiendo. Baste se?alar que 14 de los 15 jueces que integran el TIJ fueron un¨¢nimes en la condena a Israel (s¨®lo vot¨® en contra uno, precisamente norteamericano) y que la votaci¨®n en la Asamblea General fue rotunda. Ciento cincuenta Estados -incluidos los 25 de la Uni¨®n Europea- se pronunciaron contra lo que Tel Aviv eufem¨ªsticamente denomina "verja" de seguridad y seis votaron a favor. Muy significativamente, estos seis fueron Israel, EE UU y Australia (cuyo Gobierno ha apoyado entusi¨¢sticamente a Bush en la invasi¨®n de Irak), y tres joyas de las relaciones internacionales, a saber, Islas Marshall, Micronesia y Palau.
A los lectores poco familiarizados con el Pac¨ªfico Sur, puede resultar ¨²til la siguiente informaci¨®n: Marshall, 180 kil¨®metros cuadrados y 52.000 habitantes; Micronesia, 700 kil¨®metros y 108.000 seres; Palau, 460 kil¨®metros y 20.000 almas. Marshall y Micronesia son "independientes" desde 1986; Palau, desde 1994. Las tres tienen dos cosas en com¨²n: su moneda "nacional" es el d¨®lar estadounidense y las tres accedieron a la independencia, "en libre asociaci¨®n con los EE UU", que tiene la responsabilidad de la defensa. Una curiosidad adicional sobre Palau que revela el decidido compromiso de sus 20.000 ciudadanos con la pol¨ªtica exterior y las instituciones onusianas: el 16-7-2002, el embajador norteamericano presentaba sus cartas credenciales al presidente Tommy Remengesau, quien le confirm¨® el apoyo internacional incondicional de Palau a Washington a cambio de un "buen" pacto de asociaci¨®n.
La estrategia del primer ministro israel¨ª -cuya voluntad pol¨ªtica para facilitar la creaci¨®n de un Estado palestino viable brilla por su ausencia- ha consistido en ganar tiempo y mantener una cierta ambig¨¹edad. En relaci¨®n a la llamada Hoja de Ruta, que, empero, yace hoy pr¨¢cticamente moribunda porque su supuesto patrocinador, el Cuarteto (en la pr¨¢ctica, los EE UU, con algunas gotas de Uni¨®n Europea), ha consentido que Sharon diera una de cal y varias de arena. De arena movediza, donde han ido a hundirse los cad¨¢veres humanos y pol¨ªticos resultantes de las ejecuciones extrajudiciales de palestinos ordenadas por Sharon y las esperanzas de las masas palestinas. En claro contraste, numerosas nuevas colonias jud¨ªas han sido asentadas en arenas bien firmes, en tierra palestina, contraviniendo los acuerdos de Oslo, la Hoja de Ruta, el sentido com¨²n y el sentido pol¨ªtico. De todo ello se ha derivado un considerable grado de odio y frustraci¨®n. A la hora de juzgar lo que est¨¢ ocurriendo estas semanas en Gaza, es importante no olvidar que a menudo se exige de los responsables palestinos comportamientos propios de la estructura, m¨¦todos y medios de un Estado que no existe, al que se atribuyen carencias, acciones y omisiones. No est¨¢ teniendo lugar en un vac¨ªo, sino que es resultado de una concreta pol¨ªtica israel¨ª que ha liquidado la capacidad palestina para sacar adelante sus instituciones-embri¨®n, incluidas las policiales, de las que tantas veces se reclama una acci¨®n eficaz contra el terrorismo que asesina a israel¨ªes inocentes. Y ya que el conflicto tiene lugar en tierras b¨ªblicas (lo que es parte del problema), se?alemos que lo antedicho no excluye que Arafat est¨¦ libre de pecado, pero ni es el principal pecador ni se le facilita el arrepentimiento.
Mientras, los extremistas isl¨¢micos de Yihad y Ham¨¢s crecen y son ya, en Gaza, m¨¢s fuertes que Al Fatah, el partido del rais. ?Qu¨¦ tipo de cat¨¢strofe, en la filosof¨ªa del cuanto peor, mejor, pretende Ariel Sharon? La sociedad israel¨ª tiene que comprender que es imposible que se consoliden alternativas pol¨ªticas moderadas mientras Arafat sea cotidianamente humillado por Israel, que la ¨²nica manera de facilitar que los palestinos pongan en marcha el definitivo proceso de reformas que muchos desean pasa por que el l¨ªder y s¨ªmbolo de su identidad y lucha nacionales recupere su dignidad.
Tal vez el principal m¨¦rito de la sentencia del TIJ consista en que lanza a la palestra un importante asunto jur¨ªdico-pol¨ªtico que acaba de se?alar el jurista israel¨ª David Kretzmer, quien recuerda que durante cuatro d¨¦cadas de ocupaci¨®n, Israel ha vivido en una burbuja jur¨ªdica. Por un lado, el gobierno de los territorios palestinos estaba basado en la fuerza y en los poderes de un comandante militar en territorio ocupado. Por otro, las autoridades ignoraban las restricciones que impone al poder ocupante la Convenci¨®n de Ginebra, en especial la prohibici¨®n de trasladar parte de la poblaci¨®n ocupante a los territorios ocupados, as¨ª como la prohibici¨®n de confiscar propiedad privada y la obligaci¨®n de mantener la propiedad p¨²blica en calidad de fideicomiso.
Justamente eso es lo que ha estado haciendo desde 1967 el poder ocupante: implantar miles de colonos jud¨ªos (hasta 400.000 hoy) en Cisjordania, Gaza y Jerusal¨¦n, y confiscar numeros¨ªsimas propiedades p¨²blicas y privadas palestinas, factores clave para hacer inviable el supuesto futuro mini-Estado palestino, hoy adem¨¢s reducido -como consecuencia del muro de la verg¨¹enza- a una serie de cantones aislados y separados entre s¨ª. Ante un panorama de esta naturaleza, ?cu¨¢l cree la sociedad israel¨ª que puede ser a medio y largo plazo la reacci¨®n de una sociedad palestina que crece demogr¨¢ficamente a pasos agigantados?
En el siglo X antes de Cristo, el gran rey Salom¨®n, hijo del rey David, acab¨® contribuyendo a una de las primeras formulaciones de una paz internacional que la Biblia recoge: "Yahv¨¦ dictar¨¢ sus leyes a numerosos pueblos, que de sus espadas har¨¢n rejas de arado, y de sus lanzas, hoces. No alzar¨¢n la espada gente contra gente ni se ejercitar¨¢n para la guerra" (Isa¨ªas, 2). S¨¦ que convertir hoy esos deseos en realidades compete no s¨®lo a los israel¨ªes, sino tambi¨¦n a los palestinos. Con un matiz importante: los primeros son los ocupantes; los ocupados, los segundos.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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