Bodas bereberes en las monta?as del Atlas
En Imilchil, Marruecos, los a?t haddidou despiden el verano con una gran feria
Hab¨¦is estado alguna vez en el Gran Atlas marroqu¨ª? Yo s¨®lo lo hab¨ªa cruzado por la carretera que une Marraquech con Uarzazate, a los pies del monte Tubkal. Alguna vez hab¨ªa que desorientar la br¨²jula y recorrer la transversal de esta regi¨®n de leyenda dentro de un pa¨ªs de leyenda; internarse m¨¢s all¨¢ del asfalto por pistas que se confunden con el surco de los ueds, en el fondo de los barrancos, y que ascienden sinuosamente hasta los puertos. Cuando la vegetaci¨®n desaparece, a medida que se gana altura, hay que conformarse con la luz y los colores minerales: violetas, ocres, sienas, amarillos. Estamos entrando en la tierra m¨¢gica de los a?t haddidou, monta?eses bereberes adaptados a la dureza del clima (se aprecia en la piel de cuero de alg¨²n pastor solitario que saluda al pasar) y a la belleza esencial del paisaje (de la que conoce m¨¢s quien logre que le traduzcan alg¨²n cuento de la riqu¨ªsima tradici¨®n oral).
Hab¨ªamos salido de Marraquech aquella ma?ana temprano, a trav¨¦s de una llanura cegada de luz como una fotograf¨ªa quemada. Pasado Beni Mellal, el aire se fue refrescando poco a poco, la carretera cruz¨® los ¨²ltimos bosques y se convirti¨® en una pista de v¨¦rtigo hacia el paisaje lunar de los pasos de monta?a, cercanos a los 3.000 metros de altura. Nos hab¨ªamos detenido un par de veces a comprar unas manzanas ¨¢cidas y diminutas en las huertas que permite la tierra f¨¦rtil de las hondonadas, pero horas m¨¢s tarde, remontando ya los desfiladeros, s¨®lo nos envolv¨ªa un cielo de cuarzo y el viento met¨¢lico de las cimas. Empez¨¢bamos a acusar la dureza del camino, esperando ver aparecer cuanto antes la alta meseta de los lagos de Imilchil, uno de los tesoros orogr¨¢ficos mejor guardados de esta ¨¢spera cadena de monta?as.
Cuenta la leyenda que, durante una sequ¨ªa, dos tribus rivales acordaron proveerse de agua a horas distintas del d¨ªa en el ¨²nico pozo disponible. Una joven se entretuvo en la aguada m¨¢s de la cuenta y conoci¨® -c¨®mo no- a un joven de la tribu enemiga. Lo que sigue podr¨ªa haberlo escrito el mismo Shakespeare, porque se parece mucho a la historia de Romeo y Julieta. Al ser imposible su amor, Tislit e Isli, que as¨ª se llamaban los enamorados, lloraron tanto que formaron estos dos lagos que llevan sus nombres: el milagro de dos trozos inmensos de cielo en mitad de la nada de rocas y arena. O por decirlo en prosa: hab¨ªamos llegado por fin a los albergues y las jaimas a la orilla de los lagos que acogen a los viajeros poco antes del pueblo de Imilchil. Un estupendo lugar para perderse.
Pero no era una noche cualquiera aquella noche dominada por Marte en el firmamento, como una candela roja. Cada final de verano los pueblos del Alto Atlas se re¨²nen en un moussem o romer¨ªa de triple significado. Se trata de darse un ba?o de multitudes antes de enfrentar el aislamiento del invierno, con la excusa de una feria comercial. Se trata de rendir culto al morabo m¨¢s venerado del lugar, el santo Ahmed Oulmaghni. Y sobre todo se trata de representar el rito de las bodas, una antigua tradici¨®n, actualmente tutelada por las autoridades de Rabat, por la que los a?t haddidou conciertan o desconciertan esponsales bajo la jaima de un cad¨ª. Estas bodas -y divorcios- m¨²ltiples han hecho las delicias de los antrop¨®logos como hoy hacen las de los viajeros. ?Un remedio contra la endogamia tribal? Probablemente, pero tambi¨¦n una comuni¨®n de identidades, una afirmaci¨®n cultural que se exhibe desde los ceremoniales previos al complicado atuendo de los contrayentes.
Cantos orgullosos
Aquella noche estelar nos mezclamos con el p¨²blico de un festival de m¨²sica folcl¨®rica, al aire libre, sobre un improvisado escenario alfombrado: cr¨®talos, panderos, cantos a capella que sonaban tan orgullosos como himnos, y como sorpresa final, la danza de las mujeres a?t haddidou, con una coreograf¨ªa sensual cargada de encanto y de sentido del humor.
