La nueva Al Qaeda
Tres a?os despu¨¦s del 11-S la red terrorista de Bin Laden se ha atomizado y convertido en un referente de la 'yihad' mundial
El humo que levantaron los bombarderos norteamericanos en el oto?o de 2001 en las monta?as de Tora Bora, a 50 kil¨®metros de Jalababab, durante la operaci¨®n militar contra el r¨¦gimen talib¨¢n se ha convertido en un s¨ªmbolo del cambio que se avecinaba en Al Qaeda, una organizaci¨®n terrorista que s¨®lo unos a?os antes contaba con una oficina de reclutamiento de muyahidin en Nueva York, Makhtab Al Jidamat, en la que se alistaban combatientes de todo el mundo para ayudar al movimiento de resistencia afgano. "Cualquiera pod¨ªa visitar a Bin Laden en Afganist¨¢n", dijo al juez Baltasar Garz¨®n Imad Eddin Barakat, el sirio-espa?ol de 40 a?os, presunto jefe de una c¨¦lula terrorista, cuando el fiscal Pedro Rubira y ¨¦l le preguntaron si se hab¨ªa entrevistado con el terrorista saud¨ª.
La fuga de Bin Laden, presumiblemente a las monta?as afganas o a la frontera de Pakist¨¢n, y la captura del 70% de sus jefes, acab¨® con la estructura jer¨¢rquica de una organizaci¨®n de la que hasta entonces flu¨ªan todas las ¨®rdenes. La comisi¨®n del 11-S ha demostrado, gracias a los testimonios de los detenidos Jalid Seikh Mohamed y de Ramzi Binalshibh, que el atentado contra las Torres Gemelas fue ordenado por el propio Bin Laden. Desde 1999 hasta semanas antes del 11-S el terrorista saud¨ª estuvo al tanto de casi todos los detalles del ataque terrorista.
Aquel oto?o de 2001 algunos pensaron que Al Qaeda estaba herida de muerte: la organizaci¨®n que hab¨ªa formado en el manejo de las armas y explosivos a m¨¢s de 15.000 muyahidin no s¨®lo hab¨ªa perdido en los combates a Mohamed Atef y a otros importantes lugartenientes, tambi¨¦n se quedaba sin Afganist¨¢n su mejor refugio. Un territorio en el que pese a las tensiones con los talibanes -el r¨¦gimen rigorista talib¨¢n ten¨ªa poco que ver con el wahabismo internacionalista de Bin Laden- vivieron su mejor etapa. Pero aquellos analistas se equivocaron. Desde el 11-S Al Qaeda tiene poco que ver con la organizaci¨®n establecida en Afganist¨¢n desde 1996 al 2001. La ca¨ªda de sus dirigentes provoc¨® su atomizaci¨®n e impidi¨® que Bin Laden dirija y planifique los ataques terrorristas con la misma libertad de movimientos que antes, pero el rebelde saud¨ª no estaba preso de pies y manos.
Jalid Seikh Mohamed, uno de los cerebros del 11-S detenido en marzo de 2003 en Pakist¨¢n, confes¨® que tras la ofensiva norteamericana en Afganist¨¢n preparaban un atentado en el aeropuerto londinense de Heathrow. El propio Jalid particip¨® en el dise?o del atentado contra la sinagoga de Yerba (T¨²nez), en abril de 2002. No obstante la capacidad operativa y organizativa de aquella Al Qaeda no es la misma.
Pero esa debilidad se ha visto compensada con creces con algo que a Bin Laden le obsesiona: la internacionalizaci¨®n de la yihad. Una caracter¨ªstica que desde hace m¨¢s de una d¨¦cada se recoge en todos sus v¨ªdeos y discursos. La fascinaci¨®n que provoc¨® el 11-S entre los islamistas radicales de todo el mundo ha convertido a Al Qaeda en una ideolog¨ªa. En un referente para una veintena de grupos terroristas repartidos por el planeta cuyos objetivos son muy similares a los de la vieja Al Qaeda. Son los asociados, un ej¨¦rcito de iluminados que han protagonizado las matanzas en Bali, Arabia Saudi, Casablanca, Turqu¨ªa, T¨²nez, Madrid, Chechenia... Y que en muchas ocasiones, no en todas, actu¨¢n de forma aut¨®noma mediante sus c¨¦lulas locales. Han causado en 36 meses el doble de atentados que en los tres a?os precedentes.
Aunque el terreno ya estaba abonado. En 1998 en Peshawar (Pakist¨¢n) Bin Laden se reuni¨® con los dirigentes de varios de estos grupos y crearon el Frente Isl¨¢mico Mundial para la Yihad contra los Jud¨ªos y los Cristianos Asistieron representantes de Indonesia, Filipinas, Egipto, Pakist¨¢n e India, entre otros. Entonces difundieron una fetua en el que se declaraba "la obligaci¨®n de cada musulm¨¢n de matar a los americanos y a todos sus aliados, militares y civiles, all¨ª donde fuera posible". Aquel frente, que se responsabiliz¨® en 1998 de los atentados contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, es hoy una realidad inquietante.
Los servicios de inteligencia occidentales aseguran que la vieja Al Qaeda cuenta a¨²n con unos 1.000 miembros, adem¨¢s de los miles de muyahidin formados en Afganist¨¢n, Bosnia o Chechenia y que regresaron a sus hogares, muchos de ellos en Europa. La oleada de arrestos en este continente no ha impedido atentados como el 11-M ni impedir¨¢ futuras acciones.
Tras el 11-S, Al Qaeda perdi¨® su madriguera afgana, se atomiz¨® y desestructur¨® pero la invasi¨®n de Irak le ha regalado un nuevo escenario para la yihad.
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