Padres e hijos
Los padres siempre se han quejado de su relaci¨®n con los hijos. Incluso en aquellos tiempos en que el padre com¨ªa dos huevos, la cena era a las diez en punto y los hijos le hablaban de usted, incluso entonces hab¨ªa conflictos entre los v¨¢stagos y sus progenitores. Ahora los chavales se comen los huevos que les da la gana, vienen a cenar cuando quieren y a su padre le llaman viejo o tronco, cuando tienen la suerte de que le dirijan la palabra.
Ninguna de esas concesiones parece haber relajado las end¨¦micas tensiones que desde los albores de la adolescencia suelen presidir las relaciones paterno-filiales. Se dir¨ªa que m¨¢s bien lo contrario a juzgar por los resultados del estudio realizado por la Fundaci¨®n de Ayuda a la Drogadicci¨®n. Seg¨²n la FAD un tercio de los padres espa?oles con hijos adolescentes siente que no los educa bien o simplemente que no sabe hacerlo y cuatro de cada diez reconoce su torpeza en el manejo de los conflictos de convivencia. Estas encuestas adem¨¢s de proporcionar una valiosa informaci¨®n para diagnosticar y prevenir problemas mayores combaten el complejo de monstruo que se crea la gente ante la incapacidad de hacer carrera de los chavales. Les cuesta explicarse por qu¨¦ unos chicos a los que desde peque?itos les dieron cuanto ped¨ªan pueden comportarse de esa forma con ellos. La realidad es que esa generosidad desmedida, que muchas veces escondi¨® el intento de satisfacer en los hijos los deseos frustrados de la propia infancia, induce err¨®neamente a la creencia de que el respeto y el cari?o se pueden comprar. Y esos art¨ªculos no est¨¢n a la venta en ning¨²n comercio ni es posible adquirirlos tirando de billetera.
Seg¨²n dicen los estudiosos del tema con los cr¨ªos hay que hablar, hablar cuanto sea posible y mantener viva esa comunicaci¨®n en las circunstancias m¨¢s extremas. Conste que hablar no significa el tratar de instaurar una relaci¨®n de compa?erismo o amistad. El coleguismo entre padres e hijos suele ser impostado y tarde o temprano termina por verse el cart¨®n piedra. Los padres ni pueden limitarse a ser meros esp¨®nsores del crecimiento y la educaci¨®n de los chicos, ni son unos amiguetes mayores. Su papel ha de ser necesariamente m¨¢s comprometido proporcionando ayuda y orientaci¨®n constante y siendo un referente para ellos. Esto que se dice muy f¨¢cil resulta extremadamente complicado de lograr porque ninguno nace ense?ado ni cursa un master sobre paternidad responsable. No es de extra?ar que uno de cada cinco padres -seg¨²n la mencionada encuesta- se declare desbordado, sobre todo por las exigencias econ¨®micas de sus hijos, el rendimiento escolar, los horarios de vuelta a casa y la colaboraci¨®n en las tareas dom¨¦sticas. Tampoco debe sorprender el que la reacci¨®n mayoritaria de quienes sienten que se les van de las manos, pase por exigir a los profesores que eduquen mejor. Al fin y al cabo a los docentes les suponen una preparaci¨®n y unos conocimientos espec¨ªficos para la formaci¨®n de la que ellos carecen.
Desde luego, nadie puede delegar la responsabilidad educativa de sus hijos, pero es l¨®gico que pidan a quienes saben su participaci¨®n en el compromiso educacional y que no se limiten a poner notas y lamentarse de los chicos dif¨ªciles. S¨®lo una l¨ªnea de cooperaci¨®n, y complicidad permanente entre los padres y la escuela puede conjurar los mil y un elementos de riesgo que les acechan. A partir de los 13 o 14 a?os la influencia de los agentes externos es cada d¨ªa m¨¢s fuerte hasta el punto de que en su desarrollo personal resulta determinante el c¨ªrculo de amigos y el tipo de ambiente en el que se mueven.
Cuando las cosas se tuercen para la familia resulta tremendamente dif¨ªcil no s¨®lo encontrar alg¨²n remedio, sino diagnosticar siquiera el problema. Es ah¨ª donde las instituciones han de poner a disposici¨®n de los padres mecanismos de ayuda e instrumentos de asesoramiento que les permitan actuar eficazmente sin dar palos de ciego.
Los especialistas coinciden en que para los conflictos entre padres e hijos no existe panacea universal, pero s¨ª algunas recetas de probado valor terap¨¦utico. Hay una que combina normas con flexibilidad y exigencia con comprensi¨®n. Dicen que desdramatizando el proceso de elaboraci¨®n, dedic¨¢ndole tiempo y grandes dosis de cari?o el f¨¢rmaco funciona.
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