Thorpe gana una carrera inolvidable
El australiano se impone a Van den Hoogenband y Phelps en unos 200m libres con tres mitos vivientes
Tres gigantes de la nataci¨®n protagonizaron una final inolvidable, la que enfrent¨® a Ian Thorpe, Pieter van den Hoogenband y Michael Phelps. Sus nombres lo dicen todo. Ellos trascienden de su ¨¦poca. Son leyendas vivientes. Una sensaci¨®n de privilegio se apoder¨® de la piscina de Atenas. Era la final de los 200 metros libres, uno de los acontecimientos de los Juegos. La carrera ofrec¨ªa toda clase de vertientes: la revancha de Sidney, donde Van den Hoogenband derrot¨® inopinadamente a Thorpe; el ingreso del joven Phelps en un territorio que no domina, el del nado libre; la certeza de que all¨ª se hab¨ªan reunido tres nadadores irrepetibles. De ah¨ª, la sensaci¨®n de privilegio general. La gente quer¨ªa verles en la misma prueba y luego en el podio, como as¨ª ocurri¨®. En lo m¨¢s alto, el gran Thorpe, ganador de la carrera, magn¨ªfica desde el arranque, emocionante hasta el ¨²ltimo metro.
La actuaci¨®n del ganador fue un prodigio de recursos para imponerse a dos rivales colosales
Debe ser impresionante enfrentarse a ese corpach¨®n embutido en un traje de caucho negro
Thorpe ha esperado cuatro a?os para sacarse la decepci¨®n que le produjo su derrota en Sidney. Cuatro a?os muy largos, llenos de novedades en su vida. Se sinti¨® saturado, abandon¨® a David Frost, su viejo entrenador, por Suzy Menzies, una profesora menos militarizada en sus metros. Disfrut¨® de la espuma de la fama: viajes por todo el mundo, invitaciones de Armani para atender a los desfiles de Mil¨¢n, dedicaci¨®n a los placeres del arte. La nataci¨®n no le llenaba. Si no la abandon¨® fue porque su talento natural es incomparable y porque ten¨ªa una deuda que saldar. No pod¨ªa pasar a la historia del deporte como el campe¨®n sorprendido en su prueba favorita, los 200 metros. Ten¨ªa que enfrentarse de nuevo a Van den Hoogenband y aceptar el desaf¨ªo de Phelps. La perspectiva era tan excitante que Thorpe no pod¨ªa rechazarla. Todo lo contrario. De nuevo ha surgido el nadador bandera. Su actuaci¨®n en la final de los 200 metros fue un prodigio de control, dominio de la distancia y recursos para imponerse a dos adversarios colosales.
Van den Hoogenband repiti¨® punto por punto la estrategia que le coron¨® en Sidney. Entonces era un afamado sprinter con excelentes maneras en los 200 metros libres. Ni tan siquiera llegaba a la condici¨®n de tapado. Thorpe hab¨ªa hecho un fort¨ªn de la prueba y todo el mundo le consideraba inaccesible. Pero Van den Hoogenband se resisti¨® a la opini¨®n y le lanz¨® un ataque que pareci¨® descabellado. Sorprendi¨® al genio australiano con una arrancada fulgurante que sac¨® de rueda a Thorpe, por primera vez inc¨®modo. Nunca hab¨ªa recibido un ataque semejante. Dud¨®, confi¨® en el desgaste de Van den Hoogenband, perdi¨® un metro y no lo recobr¨®. El holand¨¦s resisti¨® la carga de Thorpe ante la sorpresa general. Gan¨® y entr¨® en la historia. ?Por qu¨¦ no intentarlo de nuevo? Pod¨ªa lograrlo. Su estado de forma es perfecto. La haza?a era posible.
Sus primeros 100 metros fueron fulgurantes. Era Sidney reeditado: 24,44 segundos en los 50 metros; 50,42 segundos en los 100. Van den Hoogenband pasaba un segundo m¨¢s r¨¢pido que los parciales de Thorpe en el r¨¦cord del mundo. A su izquierda, el australiano manejaba la carrera con inteligencia. No sobreactu¨® en ning¨²n momento para detener a Van den Hoogenband. En un clamoroso ejercicio de frialdad, tuvo siempre a tiro al holand¨¦s, que nadaba sin cadena. En los 150 metros su registro aventajaba en 59 cent¨¦simas al parcial de Thorpe en el r¨¦cord del mundo. ?Y Phelps? Un buen rato pareci¨® ajeno al gran combate, entregado a una prueba que a¨²n desconoce. Aprender¨¢ los misterios porque su reacci¨®n en los ¨²ltimos 50 metros fue fascinante.
Phelps se descolg¨® demasiado. Un segundo de desventaja frente a Van den Hoogenband y Thorpe siempre es demasiado. Se le ve¨ªa sufrir porque tiene innumerables cosas en la cabeza: muchas carreras, muchos estilos que nadar, mucha tensi¨®n. Es lo que le hace grande. Van den Hoogenband y Thorpe se dedican a lo suyo. Uno a la velocidad, otro al mediofondo. Phelps es una ensalada de estilos. Por esa raz¨®n result¨® magn¨ªfica su actuaci¨®n en la final. El ¨²nico que no era especialista estuvo a punto de dar un susto a los dos emperadores de la distancia. A Van den Hoogenband le apret¨® hasta el ¨²ltimo metro.
El holand¨¦s se qued¨® sin gasolina. Cuando gir¨® por ¨²ltima vez en el muro de los 150 metros supo que la victoria era imposible. Thorpe estaba encima, con su corpach¨®n embutido en el traje de caucho negro. Tiene que ser impresionante enfrentarse a esa visi¨®n. Con su exquisito estilo, casi impensable en un nadador que pesa cerca de 100 kilos, pero que se mueve en el agua con una elegancia perfecta, Thorpe se lanz¨® a la victoria con la decisi¨®n del hombre que quer¨ªa acabar con una pesadilla, la de Sidney. Van den Hoogenband se rindi¨®. No ten¨ªa forma de pararle. Sus m¨²sculos estaban cada vez m¨¢s envenenados por el ¨¢cido l¨¢ctico. Detr¨¢s ven¨ªa Phelps con todos los motores rugiendo. Fue el m¨¢s r¨¢pido en los ¨²ltimos 50 metros, pero s¨®lo le sirvi¨® para conquistar el tercer puesto. Los dos primeros quedaron en manos de los dos expertos en la materia de los 200 metros. Uno era Van den Hoogenband; otro, Thorpe, el m¨¢s grande de una final protagonizada por tres mitos vivientes.
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