Cualquier ¨¦poca es interesante para visitar este lugar al que a¨²n no llega el asfalto. El turismo cultural y de aventura tiene aqu¨ª infinidad de alicientes. Pero si se tiene ocasi¨®n, lo mejor es viajar hasta Imilchil durante la reuni¨®n anual de las bodas, cuando alrededor del peque?o templo del morabo, a pocos kil¨®metros del pueblo, en una tierra de nadie abierta a los cuatro vientos, se levanta el campamento de los congregados al moussem. Desde primera hora, discuten y se estrechan la mano los tratantes de ganado: dromedarios, mulas, asnos, ovejas. El sol gana fuerza muy pronto, y la luz azul se va dorando al horno, exhala un aliento arenoso que a veces recorre y agita el mar de tiendas y jaimas, donde ya se cuecen los panes, humea el t¨¦, se despereza la gente, se instalan los artesanos, los vendedores ambulantes.
El moussem de las bodas es un viaje en el tiempo m¨¢s que en el espacio. Aqu¨ª estamos, un turbante m¨¢s entre la multitud de turbantes, bajo este energ¨¦tico sol de justicia. Pero pronto hay que dejar paso a los asuntos del h¨ªgado -los a?t haddidou, como los antiguos mediterr¨¢neos, no ubican los sentimientos en el coraz¨®n, sino en el h¨ªgado-, y las bodas y divorcios concertados se llevan a cabo bajo las jaimas colectivas. Ya no es posible encontrar la autenticidad de otra ¨¦poca, cuando el moussem de las bodas era un asunto privado. Las autoridades marroqu¨ªes quieren potenciar el turismo y romper el aislamiento del Alto Atlas. Incluso colaboran con subvenciones que ayudan a las dotes de las bodas. El precio es una fiscalizaci¨®n de esta tradici¨®n ancestral, naturalmente, una homologaci¨®n de las ceremonias tribales. Se ver¨¢ aparecer alg¨²n helic¨®ptero oficial y paneles de promoci¨®n tur¨ªstica, m¨¢stiles con banderas y alg¨²n retrato real. Pero la vida del moussem es incontenible, tiene su propio olor y sabor. Tiene sus propias leyes.
Hacia el mediod¨ªa me pierdo entre la gente en el caos del zoco improvisado. Dentro de unos d¨ªas no quedar¨¢ nada de todo esto. Silencio absoluto y una llanura desierta. Pero hoy la vida est¨¢ aqu¨ª, concentrada, intemporal, embriagadora, ruidosa. Voy coleccionando adjetivos mientras contin¨²o el paseo. Esta noche me alojar¨¦ en un Gite d'?tape, un refugio econ¨®mico para ruteros y senderistas. Comprar¨¦ unas f¨ªbulas de plata vieja y charlar¨¦ con un gu¨ªa local que conoce el acceso secreto a los antiguos graneros, unas oquedades excavadas a gran altura en las colinas de roca en las que se guardaba una reserva de grano para preservarla de los hurtos de los pueblos vecinos. Algunas fotograf¨ªas en la pared muestran los ojos de las cuevas, las escalas de madera suspendidas en el aire. Quedamos en que volver¨¦ pronto para que me gu¨ªe hasta all¨ª.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde reemprendo el camino por una pista mucho m¨¢s amable que sigue el curso de un r¨ªo. Las gargantas de Todr¨¢ -asfalto de nuevo, autocares, c¨¢maras digitales- son el final de nuestro recorrido. Sin darnos cuenta, hemos ido dejando atr¨¢s la magia de los a?t haddidou.
- Juan Mi?ana (Barcelona, 1959) es autor de la novela Noticias del mundo real (Tusquets).
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir- Royal Air Maroc (902 210 010; www.royalairmaroc.com). A Marraquech, ida y vuelta desde Madrid, 413,70 euros en agosto y 381,70 en septiembre, tasas incluidas (compra con una semana de antelaci¨®n). Tambi¨¦n se puede volar hasta Ouarzazate, v¨ªa Casablanca, ida y vuelta, desde 335 euros m¨¢s tasas.- Iberia (902 400 500; www.iberia.com) ofrece en la web tarifas de ida y vuelta a Marraquech desde 232 euros m¨¢s tasas desde Madrid y 277 euros m¨¢s tasas desde Barcelona.- Q?dar Art i Viatges (630 98 16 49 y www.qadar.net) es una agencia de viajes culturales, con gu¨ªas espa?oles, que organiza rutas a Imilchil.Informaci¨®n- Turismo de Marruecos (915 41 29 95 y www.turismomarruecos.com).
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