San Lorenzo
Lo que yo le digo a mi santo: hay algo. Es de caj¨®n. Pero ¨¦l sigue con ese darwinismo barato de progre de los setenta. No le saques de ah¨ª porque se desconcierta. La verdad es que cuando nos conocimos y le pregunt¨¦ de qu¨¦ signo era y me dijo que no lo sab¨ªa yo ya me ten¨ªa que haber imaginado algo. Porque todo el mundo sabe de qu¨¦ signo es, a no ser, como yo digo, que vivas de espaldas a la sociedad de tu tiempo. Claro que todo tiene su l¨®gica: es Capricornio con ascendente en G¨¦minis. Racionalista por Capricornio, falsillo por G¨¦minis. Cuando lo conoc¨ª yo era muy ni?a, y cuando eres ni?a, vas a lo que vas, al sexo puro y duro, pero hoy en d¨ªa, con este background que tengo a mis espaldas, yo no me voy con un t¨ªo sin conocer su carta astral. Y menos siendo como yo Acuario con ascendente en Virgo, o sea, la sensibilidad al servicio del talento. Pero ya es tarde: el matrimonio es un mel¨®n cerrado. Yo ya voy por el segundo mel¨®n. Y no quiero un tercero. Gracias. Resulta que el d¨ªa de San Lorenzo est¨¢bamos en el pueblo de San Lorenzo cenando en un restaurante y me llaman al m¨®vil, ?Y qui¨¦n era? Lorenzo. Yo os pregunto: ?Hay algo o no hay algo? Hay que ser muy tonto para no creer que m¨¢s all¨¢ de lo que perciben nuestros sentidos hay algo, la conjunci¨®n de los astros. Era Lorenzo Caprile, que va y me dice: ?d¨®nde est¨¢s?; y digo, en el Charol¨¦s. Y me dice, bonita, igual que yo. O sea, est¨¢bamos separados por un murete. Me levant¨¦ m¨®vil en mano y ah¨ª estaba Lorenzo, tras dicho murete. ?Hay algo o no hay algo? Lorenzo me dijo que a sus clientas, cuando tienen dudas cremat¨ªsticas, les repite la frase que yo le dije a mi santo cuando pregunt¨® cu¨¢nto me hab¨ªa costado el abrigo de la reina Noor: "?Es que tiene precio la felicidad de una mujer?". Lorenzo va por la vida como va por su taller de costura, arrastrando los pies, con las sandalias en chancleta, igualito que cuando est¨¢ rodeado por esas modistas que parecen sacadas de una novela de Gald¨®s y que le tratan como si fuera un sobrino consentido, dej¨¢ndole fumar entre tules y sedas y borr¨¢ndole el nombre: Lorenzo, qu¨¦ te parece esto, Lorenzo, lo otro. Cuando fui a verlo por primera vez me sub¨ª, como hipnotizada, encima del mism¨ªsimo poyete al que se suben las novias y las princesas, el poyete m¨¢gico, y sin pensarlo levant¨¦ los brazos y empezaron a tomarme medidas y a envolverme en telas y yo le dec¨ªa, ay, Lorenzo, dime, cu¨¢ndo me voy a poner yo este traje de Eva al desnudo; y Lorenzo dec¨ªa, primero es el traje y luego la ocasi¨®n; y yo sin moverme, impert¨¦rrita, cosida de alfileres, suspirando, ?Ay, Lorenzo!; y Lorenzo dec¨ªa, un traje tiene que hacerte diez kilos m¨¢s delgada y diez a?os m¨¢s joven. Y yo, ay, Lorenzo, que me pierdo. Y Lorenzo ri¨¦ndose: ?tiene precio la felicidad de una mujer?; ay, Lorenzo, soy una maricaprichos. Y Lorenzo, calla y m¨ªrate al espejo. Y entre todas aquellas modistas armadas con tijeras me vi: diez a?os m¨¢s joven, diez kilos m¨¢s delgada. Ahora yo os pregunto: ?hay algo o no hay algo?
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