?Artillero dale fuego?
Mal empezamos. Alg¨²n creativo brillante tuvo la sutil idea de poner un salero en el cartel de la Semana Grande. Mejor dicho, hizo que el cartel fuera un salero. Y a la Corporaci¨®n le gust¨® que se quisiera pedir y ofrecer a la ciudadan¨ªa sal por no decir salerosidad. Pero a nadie, ni siquiera al concejal de medio ambiente que en fiestas trata de que sea entero, se le ocurri¨® pensar que las fiestas se inauguran con la canci¨®n del Artillero, dale fuego. Y ah¨ª estaba el problema, vamos, el problem¨®n porque ?no dice la letra que se casa el pastelero? Pues eso, que con tanto salero y tanto promocionar lo salado, cab¨ªa el riesgo de que el pastelero se enfadara, plantase a la novia y entonces el artillero no diese fuego, se quedara el ca?¨®n sin disparar y no empezasen las fiestas. Fuentes generalmente bien informadas aseguraron que la decisi¨®n del pastelero se producir¨ªa a ¨²ltima hora o, como quien dice, a pie de ca?¨®n, con lo que estuvimos todo el d¨ªa en vilo. Para m¨¢s inri, los aguafiestas de siempre se tomaron la p¨®lvora por su mano e hicieron estallar dos bombas. Pero no era eso. ?Cu¨¢ndo se van a rendir a la evidencia de que nadie excepto los cuatro borregos que les jalean quiere saber nada de ellos y van a coger la dinamita y se la van a meter por donde les quepa antes de hacer mutis por el foro? Afortunadamente no hubo v¨ªctimas por lo que no consiguieron quitarnos las ganas de fiesta. Bueno, las ganas de tener ganas de una fiesta que casi se suspende.
A ver si con tanto promocionar lo salado, se nos enfada el pastelero
Lo cierto es que la cosa viene de atr¨¢s. Me refiero a la falta de delicadeza que el Consistorio ha tenido con el atribulado pastelero. Cuando nuestro se?or Alcalde con toda su ilustraci¨®n (y su txistu y acorde¨®n) realiz¨® el balance de las fiestas del a?o pasado y expuso la idea de incorporar a las de este a?o la figura de su alter ego el delf¨ªn Paquito, cogi¨® Paquito y se larg¨®. Pese a su gran talante y a su devoci¨®n por la tolerancia, seguro que a nuestro Od¨®n se le pas¨® por alto entablar negociaciones -ilusionantes- con Paquito a ver si le parec¨ªa bien la idea. Y uno no puede evitar sentirse culpable porque al fin y al cabo dio mucho la matraca con eso de que Od¨®n y Paquito (pero tambi¨¦n Flipper) eran tal para cual hasta que por fin el alcalde acept¨® apechugar con aquel rasgo identitario e introducirlo en la Semana Grande pero con una torpeza indigna de ¨¦l y de quienes le admiramos. Es lo que tenemos los delfines, digo, el g¨¦nero humano: mala uva. Que se lo pregunten al pastelero. De hecho ya se lo pregunt¨® una comisi¨®n municipal mientras la multitud estaba de los nervios. Repres¨¦ntenselo. Estaba la multitud de los nervios y la comisi¨®n entraba y sal¨ªa de un balconcito donde al parecer se encontraba el resentido pastelero mientras el Artillero Mayor Mocoroa no sab¨ªa si seguir atus¨¢ndose los bigotazos o prend¨¦rselos como si fuera la mecha. Ajeno al trance, el ca?oncito miraba al respetable poniendo una boca redonda de bostezo pero negra. Y justo cuando los ni?os empezaban a llorar desconsolados y los padres dudaban entre enjug¨¢rselas o tomar el Ayuntamiento, vol¨® el aro de p¨®lvora, son¨® el trueno, se cas¨® el pastelero y las fiestas empezaron con el mejor pie. Claro que, alguien del banquete nupcial debi¨® de volcar el salero, porque comenzaron nubladas.
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