Las 35 horas en Francia. Otro balance
No corren buenos tiempos para la reducci¨®n del tiempo de trabajo. La l¨®gica de la competitividad, concebida como un fin en s¨ª misma, la globalizaci¨®n desreguladora, las pol¨ªticas de ajuste estructural y las amenazas crecientes de la deslocalizaci¨®n de empresas intentan cambiar la ecuaci¨®n "menos jornada laboral, m¨¢s empleo", por "la reducci¨®n de jornada aumenta el paro". El debate ha llegado a Alemania, pa¨ªs en el que la conquista de las 35 horas se realiz¨® por la v¨ªa contractual, no por ley. Se aprovecha la amenaza de deslocalizaci¨®n de algunas empresas para generalizar el incremento de la jornada.
Al debate de "trabajar menos para trabajar todos" -reparto del empleo- frente a "ganar menos para trabajar todos" -reparto del salario, el que est¨¢ triunfando-, se a?ade la consigna de "trabajar m¨¢s para seguir trabajando".
Querer hoy volver a cuestionar las 35 horas ser¨ªa tirar a la papelera todos los compromisos establecidos
Se aprovecha la amenaza de deslocalizaci¨®n de algunas empresas para generalizar el incremento de la jornada
Sin duda alguna, el car¨¢cter emblem¨¢tico de la reducci¨®n de jornada se produjo en Francia dada la utilizaci¨®n del mecanismo legal para la implantaci¨®n de las 35 horas, calificado por los empresarios como autoritarismo pol¨ªtico. Frente a una subida masiva del paro en los a?os 80 y a la ineficacia de las pol¨ªticas cl¨¢sicas de empleo, sucesivos procesos legislativos -ley de Robien en 1996 y, sobre todo, ley Aubry del 98 y del 2000- introdujeron la generalizaci¨®n de las 35 horas como mecanismo para crear empleo, con las suficientes ayudas financieras del Estado para neutralizar los posibles aumentos de los costos laborales unitarios.
La valoraci¨®n de las consecuencias econ¨®micas y sociales de la legislaci¨®n sobre jornada laboral en Francia han sido sectarias y muy de brocha gorda, hasta el punto de culpabilizar a las 35 horas del incumplimiento del Pacto de Estabilidad.
Para otro balance de los efectos de dicha reducci¨®n es necesario recordar el impulso negociador que se concreta en 212 acuerdos de sectores, m¨¢s de 72.000 acuerdos de empresas, sin contar las empresas que aplican directamente un acuerdo profesional de sector, m¨¢s o menos otras 65.000 empresas implicadas. Un movimiento de negociaci¨®n de tanto alcance era inaudito en Francia.
Si abordamos los efectos sobre los empleos creados, hay que afirmar que todos los acuerdos firmados inclu¨ªan nuevas contrataciones, reconociendo el papel importante del crecimiento. Gracias a la reducci¨®n de la jornada se han creado m¨¢s de 350.000 empleos y se han salvado otros 50.000 en el marco de los despidos por motivos econ¨®micos.
En lo que hace referencia al coste econ¨®mico, es cierto que dicha reducci¨®n ha tenido un coste. Hay que considerarlo teniendo en cuenta los gastos realizados, pero tambi¨¦n las ganancias que ha generado. En cuanto al coste, existe una base de c¨¢lculo indiscutible: se trata de las reducciones de las cargas ligadas a los acuerdos de reducci¨®n de jornada. Representan 10.000 millones de euros para el a?o 2002. Con la desaparici¨®n de las ayudas ligadas a la reducci¨®n de la jornada y la generalizaci¨®n progresiva de las reducciones de cargas -"sueldos bajos" de la ley Fillon instaurada en julio de 2002-, las ayudas ligadas a la reducci¨®n de la jornada han bajado a la mitad en 2003, y desaparecer¨¢n por completo el 1 de julio de 2005. Por el contrario, para el mismo a?o las ayudas "sueldos bajos" alcanzar¨¢n los 15.000 millones de euros sin ninguna garant¨ªa de efecto sobre el empleo. Esto hace la derecha.
