Bagdad vive sin futuro
Los cinco millones de habitantes de la capital iraqu¨ª sobreviven al caos de una posguerra marcada por la violencia y la pobreza
La capital iraqu¨ª es una ciudad sin ley, donde el despertar lo marcan los bombazos, el vuelo rasante de los helic¨®pteros artillados norteamericanos y el ulular de ambulancias y coches de polic¨ªa. Sus cinco millones de habitantes, desgajados entre anti Sadam y pro Sadam, se levantan sin mirar al futuro. El presente les exige toda su atenci¨®n para aprender a sobrevivir en el caos de una posguerra marcada por sangrientos enfrentamientos entre la resistencia y las tropas de ocupaci¨®n y ali?ada con bandas de forajidos que roban y matan, que secuestran y extorsionan.
"La mitad de los nuevos polic¨ªas son delincuentes, y la mitad de los agentes de la antigua", perdidos los galones, "se han unido a la resistencia o se ha sumido en el mundo del hampa", afirma Haydee al Safar, subdirector de Al Yermuk, uno de los mayores hospitales de la capital, cuyo ¨¢rea de influencia se extiende hasta Faluya, a unos 60 kil¨®metros, uno de los bastiones de la insurgencia sun¨ª. "A diario nos entran heridos por balas o bombas. No preguntamos si es resistencia o delincuencia, ni si es chi¨ª o sun¨ª", afirma.
De los m¨¢s de 26.000 millones de euros prometidos por la comunidad internacional, ha llegado un 2%, casi todo en manos de los intermediarios
Los habitantes de muchos barrios de la capital carecen desde el inicio de la guerra de servicios elementales como el tel¨¦fono o la electricidad
"Al Yermuk tiene 1.000 camas y en momentos de crisis", en Bagdad hay muchos, "podemos habilitar otras 200 camas m¨¢s", comenta. Seg¨²n Safar, en Irak hay m¨¦dicos de sobra, pero hacen falta decenas de nuevos hospitales, equipamiento moderno y enfermeras.
Moverse en Bagdad exige una paciencia de santo y una voluntad de hierro. La luz verde s¨®lo funciona para los tanques y los blindados estadounidenses. Uno de los puentes m¨¢s vitales de la capital qued¨® requisado para el dispositivo de seguridad que rodea la llamada zona verde, donde est¨¢n parapetadas las tropas norteamericanas, las embajadas de EE UU y Reino Unido y el nuevo Gobierno iraqu¨ª.
Esa zona era el coraz¨®n de la ciudad, desde cuyo palacio de la Rep¨²blica el dictador ordenaba. Ahora, barreras de hormig¨®n, sacos terreros y alambres de espino no dejan escuchar sus latidos. S¨®lo se oyen las maldiciones de los conductores, atrapados en sus veh¨ªculos durante horas por la obligada circunvalaci¨®n y por los m¨²ltiples controles instalados en las calles.
Pese a las dificultades, miles de bagdad¨ªes se suben cada ma?ana a su coche con el sue?o de encontrar un pasajero y ganarse unos dinares. Es dif¨ªcil cruzar una calle por la cantidad de coches que se paran con la esperanza de que alguien les indique una direcci¨®n. El paro supera el 30%. Los 31.400 millones de d¨®lares (unos 26.086 millones de euros) prometidos por la comunidad internacional para la reconstrucci¨®n de Irak no se desembolsan, y lo poco que ha llegado -un 2%- casi se ha perdido por los bolsillos de los intermediarios.
En Bagdad apenas se ven gr¨²as, ni se construyen edificios de viviendas, aunque algunos han aprovechado espacios p¨²blicos para levantar sus casas y otros muchos se han convertido en okupas. A sus 74 a?os, y despu¨¦s de 20 en el Ej¨¦rcito, Al¨ª al Musavi es uno de ellos. Junto con sus ocho hijas, algunos yernos, la viuda de su hijo y unos cuantos nietos -en total 18 personas- vive en Al Rashid, la principal base militar del centro de Bagdad.
Los bombardeos de la aviaci¨®n norteamericana arrasaron esta base, construida por los brit¨¢nicos a principios del siglo pasado durante su dominio. Ahora est¨¢ okupada por unas 1.000 familias del sur del pa¨ªs, que perdieron su casa durante la guerra. Agrupados en torno a Esam Abdulkarim el Daui, jeque de una peque?a tribu de comerciantes, los habitantes de las ruinas de Al Rashid, el 75% sin empleo, no tienen electricidad, ni tel¨¦fono. No son los ¨²nicos. En esas circunstancias hay todo un batall¨®n de okupas, que se ha extendido por la orilla del Tigris, desde el otrora selecto club militar hasta otras muchas dependencias del Partido Baaz, el Ej¨¦rcito y la Muhabarat, la temida polic¨ªa secreta de Sadam.
Los habitantes de buena parte de los barrios de la capital viven casi como los okupas: sin tel¨¦fono ni electricidad desde el inicio de la guerra. El agua llega con cuentagotas y la desgana es tal que la basura se amontona sin que nadie la recoja all¨¢ en donde encuentra un pu?ado de escombros. Todo es desencanto desde la llamada Ciudad S¨¢der, al este de Bagdad, donde se apretujan unos tres millones de chi¨ªes, hasta el c¨¦ntrico barrio sun¨ª de Al Karj, tras cuya fachada de modernidad de la calle Haifa se ocultan cientos de casitas que se caen a trozos. Si Ciudad S¨¢der es caldo de cultivo del integrismo chi¨ª, Al Karj lo es de la insurgencia sun¨ª.
Uno de los escasos proyectos puestos en marcha con dinero internacional es precisamente una planta de tratamiento de deshechos en el sur de la ciudad, que da trabajo a unas 1.000 personas y debe concluirse a finales de a?o. Tal vez cuando est¨¦ en marcha y se retiren las basuras que inundan Bagdad, sus habitantes vuelvan a disfrutar de la brisa del Tigris.
Seg¨²n Mayid al Shammeri, jefe de ingenieros del Equipo de Reconstrucci¨®n de la Coalici¨®n, la inseguridad es la que impide acelerar la marcha de la reconstrucci¨®n. Pese a ello, Al Shammeri sostiene que "nunca antes" se hab¨ªa prestado tanta atenci¨®n a las necesidades de la gente. "Hemos realizado obras por 50 millones de d¨®lares (41,6 millones de euros). Hemos reconstruido 53 escuelas, decenas de cl¨ªnicas, una central el¨¦ctrica, carreteras y desag¨¹es", afirma.
Afortunadamente, quedan optimistas: "Hay problemas", dice Al¨ª Husein, de 36 a?os y contable del hotel Palestina, uno de los mayores de la capital, "pero ahora tenemos libertad. Podemos decir todo lo que queramos y comprar. Hay importaciones de todo el mundo, desde cerezas de L¨ªbano a electrodom¨¦sticos japoneses. Son mucho m¨¢s baratas que antes, que hab¨ªa que conseguirlas en el mercado negro".
Husein es uno de los aventurados que tienen un sueldo digno y se permiten el lujo de remozar sus casas, deterioradas por 13 a?os de embargo y tres guerras -la contra Ir¨¢n, de 1980 a 1988; la del Golfo, en 1991, y, la ¨²ltima, en 2003-. Pero, con la mayor¨ªa de las f¨¢bricas cerradas, Husein es sobre todo afortunado porque tiene trabajo.
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