Medidas p¨²blicas y estrategias privadas
Las pol¨ªticas de conciliaci¨®n entre vida laboral y familiar nacen de la necesidad de armonizar el empleo con la vida personal en una sociedad en la que se est¨¢ imponiendo la norma de la integraci¨®n en el mercado de trabajo de todas las personas adultas potencialmente ocupables con independencia del g¨¦nero, tanto si tienen responsabilidades familiares como si no. Este nuevo planteamiento se basa en la oferta a las familias de servicios o programas que permitan a los progenitores compaginar su trabajo extradom¨¦stico con las responsabilidades que derivan del cuidado de los ni?os u otras personas dependientes.
Las familias de todas las sociedades anteriores a la nuestra tuvieron que lidiar con el problema de la conciliaci¨®n desde tiempos inmemoriales. Se trataba, no obstante, de un asunto que especialmente ata?¨ªa a las mujeres, por cuanto ¨¦stas se encargaban en exclusiva de las tareas reproductivas y su posible actividad productiva ten¨ªa lugar sobre todo dentro o cerca del hogar. As¨ª, pues, la novedad de estas pol¨ªticas estriba en que su objeto ya no se considera tan s¨®lo como una cuesti¨®n de las propias mujeres, que deba resolverse por medio de estrategias privadas, sino como un problema colectivo, que tiene que afrontarse a trav¨¦s de medidas p¨²blicas.
Una verdadera conciliaci¨®n requiere una mayor participaci¨®n de los varones
Las ventajas de las medidas de conciliaci¨®n son muchas y variadas y no alcanzan tan s¨®lo a las propias familias implicadas, sino que redundan en beneficio de toda la sociedad. En primer lugar, el bienestar que pueden experimentar padres y madres gracias a ellas, lo cual puede acrecentar su propia satisfacci¨®n personal, traer consigo una mayor equidad entre los sexos y mejorar la calidad de vida de los hijos, un efecto a largo plazo en la medida en que los ni?os de hoy ser¨¢n los ciudadanos del ma?ana. Adem¨¢s de la dimensi¨®n moral de las pol¨ªticas de conciliaci¨®n, no se puede ignorar, sin embargo, su importante impacto econ¨®mico al facilitar el crecimiento de la ocupaci¨®n femenina. De una parte, favorecen la inserci¨®n laboral de aquellas madres con hijos menores, generalmente con bajas calificaciones educativas, para quienes el coste de los servicios de guarder¨ªa en relaci¨®n con su potencial salario les disuade de buscar empleo. Adem¨¢s, la puesta en marcha de servicios de apoyo a las familias supone un fil¨®n de ocupaci¨®n que beneficia especialmente al colectivo femenino.
Espa?a es uno de los pa¨ªses de la OCDE que tiene un gasto social menor en servicios para las familias. En 1998 tan s¨®lo gast¨® un 0,11% del PIB frente a 1,68% en Suecia. Por otra parte, tambi¨¦n es muy bajo el gasto de Espa?a en servicios para las personas ancianas o discapacitadas, con un 0,29% del PIB frente a un 3,71% en Suecia. Con ser los servicios de guarder¨ªas y de atenci¨®n domiciliaria para las personas mayores esenciales de cara a la conciliaci¨®n, no agotan todas sus posibilidades. Una de las ventajas de las medidas de conciliaci¨®n es que brindan una panoplia de opciones a los padres para que hagan de ellas el uso que estimen m¨¢s conveniente. La idea es, pues, que la oferta se ajuste a la demanda, aunque en los pa¨ªses m¨¢s avanzados algunos servicios a las familias se concept¨²an como derechos universales de ciudadan¨ªa. As¨ª, pues, estas nuevas pol¨ªticas resultan m¨¢s adaptadas a la pluralidad de modelos familiares propia de las sociedades actuales.
Es por ello por lo que, al lado de los servicios familiares, no debemos olvidar las licencias parentales, una medida mixta de pol¨ªtica familiar y laboral consistentes en formas reguladas de interrupci¨®n de las prestaciones laborales habituales, asociadas a ciertos derechos de protecci¨®n social, para atender al nacimiento y a la crianza de los hijos (u otras situaciones de car¨¢cter personal o familiar). Se trata de excedencias, retribuidas proporcionalmente al salario, de que pueden gozar los progenitores tras los permisos de maternidad, que les permiten dedicarse en casa y por un tiempo limitado al cuidado de sus hijos peque?os, sin desvincularse del mercado de trabajo y sin experimentar penalizaciones en sus carreras de cotizaci¨®n laboral. En los pa¨ªses m¨¢s avanzados, los servicios para las familias y las licencias parentales forman parte de un sistema integrado de atenci¨®n infantil, brindando a los padres distintas modalidades para que puedan escoger aquellas f¨®rmulas que consideren m¨¢s apropiadas para compaginar actividad laboral y obligaciones familiares.
Las pol¨ªticas de conciliaci¨®n han recibido algunas objeciones en el sentido de que, si bien son neutrales en t¨¦rminos de g¨¦nero, hacen pesar m¨¢s el ajuste sobre las mujeres que sobre los hombres, puesto que son las madres trabajadoras quienes suelen utilizar muchos de estos servicios y permisos. Estos cr¨ªticos se?alan acertadamente que una verdadera conciliaci¨®n requiere sin duda una mayor participaci¨®n de los varones en el cuidado de las personas dependientes. Sin embargo, tambi¨¦n es innegable que dicha necesaria aportaci¨®n no se conseguir¨¢ ¨²nicamente con campa?as basadas en exhortaciones morales, sino por medio de incentivos que favorezcan una mayor estimaci¨®n social de las actividades de cuidados a las personas. Y una de las mejores formas de lograrlo es partir de la valoraci¨®n p¨²blica que dimana del gasto social, ya que el debate que genera en foros colectivos redunda indudablemente en una creciente toma de conciencia al respecto por parte de los varones.
Llu¨ªs Flaquer es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y autor de Las pol¨ªticas familiares en una perspectiva comparada (2000).
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