Como matarlos dos veces
Los perdedores de la Guerra Civil piden en Le¨®n a Zapatero que no olvide a los que cayeron durante la matanza de Pe?a Laza
Son los ¨²ltimos de una ¨¦poca, cuando ellos mueran ya no habr¨¢ testigos. Por eso Rotilio Bay¨®n tiene prisa. Quiere que Agust¨ªn Alonso le cuente su primer trabajo: "Pues eso, que yo ten¨ªa ocho a?os, si los ten¨ªa. Nos obligaron a los tres guajes que qued¨¢bamos en el pueblo, Prudencio, Lucinio y yo, a que enterr¨¢ramos bien los cuerpos de unos fusilados que los lobos hab¨ªan vuelto a sacar a la superficie. Eran 10 ¨® 12, pero no se me olvidar¨¢ uno de ellos: vest¨ªa un chaleco nuevo de pana y pantalones a juego; reloj y sombrero. Nunca he dejado de preguntarme qui¨¦n ser¨ªa aquel hombre". Quiere Rotilio que Desiderio y Laurentino Rodr¨ªguez, de pie sobre la tierra que suponen guarda los restos de su padre, le hablen del d¨ªa que se llevaron a su madre a la prisi¨®n de San Marcos, en Le¨®n: "La dejaron tener en la celda a nuestra hermana peque?a, que ten¨ªa meses, pero enseguida se la quitaron", dice Desiderio. "Y se ve que la guaja", a?ade Laurentino, "extra?¨® a la madre y enferm¨®. Ya no dej¨® de llorar hasta que muri¨®". "Se llamaba Fermina", apunta un hermano. "Se llamaba nada", corrige el otro, "porque no estaba bautizada y el cura la enterr¨® en un rinc¨®n del cementerio".
"Todo el mundo sab¨ªa cosas, pero nadie las quer¨ªa contar. Tanto miedo llev¨® al silencio"
Rotilio Bay¨®n no s¨®lo tiene prisa. Soporta adem¨¢s una sensaci¨®n extra?a, una especie de complejo de culpa por haber antepuesto otros menesteres a este de recuperar la verdad de lo que pas¨® en Pe?a Laza (Le¨®n) durante la Guerra Civil. "En 1963, siendo yo un cr¨ªo", se explica Rotilio, "contact¨¦ con el Partido Comunista y empezamos a trabajar en la clandestinidad. Luego lleg¨® la democracia, las elecciones, la vida de partido...". El tiempo fue pasando, pero el silencio segu¨ªa envolvi¨¦ndolo todo. La represi¨®n franquista en el Ayuntamiento de Villaman¨ªn hab¨ªa sido tan brutal que una de sus consecuencias m¨¢s duraderas fue el miedo. "Todo el mundo sab¨ªa cosas", explica, "pero nadie las quer¨ªa contar. Incluso familias que ten¨ªan muertos prefer¨ªan callar. Dec¨ªan: bueno, ya no vamos a revolver m¨¢s el asunto. ?sa era la frase. Mataron a much¨ªsimos. A mi padre le mataron hermanos, le mataron cu?ados; a mi madre le mataron al padre. Pero cuando intentabas sacar la conversaci¨®n, se reten¨ªan, no te contaban. A m¨ª el que m¨¢s me cont¨® sobre la guerra fue aquel t¨ªo m¨ªo que estuvo por el monte".