Pero tambi¨¦n hay ganancias incontestables. Las contrataciones han conllevado ganancias sociales adicionales para la Seguridad Social y las cajas de pensiones y ahorro del desempleo, as¨ª como efectos positivos sobre la fiscalidad y la consiguiente aportaci¨®n de nuevos trabajadores al consumo y al crecimiento.
M¨¢s all¨¢ de las finanzas p¨²blicas, el centro del debate es si las empresas francesas han perdido competitividad. En la mayor¨ªa de los casos los acuerdos han resultado positivos para el empleo y para las empresas. Han cambiado las organizaciones del trabajo. Se han promovido nuevas competencias y se han descubierto nuevos yacimientos de productividad. Esto explica por qu¨¦ la productividad de los trabajadores franceses, incluso con las 35 horas, se encuentra entre las m¨¢s elevadas del mundo.
Los expertos Bercy han calculado que el aumento del 4,5% del coste del salario por hora ha sido totalmente compensado: en un 1,4% por la reducci¨®n de las cargas, de un 1% por la moderaci¨®n salarial y en un 2,2% gracias al aumento de la productividad.
Se han dado respuestas muy diferentes a realidades muy diversas mediante la reorganizaci¨®n del tiempo de trabajo. La introducci¨®n de la anualizaci¨®n de la jornada laboral para tener en cuenta la actividad de los distintos sectores profesionales; la adopci¨®n del trabajo en turnos sucesivos, en algunos casos del trabajo el fin de semana o por la noche para aumentar el tiempo de uso de los equipamientos. En otros muchos casos, la duraci¨®n semanal de la jornada sigue siendo de 39 horas, los trabajadores obtienen d¨ªas de vacaciones adicionales distribuidos a lo largo del a?o.
Querer, a d¨ªa de hoy, volver a cuestionar las 35 horas, ser¨ªa ignorar y tirar a la papelera todos los compromisos establecidos en los sectores profesionales y en las empresas. Son estos compromisos los que justamente han permitido encontrar un punto de equilibrio entre el inter¨¦s de los trabajadores y la competitividad de las empresas. Este equilibrio encontrado por medio de la negociaci¨®n no fue encontrado en las funciones p¨²blicas, ya que la ley impuso a las empresas la obligaci¨®n de llegar a un resultado que las administraciones no han cumplido.
Hay un aspecto muy negativo que es la desigualdad entre trabajadores. Quedan fuera de las 35 horas casi cuatro millones en las peque?as empresas. Dicha desigualdad se ve agravada por la enmienda que adopt¨® la Asamblea Francesa, en el marco de la ley Fillon sobre di¨¢logo social, referente a las empresas de menos de 20 trabajadores, cuyo efecto es permitir a las empresas que se hagan las 47 horas extraordinarias adem¨¢s del contingente anual fijado por los sectores profesionales. El colmo de la paradoja es que el recurso a las horas extras est¨¢ muy por debajo del contingente legal.
Las encuestas afirman que la mayor¨ªa de los trabajadores no quieren volver atr¨¢s. Las frustraciones, cuando existen, provienen de los que no se han beneficiados de las 35 horas o de los que se han visto obligados por imposici¨®n a la reducci¨®n de jornada sin negociaci¨®n.
Como conclusi¨®n se puede afirmar que las 35 horas han tra¨ªdo calidad de vida, tiempo para el ocio, para la conciliaci¨®n de la vida laboral y personal, as¨ª como la mejora de la organizaci¨®n y competitividad de numerosas empresas, la creaci¨®n de empleo, con los efectos beneficiosos para el conjunto de la econom¨ªa, a pesar del frenazo de la derecha pol¨ªtica.
El debate sigue, ya que se trata de un planteamiento de sociedad, que no es otra cosa que otra manera de organizar socialmente el trabajo que posibilite una mejor distribuci¨®n de la riqueza.
La Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), en su ¨²ltimo informe sobre el empleo en el mundo, nos recuerda que tenemos 170.000 millones de parados y m¨¢s de 500.000 millones de subempleados. ?sta es la consecuencia del fundamentalismo de la competitividad como sea y al precio que sea. Esto exige un debate supranacional sobre los objetivos y condiciones de viabilidad de la reducci¨®n de jornada.y sobre todo una fuerte reacci¨®n social que est¨¢ ya inici¨¢ndose.
Carlos Trevilla es representante de UGT en el CES vasco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.