Bayreuth, el reino de Wagner
En una verde colina a las afueras de Bayreuth en direcci¨®n Norte, no lejos de la estaci¨®n de ferrocarril, surge majestuoso e imponente el teatro que Richard Wagner so?¨® para ver representado su monumental ciclo El anillo del Nibelungo y, de paso, el resto de sus ¨®peras. Hoy es mucho m¨¢s que un teatro de ¨®pera. Es un lugar de peregrinaje al que acuden gentes de todos los rincones del planeta durante cinco semanas del verano (finales de julio a ¨²ltimos de agosto) a ver y escuchar las ¨®peras de Wagner. Ning¨²n otro compositor es programado en esta especie de tierra prometida del wagnerismo. Encontrar una entrada para cualquier representaci¨®n entra en el territorio de la utop¨ªa.
El lugar es m¨¢gico. Bayreuth es una villa tranquila de Baviera m¨¢s o menos a medio camino entre M¨²nich y Berl¨ªn. Tiene universidad y un teatro barroco de ¨®pera encantador, edificado por el arquitecto Giuseppe da Bibiana para la margravina Guillermina. Contin¨²a en activo intermitentemente y a finales de verano tiene un festival con un par de ¨®peras barrocas escenificadas y algunos conciertos complementarios. Su interior es familiar al gran p¨²blico pues se utiliz¨® en la pel¨ªcula Farinelli, el castrado, de G¨¦rard Corbiau.
La primera piedra del Fests-
pielhaus (Teatro de Festivales) wagneriano se coloc¨® el mismo d¨ªa que el compositor cumpl¨ªa 59 a?os -22 de mayo de 1872-. El compositor dirigi¨® horas despu¨¦s en la ?pera de los Margraves la Novena, de Beethoven. El edificio del Festspielhaus, construido por el arquitecto Otto Br¨¹ckwald, tiene un atractivo especial, en su estructura de ladrillo exterior y su disposici¨®n interior de anfiteatro griego, con la orquesta oculta para los espectadores -lo que se define a veces como foso m¨ªstico-, las sillas corridas y sin reposabrazos, y una sensaci¨®n del sonido verdaderamente diferente a lo que se puede escuchar en cualquier otro teatro l¨ªrico. Tiene capacidad para 1.925 espectadores, un escenario de 32 metros de anchura y 23 de profundidad, y un foso que puede albergar hasta 130 instrumentistas. El primer Festival de Bayreuth tuvo lugar en agosto de 1876 con tres ciclos completos de El anillo, dirigidos musicalmente por Hans Richter. En un momento u otro fueron testigos de los actos inaugurales Liszt, Saint-Sa?ns, Chaikovski, Bruckner, Grieg, Tolst¨®i, Nietzsche, el emperador Guillermo I o el rey Luis II de Baviera. El teatro del futuro comenz¨® a funcionar. La bandera blanca con la W sigue hoy ondeando.
No fueron las cosas econ¨®micamente como se esperaba en esta primera experiencia y hubo que sufrir otro periodo de espera para que el teatro consolidase su continuidad. El segundo acontecimiento hist¨®rico del Festspielhaus fue el estreno mundial de Parsifal el 26 de julio de 1882. La obra ¨²ltima de Wagner est¨¢ pensada para la sonoridad del teatro. Escuchar all¨ª el sonido aterciopelado de las cuerdas o el voluptuoso del coro es algo totalmente inolvidable.
La pasi¨®n de Hitler por las ¨®peras de Wagner, y su asistencia a las temporadas de Bayreuth, marc¨® pol¨ªticamente la imagen del festival, produci¨¦ndose una asociaci¨®n de afinidades utilizada de una forma u otra seg¨²n los intereses de cada cual. Liderado por uno de los nietos del compositor, el director de escena Wieland Wagner, hubo un renacimiento a comienzos de los cincuenta con unas actitudes art¨ªsticas que trataban de borrar cualquier vinculaci¨®n pol¨ªtica partidista del festival. Este proceso de reivindicaci¨®n musical y art¨ªstica al margen y por encima de las coyunturas pol¨ªticas es el origen de lo que se conoce como nuevo Bayreuth. El Festival de Bayreuth vivi¨® una especie de edad de oro y en ello fueron determinantes una generaci¨®n de directores de orquesta como los Knappertsbuch, Furtw?ngler, Clemens Krauss y un pu?ado de cantantes de antolog¨ªa como Kirsten Flagstad, Astrid Varnay, Wolfgang Windgassen, Hans Hotter, Leonie Rysanek, S¨¢ndor Konya y otros.
Un punto revelador de la
historia del Teatro de Festivales de Bayreuth fue la postura desmitificadora tomada en 1976 con el Anillo del centenario dirigido por la pareja francesa formada por Pierre Boulez y Patrice Ch¨¦reau. Nuevas perspectivas para aproximarse a la obra de Wagner se empezaban a abrir desde posturas m¨¢s o menos marxistas. Desde entonces cada lectura del Anillo, o de Parsifal, o de Trist¨¢n, genera unas fuertes pol¨¦micas que mantienen vivos los espect¨¢culos. Este a?o, sin ir m¨¢s lejos, la divisi¨®n de opiniones se ha levantado con la nueva puesta en escena de Parsifal que el controvertido Christoph Schlengensief ha puesto en pie por encargo de Wolfgang Wagner, nieto del compositor y director del festival. Y para el a?o pr¨®ximo se espera con impaciencia un nuevo Trist¨¢n e Isolda nada menos que con Christoph Marthaler. Al margen de resultados art¨ªsticos siempre permanece el hechizo irresistible de un teatro de ¨®pera ¨²nico en el mundo, con un sonido particular¨ªsimo y una atm¨®sfera en la que uno siente como en pocos lugares la pervivencia y necesidad de la gran cultura alemana y europea.
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