El t¨ªo de Rotilio se llamaba Armando Bay¨®n. Su historia se merecer¨ªa mucho m¨¢s, pero en resumidas cuentas se puede decir que estuvo escondido de 1937 a 1950. "?l y otros muchos", explica su sobrino, "hasta que los fueron matando a todos. S¨®lo quedaron vivos ¨¦l y otro m¨¢s. En el invierno de 1945, baj¨® al pueblo de Busdongo. All¨ª lo escondieron en casa de Mar¨ªa, una mujer de izquierdas, viuda y con un hijo. Pero, como mi t¨ªo no aparec¨ªa ni vivo ni muerto, los guardias civiles redoblaron los registros. Si lo encontraban escondido en una casa, lo matar¨ªan a ¨¦l y a su protector. As¨ª que tuvo que volver al monte, pero en el invierno de 1947 el fr¨ªo le arranc¨® las u?as de los pies. Baj¨® de nuevo al pueblo y lo metimos en casa. Mi padre le hizo un escondite en un armario, detr¨¢s de la ropa. Un d¨ªa llegaron los guardias. Mi t¨ªo se meti¨® en el armario con la pistola que siempre llevaba encima. Ya nos hab¨ªa dicho que si lo sorprend¨ªan, se pegar¨ªa un tiro antes de caer preso. Un guardia se acerc¨® al armario, lo abri¨®, apart¨® la ropa, lo vio all¨ª, de pie, con la pistola en la mano... Y volvi¨® a poner la ropa en su sitio y cerr¨® la puerta. No sabemos por qu¨¦ lo hizo. Al d¨ªa siguiente mi padre consigui¨® arreglar para que mi t¨ªo marchara a Vigo. Estuvo cerca de un a?o. A principios de 1951, march¨® en un barco para Brasil. Llevaba documentaci¨®n falsa con el nombre de un muerto. Al parecer, se la proporcion¨® un oficial de la Guardia Civil que trabajaba para el PCE...".
El recuerdo de todas estas historias que ocurrieron en Pe?a Laza sin que nunca se hayan investigado tiene hoy un por qu¨¦. Esta ma?ana, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, acudir¨¢ a la campa de Rodiezmo, al pie de Pe?a Laza, para participar en la fiesta de los mineros asturianos y leoneses que organiza cada a?o la UGT. Y, teni¨¦ndolo tan cerca, a Rotilio y a Koldo Us¨ªn, un ex parlamentario vasco de Izquierda Unida que tambi¨¦n busca la verdad de la Guerra Civil, se les ocurri¨® mandarle un mensaje en forma de carta. Le explican que, en contra de la versi¨®n ofrecida por los triunfadores de la Guerra Civil, en Pe?a Laza se perpetr¨® una aut¨¦ntica masacre y le piden una investigaci¨®n profunda sobre lo ocurrido realmente. Le proponen al presidente que Pe?a Laza sea tenida como un monumento contra la barbarie. El escrito, firmado por la Agrupaci¨®n Pozo Grajero, de Le¨®n, y por la Asociaci¨®n Verhis, del Pa¨ªs Vasco, exige una reposici¨®n a las v¨ªctimas de la barbarie. "No queremos venganza", aclaran, "nosotros estamos dispuestos a perdonar todo lo que haga falta; pero no a olvidar. Esta gente que est¨¢ aqu¨ª enterrada de cualquier manera, en fosas comunes, a orillas de los caminos, muri¨® en defensa de un gobierno democr¨¢tico. No queremos que se olvide que ellos lucharon por un gobierno legal, y por eso creemos que su sacrificio debe ser reparado por cualquier gobierno, ya sea de derechas o de izquierdas. Perdonar s¨ª, pero olvidarlos no, porque eso ser¨ªa como matarlos dos veces".
El viernes a mediod¨ªa, mientras unos operarios preparaban el lugar donde Zapatero se dirigir¨¢ hoy a los mineros, Pepe Gonz¨¢lez, de 78 a?os, y Agust¨ªn Alonso, de 83, recordaron juntos aquella ¨¦poca terrible que les toc¨® vivir. A pesar de que sus ojos azules siempre sonr¨ªen, Pepe a¨²n guarda el espanto que presenci¨® cuando ni?o: vagones de trenes repletos de hombres desencajados, soldados ejecutados y despu¨¦s quemados, un hombre que inspiraba miedo con su capa negra y su escudo de la Falange.
Aunque entre ellos hablaban con palabras que ya se aburren en el diccionario, no todo ten¨ªa que ver con el pasado. Unas horas antes, Agust¨ªn hab¨ªa recibido la ¨²ltima noticia de la guerra. Su hermana acababa de morir en Francia, en un exilio del que ya no se sinti¨® con fuerzas para volver.
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