En busca de la inmortalidad
v¨¢n Ra?a afronta hoy la posibilidad de consagrarse como el m¨¢s grande
Hay una corriente cultural en California que postula que cuanto m¨¢s delgado es uno, cuanta m¨¢s privaci¨®n alimenticia -voluntaria- se autoinflige, m¨¢s longevidad alcanza, m¨¢s largos a?os vive. Los adeptos a esta filosof¨ªa espartana de la vida mortifican su est¨®mago comiendo acelgas herviditas -es un decir- por todo sustento cotidiano y mortifican su cuerpo someti¨¦ndole a la tortura del triatl¨®n.
Hay gente as¨ª, nacida para sufrir, pero ninguno se llama Iv¨¢n Ra?a, por ejemplo. O Xavi Llobet o Eneko Llanos. Ellos, los espa?oles que hoy tomar¨¢n la playa de Oce¨¢nida, en Vuliagmeni, donde van los m¨¢s chics de Atenas a ba?arse, y se quemar¨¢n, la espalda brillante de sal, picante, en la cuesta que les sube al cementerio, y reventar¨¢n, los m¨²sculos pr¨®ximos a reventar, quej¨¢ndose, por las largas avenidas de la costa, han nacido para disfrutar. Lo que le pasa es que les gusta el triatl¨®n, la disciplina ol¨ªmpica desde Sidney que combina 1.500 metros de nataci¨®n, 40 kil¨®metros de bicicleta y 10.000 metros de carrera a pie. Con el triatl¨®n no buscan la longevidad de los de las acelgas, sino, soberbios ellos, la inmortalidad. O lo que sea que sienten quienes tocan la gloria ol¨ªmpica. Y algunos, Ra?a tan sonriente, tan agobiado con las obligaciones medi¨¢ticas de su oficio se monta sobre una bicicleta, siempre obedeciendo los latidos de su coraz¨®n atropellado, saben que est¨¢n, que pueden estar, muy cerca de ella.
"Cuando nado, pienso en la bicicleta. Cuando pedaleo, en la carrera a pie"
La cuesta del cementerio es corta, pero terrible. A Llobet le toca vigilar, controlar, asegurar
M¨¢s all¨¢ del mito, de los comedores de acelgas, de los supermanes que ganan las ironman -las carreras extremas que proponen un marat¨®n sobre el agua, otro sobre la bicicleta y otro a pie, el ol¨ªmpico multiplicado por cuatro- y pueblan el folclore del triatl¨®n, la leyenda de su feroz individualismo, de la b¨²squeda de los l¨ªmites del cuerpo y del dolor, el triatl¨®n ol¨ªmpico es un deporte sutil, t¨¢ctico. De complicado equilibrio entre el derroche, la audacia y el ahorro. "Cuando nado, pienso en la bici- Cuando pedaleo, pienso en la carrera a pie", dice Ra?a, gallego, 25 a?os, quinto en su debut ol¨ªmpico en Sidney 2000, cuarto en el Mundial 2001, primero en 2002, segundo en 2003 y 2004, el hombre m¨¢s seguro y consistente en la alta competici¨®n. Cuando nada Ra?a, todos los triatletas, piensan, primero, en su integridad f¨ªsica, en que un codazo cerca de las boyas de giro, sobre todo al principio, no les deje sin resuello, sin h¨ªgado, en que un manotazo no les deje sin gorro o sin gafas; despu¨¦s piensan en la transici¨®n, en calzarse r¨¢pido las zapatillas sobre la bicicleta, en coger el primer pelot¨®n. Sobre la bici piensan en sus pulsaciones, en los m¨²sculos de sus piernas, en no entrar en zona roja, en no pasarse de desarrollo para que la espalda no sufra con sobreesfuerzos, en controlar y no gastar innecesariamente. Pero cuando ya se bajan de la bici, cuando enfilan la carrera decisiva, en no pensar en nada.
Como el repecho del cementerio de Vuliagmeni es corto, pero terrible -180 metros al 22%-, los espa?oles temen que alg¨²n loco del pedal, se llame Marceau, Henning o Stoltz, lo aproveche para desbaratar el plan que prev¨¦ dejar a Ra?a a pie de igualdad para el ¨²ltimo tramo -el gallego es tremendo corredor a pie-, por lo que, pioneros en el uso de gregarios en el triatl¨®n, han decidido que Llobet vigile, controle y asegure. Todo para que Ra?a - "cuatro a?os m¨¢s viejo, cuatro a?os m¨¢s sabio, menos disperso, m¨¢s profesional, m¨¢s centrado, m¨¢s consciente de la importancia de cada carrera"- culmine de forma dorada su progresi¨®n. O alcance la inmortalidad.
En la prueba femenina de ayer Ana Burgos fue s¨¦ptima; Pilar Hidalgo, decimotercera, y Ainhoa Mur¨²a, vig¨¦simocuarta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.