Ba?o de masas
Qu¨¦ tiene esta foto de Letizia Ortiz que no tengan todas las dem¨¢s? Tiene que es una foto con lengua. Est¨¢ sacada un d¨ªa en el que el Pr¨ªncipe y la periodista, a la saz¨®n novios, fueron a pedirle algo que no hemos logrado averiguar a Jes¨²s de Medinaceli, ante cuya imagen se forman unas colas incre¨ªbles de beatas y beatos el primer viernes de cada mes de marzo. Si se pudiera separar la religi¨®n de la superstici¨®n, dir¨ªamos que el Cristo de Medinaceli despierta m¨¢s los instintos fetichistas que los propiamente religiosos de los creyentes, pero si no se pudieran separar, y quiz¨¢ no, no dir¨ªamos nada. As¨ª que qu¨¦dense ustedes con la idea de que estamos hablando de un Cristo que en la tradici¨®n popular es muy milagrero, al contrario que otros con las mismas oportunidades, puesto que todos son hijos del mismo padre. Ahora vamos a imaginar que esos dos j¨®venes modernos, esa mujer y ese hombre del siglo XXI, como se describi¨® tantas veces a la famosa pareja, estaban un d¨ªa en la Zarzuela sin saber qu¨¦ hacer y uno de ellos va y dice:
-?Por qu¨¦ no vamos a orar ante el Cristo de Medinaceli aprovechando que es el primer viernes de marzo?
-Es que hay unas colas que dan la vuelta a la manzana.
-Mejor. As¨ª el Cristo apreciar¨¢ nuestro sacrificio y escuchar¨¢ con m¨¢s atenci¨®n nuestras oraciones.
Como la escena que acabamos de describir es completamente inveros¨ªmil incluso en la Espa?a de Aznar (a¨²n no hab¨ªa perdido las elecciones), vamos a ser sensatos y a pensar que los asesores de la Casa Real decidieron que un acontecimiento de ese tipo era ideal para que Letizia se dejara ver en compa?¨ªa del Pr¨ªncipe, de modo que el pueblo se fuera acostumbrando a ella. Podr¨ªan haberlos llevado al Museo del Prado, pero entonces no habr¨ªamos visto esa muestra de adhesi¨®n popular obtenida con el simple recurso de desplazar la atenci¨®n emocional de un fetiche a otro. Los visitantes de los museos, al contrario de los visitantes de las iglesias, son muy distantes, muy racionalistas si ustedes quieren, y no se dejan conmover f¨¢cilmente.
El caso es que Letizia recibi¨® un ba?o de masas, que era de lo que se trataba. Quiz¨¢ la entonces prometida del Pr¨ªncipe no era consciente de las responsabilidades que hab¨ªa adquirido con la historia al prometerse con Felipe, pues su rostro no refleja a¨²n la deflaci¨®n que se instalar¨ªa m¨¢s tarde en su mirada. De hecho, ni siquiera hab¨ªa comenzado a adelgazar. En ese sentido, esta fotograf¨ªa es ¨²nica, pues se?ala ese instante en el que, al no haber dejado de ser Letizia Ortiz, ten¨ªa muchos motivos de alegr¨ªa frente a la perspectiva de dejar de serlo. Por eso, porque era feliz y porque era ella, se dej¨® fotografiar con lengua, algo completamente imposible unas semanas m¨¢s tarde, tras el cursillo acelerado de princesa que recibi¨® junto a las clases de preparaci¨®n al matrimonio cristiano. Es probable que esa lengua que muestra al mismo tiempo incredulidad y dicha no permaneciera fuera de su boca m¨¢s de dos o tres segundos, tal vez los dos o tres segundos m¨¢s felices en la vida de su propietaria. Lo que, de ser cierto, vendr¨ªa a demostrar que la felicidad tampoco dura mucho en la casa de los ricos.
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